sábado, 23 de enero de 2010

La guerra idiota

Ya se analizó en un trabajo previo cómo, con el fin de obtener la legitimación de la cual carecía ante los ojos de millones de mexicanos que tienen pocas dudas de que la Presidencia de Felipe Calderón fue el resultado no sólo de una feroz guerra sucia mediática en la cual se usaron medios ilegales sino también el producto de un fraude electoral sofisticado, Felipe Calderón actuando por cuenta propia -y muy posiblemente aconsejado por la gente de derecha extrema que lo ha estado rodeando- le declaró una guerra al narcotráfico en México, rompiendo con ello no sólo un frágil equilibrio que había perdurado varias décadas sino inclusive lanzando a la Nación entera a una aventura extremadamente costosa en términos económicos y en términos de vidas humanas. Lo siguiente fue escrito por un conocido editorialista y publicado en varios medios al comenzar el 2010:

Los mitos de Joaquín Villalobos
Raymundo Riva Palacio
8 de enero del 2010

(Joaquín) Villalobos empieza tropezándose al afirmar que el origen de la guerra contra el narcotráfico se debió a que el presidente Calderón decidió combatir frontalmente al narcotráfico por la violencia extendida, que había sido enfrentada por el gobierno de Vicente Fox. No dice que esa violencia entre cárteles estalló tras la fuga de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán de un penal de máxima seguridad en el inicio del sexenio foxista, donde la responsabilidad era del entonces subsecretario de Gobernación, Jorge Tello Peón –viejo amigo de Villalobos–, ni explica porqué, si se percibía tan grave el fenómeno, nunca figuró en el discurso de campaña, ni en sus promesas electorales, ni en su programa de gobierno.

El narcotráfico no era prioridad para Calderón, quien iba a arrancar su gobierno sobre dos ejes: infraestructura y monopolios. Pero a cinco días de haber iniciado su administración, todo cambió. El 5 de diciembre, sin consultar con nadie, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, autorizó que detuvieran a Flavio Sosa, líder de la APPO, sobre quien había una orden de aprehensión por su participación en el conflicto magisterial en Oaxaca. La detención provocó alarma en el gobierno por las consecuencias que preveían y lo censuraron políticamente. Sin embargo, el tracking poll de la Presidencia, que es la encuesta diaria para medir las políticas del gobierno, mostró un brinco significativo en la aprobación de Calderón.

Un presidente sin legitimidad por la sospecha de fraude electoral, vio que la acción policial le daba la fuerza moral que no había conquistado en las urnas. García Luna, quien llegó al equipo porque en vísperas del anuncio del gabinete, el designado Tello Peón declinó el cargo, fue visto inmediatamente como una solución al déficit político que arrastraba Calderón. Esa ventana fue aprovechada por el secretario, quien planteó al Presidente una lucha contra el narcotráfico, con la participación de las Fuerzas Armadas, que fueron arrastradas a ella. En Los Pinos lo vieron como una oportunidad para mejorar la imagen del Presidente y siete días después comenzó la guerra. Durante dos años y medio al menos, funcionó mediáticamente.

Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Felipe Calderón tenía en sus manos el poder para desencadenar su guerra de legitimación para arrastrar a una Nación entera a la debacle que hoy padece. Desafortunadamente, al igual que Hitler, tenía el poder, pero no el cerebro ni la astucia, ya no se diga la autoridad moral, esto ni remotamente. La facultad de un verdadero líder para lanzar a sus congéneres a una guerra supone que posee algunos conocimientos por lo menos elementales sobre ello, como los consejos que proporciona el libro El arte de la guerra, de donde podemos extraer pensamientos como los siguientes: “Cuando se trata al pueblo con bondad, justicia y rectitud y se depositan en él la confianza; el ejército estará unido en espíritu y todos se sentirán felices de seguir a sus dirigentes” (lo que podemos interpretar válidamente en el sentido de que un gobernante como Felipe Calderón no debe iniciar una guerra sin la debida solvencia moral porque será, en última instancia, el pueblo quien pagará los costos de esa campaña.) Y el mando del ejército debe estar en manos de un comandante que tenga “las cualidades de inteligencia, justicia, humanidad, valor y severidad… los que las dominan, ganan; los que las ignoran, son vencidos.” (Aquí quién es el comandante? ¿El soberano Felipe Calderón? ¿El Secretario de la Defensa? ¿El milite operativo? ¿Sepa la bola?). Y el libro agrega: “El que planifica la victoria en el cuartel general, antes de las hostilidades, es el que tiene mayores posibilidades de triunfar. Los cálculos deberán indicar una mayor potencia que la del oponente, si estas estimaciones revelan una potencia inferior, la victoria es imposible. ¿Cómo agota sus posibilidades el que no hace plan ninguno? Gracias a estos cálculos se puede ver quien ganará y quien perderá… Los guerreros victoriosos vencen primero y después van a la guerra.” (Ningún soberano puede iniciar una conflagración si no sabe exactamente cómo la va a ganar, y en ocasiones ha trascendido la imagen de desconcierto en los mandos de la guerra emprendida por Felipe Calderón.) Además: “Mientras las tropas avanzan hacia territorio enemigo, deberá haber suficiente dinero en el estado.” (Cualquiera sabe que desde hace muchos años el gobierno mexicano está empobrecido, por lo que fue suicida emprender esta campaña militar porque “la victoria es el principal objetivo de la guerra. Si ésta tarda demasiado, las armas se embotan y la moral decae. Si se prolonga el sitio de una ciudad, se agotarán las fuerzas… si se mantiene al ejército durante mucho tiempo en campaña, los suministros serán insuficientes… Nunca se ha visto jamás que una guerra prolongada haya beneficiado a algún estado… Los precios se elevan cuando está presente un ejército, pero la riqueza del pueblo se agota ya que le suben los impuestos.”). La guerra de legitimación fué iniciada hace 3 años, y no hay visos de victoria alguna en el horizonte.

Los consejos que aparecen en el libro “El arte de la guerra” fueron dados por el brillante estratega chino Sun Tzu hacia el año 500 antes de nuestra era. Dos mil quinientos años después, un hombrecillo megalómano y soberbio en un país llamado México gobernado por una corriente ideológica reaccionaria y recalcitrante terminó haciendo todo lo que aconsejó Sun Tzu, pero al revés.

La sangrienta guerra declarada por Felipe Calderón es una guerra sin posibilidades de triunfo, y para darse cuenta de ello sólo basta ver un mapamundi. Al norte de México se encuentra el mayor mercado de drogas ilícitas del planeta, cuyos consumidores están dispuestos a pagar lo que sea con tal de seguir envenenando sus mentes y sus cuerpos. Y al sur de México están los países en donde la hoja de la coca se ha estado cultivando inclusive desde antes de que los Conquistadores españoles pusieran pie en el continente americano. México está, pues, como la carne de un sandwich, atrapado entre los mayores productores de cocaína del planeta y los mayores consumidores de cocaína del planeta. Lo único que puede hacer el gobierno de México es tratar de actuar como una barrera de contención para impedir que los productores le hagan llegar su producto a los consumidores. Pero esto no va a ocurrir ni hoy ni mañana ni años después de que Felipe Calderón haya abandonado su descalabrado gobierno que le ha costado tan caro al país entero. A menos de que se cometa un acto de genocidio al norte de México acabando con todos los consumidores de droga, o a menos de que se destruyan tantos plantíos de coca que la misma planta pase a ser una especie en vías de extinción y tras esto a ser una especie extinta, el enorme flujo de drogas a través de México continuará. Felipe Calderón le ha mentido al pueblo de México desde el día en que dijo que esta guerra se iba a ganar.

Desde el punto de vista económico, pese a los “gloriosos decomisos” anunciados a través de la propaganda oficialista (decomisos debidos en su mayor parte a denuncias ciudadanas y no a una labor investigativa inteligente y honesta), el consumo de drogas no ha disminuído, por el contrario, ha aumentado, y los narcotraficantes se han hecho mucho más ricos de lo que ya eran antes de que Felipe Calderón ascendiera a la Presidencia de México. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) confirmó el 23 de diciembre del 2009 que el narcotráfico se ha convertido en el negocio ilegal más rentable del mundo. Según se desprende del Informe Mundial de Drogas de Naciones Unidas, en 2009 dicho negocio produjo ganancias por 64 mil 339 millones de dólares en todo el planeta, y con base en datos aportados por el gobierno de Estados Unidos, el cártel que dirigía hasta hace unos días Arturo Beltrán Leyva, quien perdió la vida el 16 de diciembre del 2009 en un enfrentamiento con efectivos de la Armada de México, “movilizó 5 mil 800 millones de dólares en 18 años”. En agosto del 2009, el fiscal general estadunidense, Eric Holder, comentó, asimismo, que la organización de Beltrán Leyva, introdujo entre 1990 y 2008 unas 200 toneladas de cocaína y una cantidad similar de heroína, y que con sus actividades obtuvieron unos 5 mil 800 millones de dólares en esos 18 años. Sin embargo, las propias autoridades estadunidenses, apunta el informe de la ONU, reconocen que los hermanos Beltrán Leyva están lejos de la posición que ocupa Joaquín El Chapo Guzmán. Recuerda que la revista Forbes incluyó a Guzmán en la lista de los hombres más influyentes del mundo, con una fortuna superior a los mil millones de dólares. Y según el Informe Mundial de Drogas de Naciones Unidas 2009, Estados Unidos sigue siendo el principal consumidor mundial de narcóticos debido a que consume cocaína por unos 8 mil 572 millones de dólares cada año. El precio del kilo de la hoja de coca aumenta dramáticamente desde su producción en los países andinos hasta su venta como cocaína en las calles de Estados Unidos. Un campesino colombiano recibe entre 500 y mil dólares por kilo de pasta básica, la materia prima con la cual los narcotraficantes obtienen la cocaína. Las organizaciones de narcotraficantes pagan en Colombia unos dos mil dólares por el kilo de cocaína ya procesada. Este precio se multiplica unas seis veces cuando es colocado en México, donde las organizaciones criminales pagan hasta 12 mil 500 dólares por cada kilo de cocaína, precio que se triplica cuando es colocado en Estados Unidos. Finalmente el precio de la cocaína a su valor en la calle al menudeo en los países desarrollados llega a unos 100 mil dólares por kilo (hasta 106 dólares por gramo en Estados Unidos y 67 euros por gramo en Europa), según cifras correspondientes a 2007, citadas por el informe Mundial sobre las Drogas de Naciones Unidas. El problema al norte de México entonces es que no sólo se tiene el mercado de mayor consumo de drogas del planeta, sino que los consumidores tienen dinero de sobra para convertir a sus proveedores en los hombres más ricos del planeta como lo es el caso de Joaquín el Chapo Guzmán. Ese mercado seguirá allí sin importar qué haga o no haga Felipe Calderón como Presidente de México, y al consumidor norteamericano de drogas no le importa en lo absoluto que para el mantenimiento de su vicio hayan de morir miles de mexicanos y se haya de corromper todo el aparato judicial encargado de administrar justicia en México. Simple y sencillamente no le importa. Por otro lado, si algún iluso alberga todavía esperanzas de que se pueda erradicar por completo de una vez por todas y para siempre el cultivo de la hoja de coca en Sudamérica, deberá entonces poner atención a lo que nos dice la siguiente nota:

Legalizará Evo Morales la cocaína de sus bases campesinas
Associated Press
29 de diciembre del 2009

El gobierno del Evo Morales legalizará la coca cultivada por sus bases campesinas por décadas y revertirá tierras de quienes siembren el arbusto en el resto del territorio boliviano, informó una autoridad.

El viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, dijo hoy en rueda de prensa que con la “legalización” de una parcela de mil 600 metros cuadrados por cada uno de los 45 mil 700 cocaleros del Chapare y otras mil hectáreas en otra región, los cocales legales se elevarán de 12 mil hectáreas actuales a 20 mil.

Ubicada en el centro de Bolivia, el Chapare fue la mayor zona cocalera que por años resistió a sangre y fuego la erradicación de coca, lo que convirtió a Morales en aguerrido líder sindical hasta saltar a la política a finales de los 80.

Legalizar la coca del Chapare es una antigua promesa electoral que Morales se propone cumplir tras haber sido reelecto con el 64% de los votos en las elecciones del 6 de diciembre, lo que le da pleno control de la Asamblea Legislativa Plurinacional que asumirá el 22 de enero.

El mandatario habló de “legalizar” la coca de esa región el sábado durante un encuentro con sindicalistas cocaleros de los que aún es líder.

Su vicepresidente Alvaro García explicó el martes que se trata de “legalizar lo que ya existe”. “Esa coca ya estaba cuando nosotros llegamos al gobierno (enero 2006), se trata de legalizar y definir una nueva estructura para limitar la expansión de la coca, no es algo nuevo”, explicó.

La legislación reconoce como legales 12 mil hectáreas de coca en la zona de Yungas al norte de La Paz donde se cultiva desde el tiempo de los incas para usos tradicionales. Pero en 2004 el gobierno de entonces acordó con los cocaleros movilizados, reconocer la parcela para cultivadores del Chapare.

Según Cáceres la futura ley mantendrá 12 mil hectáreas en Yungas y legalizará 7 mil hectáreas en el Chapare y otras mil hectáreas en Caranavi también al norte de La Paz.

Los excedentes, es decir 10 mil 500 hectáreas, serán erradicados en acuerdo con los cultivadores. “En el resto del territorio la siembra será ilegal, se revertirá la tierra, seremos duros”, dijo Cáceres.

La base para la legalización será un nuevo censo que permitirá conocer los usos tradicionales de la coca y su crecimiento que será finalizado en julio de 2010 con apoyo de la Unión Europea que aportó 410 mil euros.

Morales no ha tenido éxito en controlar la expansión de coca que en 2008 creció en 6% hasta alcanzar a 30 mil 500 hectáreas según un estudio de la ONU y tampoco el narcotráfico a pesar de los golpes a las mafias locales. El mismo estudio dijo que la capacidad potencial de fabricar cocaína subió en 9% ese año.

Eso sí, su política de erradicación es pacífica y concertada con los sindicatos en comparación con gobiernos anteriores cuando hubo muertos. Cáceres dijo que en 2009 se erradicó 6 mil 341 hectáreas y se confiscó 27 toneladas de cocaína.

Diplomáticos estadounidenses indicaron antes que al menos un 90% de la coca del Chapare es desviada a la fabricación de cocaína, lo que Cáceres rechazó.

El propio Morales dijo en varias ocasiones que aún conserva su cato (parcela) de coca en el Chapare y que cuando se retire de la política volverá a la vida rural.

Vista la imposibilidad de poder contener el tráfico de drogas que pasa por México hacia los Estados Unidos, la siguiente pregunta a estas alturas es casi una pregunta obligada:

¿Qué tiene que ganar México, como nación, a cambio de que con gran sacrificio y la muerte de sus millares de jóvenes, soldados y ciudadanos, y la consecuente destrucción de su ya de por sí debilitada economía, ponga todo de su parte para impedir que la droga pueda llegar a los Estados Unidos?

La cruda respuesta a esta última pregunta es obvia: ¡Nada!, absolutamente nada. En este sentido, los Estados Unidos se han comportado con su vecino del sur como el mayor de los ingratos. A cambio de una lucha desgastante que le ha costado a México miles de millones de dólares y la pérdida de miles de vidas con una secuela de miles de viudas y huérfanos para los cuales el gobierno de Felipe Calderón no ha ofrecido ninguna ayuda, lo único que el gobierno norteamericano le había proporcionado a México al mes de noviembre del 2009 era la cantidad ridícula de 214 millones de dólares producto de la iniciativa Mérida, una cifra que no representa ni siquiera el 14 por ciento de la cantidad inicialmente ofrecida, una “ayuda” condicionada que llegó con imposiciones tan humillantes que ningún otro país en el globo terráqueo la habría aceptado excepto el gobierno panista de Felipe Calderón, una dizque ayuda que no alcanza ni siquiera a cubrir la centésima parte de lo que la guerrita emprendida por Felipe Calderón le ha costado al país y la cual no puede ser usada para ayudar con un solo centavo a las millares de víctimas inocentes que han perecido a causa de la guerra insensata declarada por Felipe Calderón con la única finalidad de legitimarse en el poder. Y para colmo de males, las armas de alto poder con las cuales el narcotráfico mexicano se ha armado hasta los dientes sembrando a México de cadáveres son armas que llegan desde los mismos Estados Unidos, país en el que el cuestionable derecho de los ciudadanos a comprar y portar armas de alto poder ha sido elevado a rango constitucional y defendido a capa y espada por organizaciones como la National Rifle Association sin importarles las consecuencias que tal “derecho” pueda tener no sólo para su vecino al sur sino inclusive para ellos mismos. Esto no va a cambiar haga lo que haga el gobierno de México.

Ya que Felipe Calderón está empeñado con toda la necedad y terquedad del mundo en continuar con su sangrienta guerra contra el narcotráfico a costa de las vidas de sus compatriotas (incluyendo las vidas de muchos que votaron por él y que hoy se arrepienten de ello), lo menos que debería de hacer el gobierno norteamericano sería unírsele al gobierno mexicano. Pero esto no va a ocurrir, porque el gobierno norteamericano en este sentido no es tan estúpido como el gobierno de Felipe Calderón; aprendió muy bien las lecciones históricas asimiladas en los tiempos de la prohibición cuando a instancias de personajes pintorescos como la ultraconservadora moralista Carrie Nation se promulgó en los Estados Unidos la ley Volstead, mejor conocida como la ley seca con la cual se proclamó ilegal la producción y la venta de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. Al amparo de dicha ley nacieron las poderosas mafias de traficantes de licores como Al Capone, y la nación entera se sumergió en un caos tal que no hubo más remedio que darle palo a los ultramoralistas derogando dicha enmienda constitucional. Al ser repelida la ley seca, desaparecieron como por arte de magia muchas de las bandas criminales cuyo principal negocio era precisamente la producción y distribución ilegal de bebidas alcohólicas. Si hoy mismo el gobierno norteamericano decidiese emprender una guerrita en contra de sus propios capos como la que desató Felipe Calderón, Estados Unidos estaría inmerso en una matazón enorme y la paulatina destrucción de su economía, tal y como está ocurriendo en México, máxime que los grandes capos norteamericanos están mucho mejor armados y pertrechados que sus colegas en México y el daño que pueden ocasionar en Estados Unidos es miles de veces mayor si el gobierno norteamericano se atreve a meterse con ellos. Esta es la razón del por qué casi nunca vemos en las noticias norteamericanas el arresto de alguien como el Chapo Guzmán o como Pablo Escobar Gaviria o como Amado Carrillo Fuentes o como Arturo Beltrán Leyva pero con apellidos anglosajones o italianos. No es que en Estados Unidos no existan esos capos rubios, lo que pasa es que el gobierno norteamericano casi nunca se mete con ellos manteniendo una frágil tregua no escrita con la finalidad de no terminar como ha terminado México bajo Felipe Calderón.

Un tema que al gobierno norteamericano no le gusta mucho tratar en los medios es el relacionado con la distribución de las drogas de consumo ilícito en los Estados Unidos. El alcance de las redes de distribución es tal que cualquier ciudad norteamericana por pequeña que sea tiene garantizado su acceso a cualquier tipo de droga, trátese de una pequeña ciudad en Kansas o en la escuela secundaria de un poblado rural de Kentucky. Para mantener una operación de esta magnitud andando, es imposible lograrlo con una cuadrilla de diez, cien, o inclusive mil empleados. Se necesita una red de operaciones tan vasta y tan amplia como las que utilizan las cadenas de tiendas comerciales como Wal-Mart y Sears Roebuck, que debe incluír necesariamente enjambres de contadores (para mantener la cuenta de las ganancias), supervisores de nivel alto y nivel medio, guardias de seguridad, choferes, secretarias, empleados de limpieza, oficinas de trabajo, en fin, lo mismo que lo que requiere cualquier otra empresa de gran escala. Hay estimativos que sitúan la cantidad de gente dedicada a la distribución de drogas desde las grandes ciudades hasta las más pequeñas entre 100 mil y 200 mil empleados por lo menos. La desarticulación de esta red de distribución indudablemente tendría un impacto directo e inmediato sobre el consumo de drogas en los Estados Unidos, pero ello sería a costa del desencadenamiento de una terrible represalia como la que desencadenó Felipe Calderón en México arrastrando consigo a muchas víctimas inocentes. Obviamente, ni el FBI ni la DEA están interesados en romper la “tregua”, por desagradable que ello sea, seguramente hasta saben quiénes son sus grandes capos rubios que están a cargo de estas operaciones, pero a estas alturas del juego la cacería de grandes narcotraficantes es válida para el gobierno norteamericano siempre y cuando se toque a los mexicanos, a los colombianos, a los bolivianos y a los peruanos, pero nunca a los mismos capos norteamericanos, porque es importante que se mantenga la imagen de que el único verdaderamente corrupto y malvado es el capo latinoamericano, a diferencia de los capos norteamericanos que son la más pura imagen del “hombre de negocios” que en cierta forma mantiene a la economía norteamericana andando, y si alguien tiene duda sobre ésto que empiece a escribir aquí mismo su propia lista con los nombres de grandes capos norteamericanos de ojos azules que haya sido detenidos en territorio norteamericano en los últimos 10 años por el FBI o por la DEA (y no estamos hablando de los pequeños narcomenudistas en su mayoría hispanos que de vez en cuando hacen las noticias sino de los grandes capos norteamericanos, el equivalente de Pablo Escobar Gaviria o Arturo Beltrán Leyva pero con apellido anglosajón y operando desde grandes mansiones en el mismo territorio norteamericano), con el consecuente desmantelamiento de sus vastas redes de distribución.

A estas alturas existe ya una percepción generalizada de que la guerra contra las drogas, recrudecida por la militarización de dicha guerra llevada a cabo por el Estado mexicano (Felipe Calderón), es una guerra fracasada sin posibilidades de triunfo, y se está considerando ya la posibilidad de emprender a cabo un programa para la legalización de las drogas como se llevó a cabo en Holanda. Y esta propuesta ni siquiera se está analizando con toda la seriedad del mundo en México, es una propuesta que está siendo debatida ya precisamente en los Estados Unidos como podemos verlo en la siguiente nota:

Se fortalece propuesta de legalizar las drogas
David Luhnow
Wall Street Journal
26 de diciembre del 2009

En los 40 años transcurridos desde que Richard Nixon declarara una “guerra contra las drogas”, su oferta y demanda no han variado de modo significativo. La única diferencia es el costo que esto acarrea para los contribuyentes estadounidenses: más de un billón de dólares.

Un alto funcionario mexicano que lleva más de dos décadas en la lucha del Gobierno contra el narcotráfico resumió recientemente lo que había aprendido en su dilatada carrera: “no se puede ganar esta guerra”.

Hace apenas unos días, fuerzas especiales de la Armada de México ingresaron a un edificio de departamentos de lujo y asesinaron a Arturo Beltrán Leyva, un narcotraficante cuya organización había ayudado a transportar a Estados Unidos cocaína y marihuana por varios miles de millones de dólares durante los últimos 10 años, según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos. (DEA por sus siglas en inglés).

Días después de la muerte de Beltrán Leyva, funcionarios mexicanos intentaban predecir quién ocuparía su lugar. Casi nadie esperaba que su asesinato moderara el narcotráfico o la horrenda violencia ligada a este fenómeno, que en los últimos tres años ha cobrado 15 mil víctimas.

Un número creciente de funcionarios mexicanos y estadounidenses señalan, al menos en privado, que el principal golpe que se le puede asestar al negocio de los cárteles mexicanos de la droga es legalizar su principal producto: la marihuana.

La droga más popular del mundo representa más de la mitad de los ingresos de los cárteles mexicanos.

“En términos económicos, no hay ningún argumento o solución, salvo la legalización, al menos de la mariguana”, señala un alto funcionario mexicano. Añade que tal medida trasladaría casi la totalidad de la producción de mariguana a lugares como California, donde se puede cultivar en forma más eficiente y más cerca de los consumidores. “El objetivo de México debería ser transformar a EU en un país autosuficente en cuanto a la mariguana”, dice con una sonrisa irónica.

No es el único que piensa así. Tres respetados ex presidentes latinoamericanos, Ernesto Zedillo, César Gaviria y Fernando Henrique Cardoso, señalaron en un editorial que los gobiernos deberían evaluar seriamente la legalización de la mariguana como una herramienta efectiva para combatir los violentos carteles del narcotráfico.

Si la guerra contra las drogas ha fracasado se debe, parcialmente, a que se ha librado sin entender el negocio del narcotráfico. La política antidrogas estadounidense, por ejemplo, contribuyó sin querer al ascenso de los cárteles mexicanos. A finales de los años 80 y principios de los 90, Washington combatió enérgicamente el transporte de cocaína desde Colombia a Estados Unidos a través del Caribe, la ruta más barata del narcotráfico. Pero eso sólo hizo que el tráfico se trasladara a México, la segunda ruta más barata. En 1991, 50 por ciento de la cocaína dirigida a Estados Unidos ingresaba a través de México. En 2004, la cifra había llegado a 90 por ciento.

El cambio en la cadena de suministro se produjo en momentos en que Colombia libró una exitosa guerra para dividir a los cárteles de Cali y Medellín en decenas de proveedores más pequeños.

Ambos acontecimientos ayudaron a los cárteles mexicanos, que ahora podían dictar los precios. Antes, los cárteles colombianos le decían a los mexicanos lo que pagarían por la cocaína al por mayor. Ahora, los mexicanos obtenían el precio que más les convenía.

Algunos funcionarios mexicanos sugieren en privado que Estados Unidos debería facilitar el tráfico de droga desde El Caribe como una forma de perjudicar a los cárteles mexicanos.

“¿Preferiría desestabilizar a pequeños países en El Caribe o a México, que comparte una frontera de 3 mil 200 kilómetros con Estados Unidos es su tercer socio comercial y tiene 100 millones de habitantes?”, dice uno de ellos.

Hoy, las organizaciones de narcotráfico más exitosas del mundo son las mexicanas. A diferencia de los cárteles colombianos de los años 80, que dependían casi exclusivamente de la cocaína, los grupos mexicanos se especializan en cuatro drogas: mariguana, cocaína, metanfetaminas y heroína. México es el segundo productor de mariguana del mundo, detrás de Estados Unidos, el mayor proveedor de metanfetaminas de EU, una escala clave en el tránsito de cocaína desde Sudamérica Estados Unidos y el mayor productor de heroína del hemisferio.

Cualquier gobernante puede desencadenar una guerra arrastrando a una nación al marasmo, eso ya lo demostró Hitler con su invasión a Polonia en 1939. Pero no cualquiera es capaz de terminarla. Y el problema en México es que el Presidente prácticamente impuesto sobre una nación entera por los terribles poderes fácticos que se unieron y conspiraron para imponerlo como Presidente es un hombre soberbio que carece de la suficiente humildad para reconocer que se equivocó, para pedir perdón a sus compatriotas por el trágico costo de su equivocación, y para dar marcha atrás haciendo las cosas que se deberían haber hecho bien desde un principio, lo cual no incluye continuar una guerra idiota que ni los consumidores norteamericanos de droga ni el gobierno norteamericano le van a agradecer a México. Pero Felipe Calderón, al igual que Hitler, es incapaz de reconocer y mucho menos tratar de enmendar el yerro cometido, su inmensa soberbia le impide aceptar el daño que le ha causado ya a la Nación y que tal vez lo mejor que podría hacer es preparar sus maletas para entregar el poder.

Son ya muchos, tal vez demasiados (para el gusto del actual Presidente que mal gobierna a México desde Los Pinos) los analistas y académicos independientes que opinan que la guerra idiota es una guerra perdida, como el siguiente:

La guerra perdida
A Contracorriente
René Avilés Fabila
Revista Siempre! número 2953
17 de enero del 2010

Hace ocho días exactamente, los diarios anunciaban algo dramático: el sábado anterior fue, hasta hoy, el día más violento, más brutal, del sexenio de Felipe Calderón. Hubo 52 ejecuciones por toda la República, sólo en Ciudad Juárez asesinaron a 13 personas. Las cifras suben rápidamente, México lleva en tres años más de 15 mil muertos, entre delincuentes, civiles, militares y policías. Estos son los resultados de una guerra que según los voceros oficiales y el propio presidente va ganando el Estado. No acaba el gobierno calderonista de cantar la muerte de Beltrán y varios de sus compañeros, cuando los narcotraficantes asesinaron a la familia de la única baja que sufrió la Marina. El optimismo oficial se derrumbó.

Al parecer, como la guerra de Estados Unidos en Vietnam o ahora en Irak y Afganistán, la victoria sólo está en el discurso oficial. Lo más curioso del asunto es que Felipe Calderón acaba de instruir a los diplomáticos mexicanos para que borraran la fea imagen que los medios estaban dando del país. Misión imposible, debió pensar cada embajador o cónsul que recibía la disposición. ¿Cómo explicarle a los europeos, a los latinoamericanos, a los africanos o a los norteamericanos, que no es para tanto, que nada ocurre en México y que en todo caso el gobierno está por eliminar a los delincuentes para que volvamos a ser un país gozoso y lleno de turistas que gastan sus ahorros o de empresarios que invierten? Cuando ya los diplomáticos habían pensado en qué decir en sus misiones, llega un día negro y resultan 52 ejecuciones. Ni en la peor época de Colombia, las cosas estaban tan graves.

Pero no es todo. El narcotráfico ha penetrado todas las esferas del gobierno, incluso a las fuerzas armadas y a los policías, en diferentes escalas. Incluso la Iglesia católica recibe en su seno las piadosas almas de los rufianes o acepta sus limosnas y hasta la amistad de algún capo discreto. Los carteles han sabido adueñarse del país y no quieren perderlo. Avanzan con mayor rapidez que las fuerzas armadas y sus dirigentes, no son una pesada burocracia y aprenden a no dividirse más, a distribuirse el país como en Estados Unidos hicieron los gángsteres generados por la prohibición de bebidas alcohólicas. Cambian su personalidad y no son más los tipos fácilmente detectables. Con los Beltrán Leyva posiblemente acabe una generación de tipos obvios, gustosos de fiestas, mujeres y pruebas evidentes, ostentosas, de sus ganancias. Comenzarán a ser menos detectables, pero aumentarán su poder en la nación.

Se necesita hacer un esfuerzo mayor a la sola idea de poner a las fuerzas armadas a recorrer calles, con las protestas que ello genera en la sociedad y en los medios de comunicación. Pero ya Calderón está absorto en la sucesión presidencial. Falta poco más de dos años para hacer los respectivos destapes y el PAN carece de candidato. Por más que hace cambios y cambios en su gabinete, no halla más que fracasos. Con un gobierno así, la guerra con el narcotráfico está, como dije hace mucho tiempo aquí mismo, perdida.

El conocido editorialista Sergio Sarmiento, uno de los que más estuvieron a favor del candidato presidencial panista Felipe Calderón y que seguramente votó por él en las funestas elecciones del 2006, tenía que decir lo siguiente al haberse cumplido la mitad del igualmente funesto sexenio de Felipe Calderón:

Amedrentados
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
24 de diciembre del 2009

“No habremos de amedrentarnos por criminales sin escrúpulos”.
Presidente Felipe Calderón

Entiendo que el gobierno no puede rendirse ante el crimen organizado, pero es imposible no sentirse inquieto cuando el presidente Felipe Calderón declara que “no habremos de amedrentarnos” tras la ejecución de la madre y los familiares del marino Melquisedet Angulo Córdova en su humilde vivienda de Paraíso, Tabasco.

Los altos funcionarios pueden darse el lujo de no amedrentarse ante los actos de violencia de los criminales. Siempre están resguardados por escoltas, camionetas blindadas, altos muros y dinero. El ataque contra la familia del maestre Angulo, caído en el operativo de Cuernavaca contra Arturo Beltrán Leyva, nos recuerda que quienes no pueden darse el lujo de no estar amedrentados son los mexicanos comunes y corrientes.

Muchas veces nos han dicho los altos funcionarios y políticos que en la lucha contra el narco el que nada debe nada teme. Pero la realidad es muy distinta. Nada debía, pero mucho tenía qué temer, la señora Irma Córdova Pérez, madre del maestre Angulo. Nada debía tampoco Patricia Terroba, quien pagó con su vida el haber salido de su casa en el fraccionamiento Los Limoneros de Cuernavaca durante el operativo de la narcoposada del 11 de diciembre. Nada debían tampoco los ocho muertos y un centenar de heridos por la detonación de una granada en los festejos por la independencia del 15 de diciembre de 2008 en Morelia. Nada debía Anahí Guillén Méndez, de tres años de edad, quien falleció por las heridas causadas por la explosión de una granada el pasado 16 de diciembre también en la capital michoacana.

La lista de víctimas inocentes de la guerra contra el narco es grande y crece cada día. Podrán decirnos los políticos que son bajas inevitables, pero nadie puede negarnos el derecho a tener miedo, a sentirnos amedrentados tanto por los criminales como los soldados y policías que nos apuntan con sus armas en los retenes y se meten a nuestras casas sin órdenes de cateo por supuestas denuncias anónimas.

Todas las muertes son un pequeño precio a pagar en el camino a la victoria contra el narco. Son las palabras típicas de los políticos y los comandantes en todas las guerras. La muerte de inocentes es un sacrificio, pero el fin siempre justifica los medios. Hay una victoria en el horizonte que hará que todo el esfuerzo valga la pena. Eso le dijeron al pueblo alemán el káiser en 1918 y el führer en 1945.

Pero ¿cuál podría ser la victoria en esta guerra contra el narco? ¿Realmente acabaremos con la producción o la distribución de drogas? ¿Podrá el Gobierno detener a todos los narcotraficantes y conseguir que nadie en México o en los Estados Unidos se meta ya en el cuerpo sustancias perjudiciales a su salud?

La verdad es que ésta es una guerra sin posibilidad de triunfo. Arturo Beltrán Leyva, el jefe de jefes, está muerto, pero esto no detendrá el tráfico ni el consumo de drogas. Veremos batallas entre nuevos operadores que con creciente violencia se disputarán los territorios del capo muerto.

En las cumbres del poder esto importa poco. Todo conflicto tiene bajas civiles que no deben distraer a los comandantes en su cometido. Es mejor que alguien muera a que pueda fumar un cigarrillo de marihuana.

Ahora ni siquiera quieren que tengamos miedo. “No dejaremos que nos amedrenten” nos dicen desde atrás de sus barreras de escoltas y de los gruesos muros de las residencias oficiales. La verdad, sin embargo, es que la sociedad mexicana está amedrentada y tiene toda la razón de estarlo.

La desesperación en México ha llegado a tal grado que inclusive grupos sociales importantes han estado reclamando desesperadamente la intervención de la ONU para hacer frente a la descomposición social que padece el país, propuesta que el “autosuficiente” y soberbio Felipe Calderón ha rechazado tajantemente, porque él no necesita ayuda ni consejos de nadie para hacer lo que le pegue la gana en el país del cual es Presidente.

A la necedad de aferrarse a una guerra mal planeada que no se puede ganar el Presidente Calderón ha sumado pronunciamientos grandielocuentes tales como uno que ha repetido insistentemente en el sentido de que el baño de sangre que vive México es una “clara señal de triunfo” porque los grupos criminales están desesperados, y que esta guerra se está ganando “aunque no lo parezca” (como lo muestra el siguiente cartón de Fisgón):





Si esto es cierto, entonces cuando la delincuencia organizada empiece a matar gobernadores, senadores y alcaldes y a dinamitar edificios y escuelas eso deberá ser visto como algo buenísimo porque han de estar “desesperadísimos”. Sobre todo esto, otro conocido analista nos hace las siguientes observaciones publicadas en varios medios:

El sexenio que vivimos en peligro
José A. Crespo
Analista Político
15 de enero del 2010

Felipe Calderón nos anuncia, como augurio de un feliz y próspero 2010, que continuará el combate contra el narcotráfico en los mismos términos en que lo emprendió al inicio de su gobierno. Eso, para ampliar nuestra seguridad y libertades. Pero justamente la seguridad y las libertades son las que más han sufrido bajo esa estrategia.

El número de víctimas de la narcoviolencia se ha incrementado año tras año. La tendencia apunta a que en 2010 las víctimas serán alrededor de nueve mil; en 2012, de 13 mil y, en todo el sexenio, de 50 mil. Algo que celebrar para quienes han comprado el argumento de que, si la violencia crece, es porque “vamos ganando la guerra a los narcos”, pues con ese silogismo, estaríamos cada vez más cerca de la victoria sobre los cárteles. Ha dicho Calderón que “interviene el gobierno porque hay violencia y crimen y no al revés. No es que haya violencia y crimen porque interviene el gobierno” (8/I/10).

El fenómeno, en realidad, no es unidireccional, sino bidireccional. El narcotráfico es equiparable a un avispero en un rincón de la casa, que resulta molesto, pero no desastroso, si se tiene cuidado.

Si uno decide arremeter a escobazos contra ese panal, creyendo que con eso será destruido, el resultado será que las avispas saldrán furiosas y van a invadir toda la casa y hacerla, ahora sí, inhabitable. Los diez o 15 himenópteros que puedan eliminarse a cada golpe no compensan las decenas que, a raíz de ello, salen a atacar. Y, en la desesperación, los escobazos caen también sobre los habitantes de la casa, lo que la hace aún más inhabitable.

El problema es que, incluso si los inquilinos llegan a entender que ese no era el mejor método para lidiar con el avispero, tardará mucho tiempo en que las avispas regresen a su panal. En otras palabras, si el próximo Presidente de la República da un viraje a la estrategia (algo que seguramente ocurrirá), no le será fácil regresar a los índices previos de inseguridad y violencia, menos graves que los actuales.

El problema para los ciudadanos es que las víctimas inocentes de la narcoviolencia cada vez dejan de ser “daños colaterales” –es decir, víctimas no planeadas–, para convertirse en blancos específicos. Eso ocurrió, desde luego, con el asesinato de la familia del marino Melquisedet Angulo Córdoba. Infortunado hecho que refleja que el Estado mexicano entró a una guerra cuya dinámica desconocía y para la cual no estaba preparado.

Otros sucesos que reflejan que los ciudadanos comunes somos cada vez más blancos planeados, son los menores de edad baleados a quemarropa al salir de su escuela, en Tijuana.

Y están ahí también los numerosos periodistas asesinados. Es una estrategia deliberada de los capos, para elevar los costos de la guerra en su contra, algo totalmente previsible por los especialistas cuando Calderón puso en marcha su estrategia.

Y, para complicar más el panorama, está la vulnerabilidad de los ciudadanos comunes frente a las labores del Ejército que cumple funciones policiacas en la lucha contra los cárteles. Bien se sabe que el entrenamiento de guerra que reciben los militares, aunado al fuero del que gozan, son propicios para que se afecten los derechos humanos, la integridad física y la vida de quienes, culpables o no, caigan en manos del Ejército.

Este conflicto se empieza a semejar a la “guerra sucia” de los setenta, en que guerrilleros o sospechosos de serlo desaparecían, eran torturados y muertos, por encima del orden jurídico (en lugar de que se les aplicase estrictamente la ley, respetando al mismo tiempo sus derechos fundamentales).

Ahí está el caso reciente de Josefina Reyes, activista de derechos humanos en Ciudad Juárez, que denunció la desaparición de sus hijos a manos de elementos del Ejército, recibió varios allanamientos intimidatorios en su casa, por parte de militares en función policiaca, y terminó asesinada la semana anterior. Hay desde luego elementos para sospechar que su muerte es adjudicable al Ejército.

En Juárez, muchos lo dan por hecho, según lo han expresado en sus protestas. “El Ejército es un peligro para México”, decía una de sus mantas.

De ser así, entonces estamos no sólo bajo fuego cruzado, sino que cada vez nos hemos erigido en blancos planeados, tanto de los cárteles como de las instituciones que presuntamente nos protegen. Calderón bautizó 2009 como “el año que vivimos en peligro”. Pero, en virtud de esta fallida guerra, cada vez más fuera de control, tendremos que calificar estos años como “el sexenio que vivimos en peligro”

Si vemos cualquier guerra como una guerra de recursos en la cual el que tenga una gran cantidad de recursos tendrá posibilidades de salir triunfante, entonces el gobierno federal bajo Felipe Calderón no sólo es un gobierno en desventaja por ser un gobierno con estrecheces económicas sino que inclusive ha fracasado en la importante tarea de quitarles a los narcotraficantes la materia prima que los mantiene en pie: su dinero (lo cual es una ironía tomando en cuenta lo implacable y eficiente que ha resultado ser el fisco mexicano bajo las administraciones panistas en contra de los causantes cautivos, los contribuyentes cumplidos), como podemos verlo en la siguiente nota:

Fracasa combate al lavado
Rolando Herrera
Agencia Reforma
21 de enero del 2010

El Gobierno mexicano ha fallado en el combate al lavado de dinero proveniente del crimen organizado.

Según el último reporte disponible de la PGR -que abarca de septiembre de 2008 a julio de 2009-, sólo se decomisaron 2.9 millones de dólares y 4 millones de pesos mediante procesos judiciales.

En contraste, en Italia, las autoridades han despojado a la mafia de cerca de 10 mil millones de dólares y de 12 mil bienes en el último año y medio, resaltó Samuel González, ex fiscal de la extinta Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada.

“Aquí hay una acusación al Gobierno federal porque sí está dando algunos resultados en otros lados. (Pero) si no golpea las estructuras financieras del narco, si no les quita los capitales, como en Italia, no va a bajar la violencia nunca porque los cárteles conservan su capacidad de compra de armas, de corrupción y su capacidad de recontratación de personas”, explicó en entrevista. (Los ingresos que genera el narcotráfico en México rondan los 20 mil millones de dólares anuales, lo que significa que lo decomisado mediante procesos judiciales es insignificante, ¿cómo es posible que una masa de dinero de ese tamaño no sea detectada por el SAT o por las áreas de inteligencia de las policías mexicanas?).

En su Tercer Informe de Labores, la PGR indicó que de septiembre de 2008 a julio de 2009 inició 263 averiguaciones previas por lavado de dinero, consignó a 96 presuntos criminales y consiguió 14 sentencias condenatorias contras 15 procesados. Es más el dinero que han recogido el Ejército y la Marina en los retenes o cuando ataca a los delincuentes que lo que ha recogido el SAT.

Francesco Forgione, ex presidente de la Comisión Parlamentaria Antimafia de Italia advirtió que la captura o muerte de capos mexicanos del narcotráfico, como Arturo Beltrán Leyva o Teodoro García Simental, tendrán poco impacto dentro de las organizaciones criminales ya que lo fundamental es neutralizar su estructura económica y su arraigo entre la población.

De haber sido Felipe Calderón un poco más humilde, más flexible y menos soberbio tras haber arrastrado al país a su guerra idiota, es posible que a estas alturas ya habría implementado un plan de acción de varios puntos como el siguiente:

(1) Reconocer que el problema del consumo de drogas en los Estados Unidos es un problema de Estados Unidos, no de México. Si la sociedad norteamericana no está dispuesta a cambiar sus hábitos de envilecimiento personal, esa es decisión de sus juventudes usando su libre albedrío. México no tiene nada que ganar tratando de impedir a gran costo económico y humano que los norteamericanos dejen de consumir sus drogas por la ausencia del producto.

(2) Al igual que como se hizo en Holanda, legalizar el consumo de drogas en México, pero manteniendo la producción y distribución de las drogas bajo el control del Estado con el fin de arrebatarles de una vez por todas y para siempre a las familias de narcotraficantes su mercado nacional casero en México privándolos de esta fuente de ingresos. Al no tener ganancias producto del tráfico de drogas en México por no estar en condiciones de poder competir con el Estado, la única fuente de ingresos les provendría del transporte de la droga a través de México hacia los Estados Unidos, en cuyo caso ese será un problema del gobierno norteamericano, no de México. Si el gobierno norteamericano quiere declararle a sus propios capos una guerrita costosa y sangrienta como la que empezó Felipe Calderón en México, que lo haga, es su problema, aunque se duda que lo hará vistas las amargas experiencias de los tiempos de la prohibición de la venta de alcohol y la catástrofe en la cual Felipe Calderón hundió al país. Lógicamente, los que más se oponen y se opondrán a la legalización del consumo de drogas son y seguirán siendo los mismos narcotraficantes por significar el fin de su lucrativo negocio, y para impedirlo movilizarán todos sus recursos y toda la corrupción que han logrado comprar en el Congreso de la Unión.

(3) Aceptar y reconocer que se puso al mando de la Procuraduría General de la República a la peor clase de gente que se pudiera haber encontrado en todo México para el combate a la delincuencia organizada, echarlos a la calle, y buscar gente cuyo pasado sea menos cuestionable.

(4) Condicionarle al gobierno norteamericano cualquier cooperación futura de México en el combate al narcotráfico a cambio de que se deroge la Segunda Enmienda Constitucional que le permite a los ciudadanos norteamericanos la libre fabricación, venta y uso público de las mismas armas de alto poder con las cuales se están pertrechando los cárteles mexicanos de las drogas. Si el Congreso norteamericano no está dispuesto a hacer esto, entonces el gobierno de México tampoco está comprometido ni ética ni moralmente a pagar los costos de una causa que no es suya ni los mexicanos están en obligación alguna de exponer y perder sus vidas en algo para la cual no se tiene la colaboración debida del principal interesado.

(5) Reconocer y aceptar que el problema de la drogadicción, en el extremo del consumidor, es un problema de salud pública y no un problema de criminalidad. (En Estados Unidos, el 80 por ciento de la población apoya la legalización de la mariguana y casi la mitad está a favor de despenalizarla de manera general de acuerdo a una encuesta reciente realizada por la cadena de televisión ABC en el marco del aval que la Asamblea general de Nueva Jersey dio el pasado 11 de enero para la despenalización del estupefaciente con fines terapéuticos.). Al drogadicto lo único que le interesa es obtener la droga que su cuerpo le pide con desesperación, y no le importa en lo absoluto que las fuertes sumas de dinero que paga por su droga terminan siendo utilizadas para financiar ejércitos de sicarios como Los Zetas o enriquecer desmesuradamente a la gente más amoral que pueda haber sobre el planeta. Si el Estado toma en sus manos directamente la producción controlada y la distribución de drogas adictivas arrebatándole ese mercado a los narcotraficantes, el precio del producto se puede precipitar hacia los suelos quitándole por un lado el atractivo que representa para las mafias del narcotráfico, y quitándole por otro lado a los drogadictos mexicanos la razón principal que tienen de robar, esto es, el poder obtener las fuertes sumas de dinero que necesitan para poder comprarle la droga a los narcotraficantes que los tienen enganchados. Al poder obtener los drogadictos su droga directamente del Estado a bajo costo, este factor de criminalidad se desvanece y con ello los asaltos y crímenes en los que los drogadictos se ven orillados a incurrir ante la desesperación por el producto que necesitan. Por otro lado, con los drogadictos plenamente identificados al tener una razón para salir de las sombras, el Estado tendría por vez primera una oportunidad para intentar rehabilitarlos ayudándolos primero a controlar y después a prescindir de su farmacodependencia al igual que como ocurre con los grupos de Alcohólicos Anónimos. (Hay medicamentos como la Metadona que han sido utilizados exitosamente en programas gubernamentales de rehabilitación). Es mejor curar que criminalizar. Es mejor sanar que castigar (esto en lo que se refiere al adicto, porque en lo que respecta a los capos y sus sicarios para esos no hay más salvación que un perdón superior que no le toca a los humanos dar como tampoco hay castigo alguno en las leyes humanas que pueda ser suficiente para la magnitud de sus crímenes). Y por otro lado, al tenerse una programa de distribución de drogas a bajo costo para drogadictos subsidiado y controlado por el Estado en vez de mantenerlas como un producto prohibido, se quitaría mucho del “glamour” que actualmente tienen las drogas para las juventudes de hoy. En realidad, los que más se oponen a una posible legalización de las drogas son los mismos narcotraficantes que no sólo tienen mucho que perder si tal cosa llega a ocurrir sino todo a perder. Las “guerras santas” emprendidas por la derecha ultraconservadora de México en contra de una posible legalización de las drogas benefician directamente a las grandes mafias de narcotraficantes. No debe causar asombro que los grandes cárteles de la droga mexicanos hayan derivado de una forma u otra del otrora poderoso Cártel de Guadalajara que estuvo operando impunemente en la misma ciudad desde donde opera la vasta red de espionaje montada por la sociedad ultraderechista encubierta Tecos, la cual jamás movió un solo dedo para ayudar a México a acabar con esta amenaza que sólo se empezó a tambalear a resultas del asesinato del agente federal antidrogas Enrique Camarena Salazar en la ciudad de Guadalajara. Si algo han demostrado los hechos, no se cuenta en lo absoluto con la ayuda de la gente de la nefasta ultraderecha mafiosa para al menos combatir a las mafias del narcotráfico en México, seguremente porque tienen intereses comunes tales como impedir la instalación de un gobierno izquierdista que les pueda poner los grilletes a ambos.

(6) La legalización de las drogas sometida bajo control del Estado puede empezar con una legalización parcial cuando el fin esté justificado para fines médicos. La satanización total que los moralistas con sus campañas moralizadoras han hecho de las drogas ha tenido el alto costo de que se haya hecho a un lado el aspecto positivo que pueden tener como recursos valiosos en el paliativo de enfermedades dolorosas cuando estas pueden ser útiles bajo prescripción médica. Se ha condenado innecesariamente a cientos de miles de enfermos terminales a una agonía prolongada y dolorosa en grado extremo cuando fármacos potentes como los opiáceos ofrecen un paliativo que puede ayudar a mitigar la penura previa a una muerte inevitable, se les ha negado una valiosa ayuda brindada por la Naturaleza que no tiene substituto. Y se ha negado a igual número de enfermos el acceso a un recurso que les puede ayudar a controlar mejor algunas enfermedades crónicas. En California ya se aprobó a mediados de enero del 2010 la legalización de la mariguana con fines médicos cuando su consumo se lleve a cabo bajo supervisión médica, y el 21 de enero del 2010 la Suprema Corte de Justicia de California desechó una iniciativa de ley que buscaba imponer límites en la cantidad de posesión de mariguana a personas que por su enfermedad la consumen con el voto unánime de los jueces magistrados. Estas medidas que fueron aprobadas por los votantes en California en 1996 permite a personas con enfermedades como cáncer y otros males crónicos consumir mariguana con fines medicinales, con el propósito de poder enfrentar las molestias que su enfermedad les presenta. La satanización de los enfermos que necesitan de fármacos tranquilizantes para los cuales el hombre no ha podido desarrollar substitutos sintéticos en el laboratorio no es muy diferente de la satanización moralista de las jovencitas a las cuales como la niña Paulina de Tijuana se ha estado obligando a tener el hijo del tipo que las violó (inclusive excomulgándolas si intentan interrumpir un embarazo producto de una violación, una pena extrema que la Iglesia no aplica a los narcotraficantes y sus capos sicarios).

(7) De la ciudad mártir que más ha sufrido los estragos de la loca guerra desatada por Felipe Calderón para legitimarse, Ciudad Juárez, clasificada el año 2009 como la ciudad más violenta del mundo, surgió una idea recientemente hecha realidad con la cual efectivamente se neutraliza y desarticula por completo la capacidad que antes tenían los cárteles de la droga en México para poder amenazar a los ciudadanos que se atrevieran a interponer una denuncia en contra de ellos delatándolos así como dar por terminada su capacidad corruptora de los centros receptores de denuncias telefónicas en México con lo cual podían ser puestos sobreaviso de una denuncia en contra de ellos a los pocos instantes de haber sido puesta una denuncia permitiéndoles escapar tranquilamente. La idea puesta en marcha al iniciar el 2010 consistió en sacar fuera de México los centros de recepción de denuncias telefónicas, recurriendo al programa Crime Stoppers con el cual las denuncias telefónicas no se reciben en ningún lado de México sino fuera del país, en Canadá y en los Estados Unidos, en alguno de los centros ubicados al azar en varias ciudades, bajo vigilancia directa del FBI, la DEA e incluso la CIA, con garantía total de anonimato para los denunciantes que ahora no tienen nada que temer para hacer saber alguna información importante fuera de México. La implementación del programa de denuncias ciudadanas anónimas Crime Stoppers para Mexico con los centros receptores ubicados fuera del pais, quitándolo de las manos de las policías locales, las policías estatales, e incluso de la PGR y el mismo Felipe Calderón, no sólo garantiza plena protección y confidencialidad a los denunciantes blindándolos de cualquier riesgo o peligro, sino que al ser canalizada hacia México se puede saber por la hora en la que la información fue canalizada hacia México y la hora en la que se inició alguna acción si hubo un retraso deliberado de horas para darle la ventaja a los capos denunciados de poder escapar, y se puede medir por vez primera el grado de penetración e infiltración del narcotráfico en México. Con la disponibilidad de esta valioso recurso el licenciado Dowell Delgado, las autoridades de dicha ciudadconvocaron a la formación de una vasta red de inteligencia ciudadana para participar en el combate al fatídico crimen organizado. Con millones de ojos ciudadanos puestos encima de los narcotraficantes y sus sicarios, y los centros receptores de denuncias anómimas ubicados fuera de México dando plena garantía de confidencialidad a los denunciantes, existe la posibilidad de convertir al país entero en un verdadero infierno para los enemigos de México que ya no se podrán sentir seguros en ningún lado adondquiera que vayan y por dondequiera que anden. Desde cualquier parte de la República Mexicana se pueden hacer denuncias ciudadanas anónimas al teléfono de llamada gratuita:

01-800-220-TIPS (8477)

o al teléfono:

088-90089

desde cualquier parte de México. Y puesto que todas las denuncias quedan registradas a la hora exacta en la que fueron hechas, será fácil saber si alguien en México les dió a los denunciados el “tip” para permitirles huír con unas tres o cuatro horas de ventaja.

(8) Impulsar o cooperar con un esfuerzo de colaboración internacional en un esfuerzo multinacional para desarrollar vacunas en contra de drogas como la cocaína y la heroína, algo que varios expertos consideran posible y factible desde hace tiempo. Al romperse el ciclo de farmacodependencia la principal fuente de ingresos de los narcotraficantes puede sufrir un golpe demoledor, incluso fatal, privándolos de los mismos recursos que necesitan para poder seguir operando. Pero esto requiere suministrarle más recursos a las instituciones educativas de prestigio en México capaces de llevar a cabo tal labor investigativa en vez de quitárselos para despilfarrarlos en una guerra idiota que en tres años no ha llevado a México a ningún lado excepto al barranco. Hay un esfuerzo mundial para el desarrollo de vacunas que terminen definitivamente con el problema de la farmacodependencia, un esfuerzo en el que el gobierno calderonista ha estado notoriamente ausente pese a contar México con una de las mejores universidades del mundo de acuerdo al ranking mundial.

(9) Endurecer hasta donde sea necesario endurecer las penas en contra de los narcotraficantes que sean culpables del tráfico de drogas llevado a cabo al interior de México. El 29 de diciembre del 2009 la República Popular de China puso un buen ejemplo de ello ejecutando a un narcotraficante británico (la primera que realiza el gobierno chino de un ciudadano europeo en cerca de 60 años) de nombre Akmal Saikh, el cual fue sorprendido llevando consigo una maleta con casi cuatro kilos de heroína a Urumqi en 2007 en un vuelo de Tayikistán a China, sin tragarse los argumentos de la defensa de que el narcotraficante “sufría” de inestabilidad mental y que había sido “atraído hacia el delito sin querer” (posiblemente estos serían los mismos argumentos que usaría la defensa legal en México de Joaquín El Chapo Guzmán en caso de ser recapturado en México, pero en caso de ser capturado en China lo más seguro es que allá sería ejecutado sin atenderse las peticiones de clemencia a su favor), lo cual es entendible dada la mala experiencia que tuvo China con las guerras del opio que destruyeron al imperio. Pese a las enormes deficiencias que haya tenido el sistema comunista soviético actuando como estado policía totalitario, un punto indudable a su favor es que bajo tal sistema el narcotráfico no existía ni tenían en su territorio a capos tan poderosos como Pablo Escobar Gaviria de Colombia o como el Chapo Guzmán de México, y bajo dicho sistema de gobierno la drogadicción entre las juventudes era prácticamente inexistente porque ningún aspirante a narcotraficante podía esperar acumular una fortuna inmensa sin que el Estado se diera cuenta de ello, ni hubiera tenido un lugar en donde ocultarla, y en esa época todos los aspirantes a narcotraficantes terminaban con un merecido balazo en la nuca cortesía del Estado protector. Si se les va a enfrentar a sangre y fuego como lo decidió Felipe Calderón hace 3 años, debería de haberse tomado en cuenta que estos hampones sin alma están más allá de cualquier redención posible y cualquier intento por rehabilitarlos reincorporándolos como gente productiva dentro de la sociedad es un ejercicio inútil. ¿Qué narcotraficante acostumbrado a ganar de manera fácil 10 mil dólares diarios se va a regenerar y resignar al salir de prisión a tomar un trabajo mediocre en el que ganará un salario mínimo en México de cinco dólares diarios? ¿Y quién le dará empleo a un ex-convicto con antecedentes penales de narcotráfico? El endurecimiento de las leyes en México en contra de los narcotraficantes y sus sicarios a sueldo debe ir aparejado con el desistimiento del despilfarro de recursos públicos en la defensa de estos hampones que son capturados y sentenciados a muerte en el extranjero por haber creído que en otros países podían llevar a cabo las mismas barbaridades que están cometiendo en México con tanta impunidad. Un ejemplo reciente es el del narcotraficante Roberto Miramontes Román. detenido el 9 de enero del 2009 por haberle dado muerte con un rifle de asalto AK-47 a una mujer policía madre de dos hijos, Josie Greathouse Fox, el cual estaba en Estados Unidos en calidad de indocumentado dedicándose a actividades propias del narcotráfico. Se le hizo fácil matar en los Estados Unidos a una mujer policía como seguramente ha matado a muchos policías y gente inocente en México, sin ponerse a pensar que su destino es hoy la pena de muerte por haberlo hecho no en México sino en Estados Unidos. Y la misma suerte están enfrentando cinco narcotraficantes mexicanos en China a los que se les hizo fácil hacer allá las mismas barbaridades que impunemente hacen en México. En vez de salir a la defensa de estos animales usando como lo ha hecho en otras ocasiones argumentaciones estúpidas tales como la violación de “sus derechos consulares” (como ocurrió con el tristemente célebre caso de Joe Medellín en el cual lo único que logró el gobierno de Felipe Calderón fue cubrirse de infamia y descrédito en el extranjero), el gobierno de México debería y debe dejar completamente solos sin ayuda alguna a esos hampones para que en el extranjero les apliquen la pena de muerte que merecidamente se buscaron. La misma Secretaria de Estado norteamericana le ha sugerido ya al gobierno de México aplicar esta receta infalible que Felipe Calderón hasta hoy se ha negado a impulsar en el Congreso de la Unión. Dada la brutalidad con la que operan los cárteles de la droga en México y sus dirigentes, y considerando el hecho de que no hay forma posible en la que esta gente pueda ser rehabilitada e incorporada productivamente dentro de la sociedad, lo único que se puede hacer con esta gente es aplicarles una política de cero tolerancia. Así lo entendieron los soldados de la Marina de México que enfrentaron al capo Arturo Beltrán Leyva, un despiadado narcotraficante cuya ausencia no será echada de menos por los familiares de sus miles de víctimas incluídos los familiares del coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Edgar Millán Gómez.

La alternativa terrible de tratar inútilmente de rehabilitar a estas lacras sociales concediéndoles todo tipo de beneficios legales que no merecen en vez de enviarlos a un paredón de fusilamiento como traidores a la Patria (como se acostumbraba hacerlo en la Unión Soviética) es continuar perpetuando a un costo social enorme el florecimiento de mafias poderosas con guerras imposibles de ganar. Cabe agregar aquí que de acuerdo a varias encuestas la mayoría de los mexicanos apoya la aplicación de la pena de muerte a narcotraficantes, sicarios y secuestradores homicidas, y si no se ha cumplido la voluntad del pueblo de México ello es otra prueba más de que la democracia de México no está funcionando como democracia representativa dada la renuencia de los poderes fácticos a escuchar la voluntad de los mexicanos sobre este asunto. (De cualquier manera, el Partido Verde Ecologista de México que en el 2009 propuso la pena de muerte tuvo un ascenso considerable en los votantes que se inclinaron hacia él, lo cual debería ser tomado como un mensaje que amerita ser escuchado.) Si no se está dispuesto a enfrentar a los cárteles de la droga con toda la dureza que se les pueda aplicar, incluída la pena de muerte, el Presidente Felipe Calderón no tiene ningún derecho de seguir sacrificando las vidas de miles de mexicanos en una guerra idiota que él mismo desencadenó.

(10) Utilizar la poca fuerza y autoridad moral que le queda para hacer lo posible para garantizar que el proceso electoral del 2012, las próximas elecciones presidenciales, la dupla derecha-ultraderecha y los poderes fácticos aliados a ella no repitan una historia similar a la ocurrida en el 2006, porque de lo contrario el tipo que suceda a Felipe Calderón como Presidente de México se verá muy tentado a recurrir a otra locura con el fin de legitimarse en el poder justo en el momento en que el pueblo de México ya está abriendo los ojos y se está empezando a hartar de las promesas incumplidas del “cambio” que nunca ocurrió, al menos para bien.

¿Y qué posibilidad hay de que se implemente en su totalidad para todo México algo como lo que se acaba de señalar? Ninguna. Felipe Calderón, como el derechista soberbio que es, jamás aceptará el haber “metido la pata” como lo hizo con consecuencias tan funestas para todo México. Ya en su mensaje a la Nación con motivo del año nuevo 2010 dado el 6 de Enero del 2010, dejó muy en claro que por lo que le resta de su sexenio mantendrá su guerra idiota que otros habrán de pagar con sangre y fuego, instando en cambio a rechazar visiones “pesimistas” (como las de aquellos “pesimistas” que sólo son capaces de fijarse en los gasolinazos inflacionarios que el gobierno calderonista propinó al pueblo de México al terminar el 2009 y al comenzar el 2010, o las de aquellos “pesimistas” que sólo son capaces de ver las miles y miles de ejecuciones que la guerra idiota ha ocasionado en México sin fijarse en todas las felicitaciones que ha estado recibiendo en el extranjero Felipe Calderón por esta guerra, o como las de aquellos “pesimistas” que sólo son capaces de ver el enorme aumento que ha habido en la pobreza en México bajo las administraciones de la derecha sin fijarse en que hay algunos a los que les sigue yendo muy bien, entre ellos los dueños y accionistas de las televisoras que le permitieron llegar a la Presidencia de una manera más que chueca.)


-------------------------


POST SCRIPTUM:


El 22 de febrero del 2010, tras años de debates Dinamarca abrió en Copenhague su primera clínica de distribución gratuita de heroína bajo vigilancia médica, para ayudar al núcleo duro de toxicómanos muy fuertemente dependientes, uniéndose así a Alemania, Suiza, Holanda y Gran Bretaña que han avalado la prescripción médica de heroína a un número restringido de personas que siguen dependientes pese a las terapias de substitución. Los razonamientos para avalar la apertura de esta clínica de distribución gratuita de heroína son que al facilitarle a los drogadictos daneses su acceso a la droga ya no tendrían necesidad de andar asaltando bancos y robar con lujo de violencia en las calles y en los hogares para poder obtener el dinero para pagarle a los narcotraficantes sus altos precios por la droga, y al serles facilitada la heroína en forma gratuita por el Estado se podía golpear al crimen organizado en Dinamarca en donde más le duele, en sus ingresos, en el bolsillo, privándolo de los clientes que tenía enganchados.

¿Serviría esta medida en México para golpear duramente a la delincuencia organizada minándole sus recursos? Indudablemente, por las mismas razones esgrimidas por el gobierno danés. ¿Se llevará a cabo en México? Es poco probable, y menos cuando un Diputado tan prominente como el hijo del distinguido ex-precandidato presidencial panista Manuel Clouthier ha acusado al mismo Presidente de México Felipe Calderón de estar protegiendo al Cártel de Sinaloa enardeciendo a los panistas que sólo ven por sus intereses personales (léase “preservación de privilegios y puestos lucrativos en el gobierno”) y por la sucesión presidencial que debe llevarse a cabo en el 2012.

Ninguna otra parte de México refleja mejor el desastre en el cual Felipe Calderón metió al país como lo que está sucediendo en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, en relación a la cual apareció el siguiente editorial:

México: el gobierno no puede
Jorge Ramos, periodista
UNIVISION
10 de febrero del 2010

La última masacre en Ciudad Juárez indica claramente que el actual gobierno de México no puede solo. Hay un enorme vacío de autoridad que, bala a bala, han ido llenando los narcotraficantes.

El incidente del pasado 31 de enero muestra la absoluta impunidad con que actúan los narcos en Juárez. Cerraron una calle en Villas de Salvarcar, dispararon contra tres casas, se metieron a una, acorralaron a quienes se encontraban en el patio y, luego, siete hombres armados mataron a 15 personas, la mayoría estudiantes. Así terminó una fiesta de cumpleaños.

¿Y la policía? ¿y el Ejército? Bien gracias. Llegaron… pero después de la masacre.

“¿Para qué los queremos aquí presumiendo sus armas?” le dijo a la prensa la madre de uno de los estudiantes asesinados. “No estuvieron cuando los necesitamos; que se larguen y nos dejen en paz”.

La realidad es que los 16 mil soldados y policías que supuestamente protegen Ciudad Juárez tampoco pueden. El año pasado mataron ahí a unas 2 mil 650 personas, según calcula la agencia Reuters. (Más de siete por día.) Y en lo que va de este año ya van 230 muertos (CNN). Eso, en cualquiera otra parte del mundo, hubiera generado protestas multitudinarias donde se pidiera la renuncia, por ineficaces, del alcalde, del gobernador y hasta del presidente. Pero todos esos señores siguen en sus puestos.

Grupos de ciudadanos están solicitándole a la Organización de Naciones Unidas que envíe a sus soldados, –los Cascos Azules–, a patrullar Ciudad Juárez. Es su último recurso. Pero tanto el presidente, Felipe Calderón, como el alcalde de Juárez, José Reyes, se oponen. ¿Qué proponen entonces?

Esta negativa de pedir ayuda del exterior es típica de los políticos mexicanos. El rechazo, siquiera, a explorar la posibilidad de la presencia de soldados de la ONU en Juárez me recuerda cuando el expresidente Miguel de la Madrid se negó a aceptar ayuda del exterior en las primeras horas que siguieron al terremoto de 1985. El resultado de esas negativas se mide en muertes, muchas muertes.

El presidente Felipe Calderón ha brillado por su ausencia en Juárez. Ha ido dos veces en dos años y solo por unas horas. Mañana será la tercera ocasión que esté en esa ciudad, según anunció.

La última masacre lo sorprendió en Japón. Pero el gobierno está tan acostumbrado a tantos asesinatos que Calderón no consideró necesario recortar su viaje y regresar al país para enfrentar esta crisis.

¿Cuántos muertos se necesitan para que el presidente considere que se trata de una verdadera emergencia? Quince en una casa, obviamente, no fueron suficientes.

“Esa ola de violencia está invariablemente asociada a una realidad de México”, dijo Calderón desde Tokio, “que estamos justo frente al lado del consumidor de drogas más grande del mundo (y que) no tiene el menor empacho de vender hacia nuestro país todas las armas que puede.”

Es cierto. Mientras haya consumidores de drogas en Estados Unidos habrá narcotraficantes en México. Pero echarle la culpa a Estados Unidos no resuelve la violenta situación en Ciudad Juárez. La realidad es que el gobierno mexicano no le puede garantizar la vida a sus ciudadanos. Y eso es poco gobierno.

Por eso el debate sobre el “estado fallido” en las páginas de los diarios y la Internet. Si el estado no ha fallado, entonces que lo demuestre y garantice lo mínimo necesario a los mexicanos: la vida.

Las cosas están empeorando. Enero fue el mes más violento que recuerde México con 933 asesinatos vinculados al narco, según la agencia EFE. Y febrero ya huele mal.

La última vez que estuve en Ciudad Juárez la gente me decía que prefería quedarse en su casa para evitar la violencia. Pero ya ni eso sirve. Lo único seguro es que pronto habrá otra matanza, y luego otra más…

El mismo día en el que fue difundido el editorial que acabamos de ver, se publicó lo siguiente en el principal periódico de esa ciudad (y del Estado de Chihuahua):

Otra carta al Presidente sin respuesta (desde el infierno)
Carlos Murillo, Abogado
EL DIARIO
10 de febrero del 2010

Señor Calderón: otra vez le escribo para platicarle el infierno que vivimos los juarenses, por cierto, qué bueno que vino, aunque sea en su burbuja. Y qué malo que el Estado Mayor Presidencial no le permitirá ver nuestra realidad, lo verá usted en una tarjeta informativa, que últimamente no han sido muy efectivas.

Ojalá que repita el ejercicio de su Secretario de Gobernación que se arrimó a ver el drama de los familiares del “juvenicidio”, como usted sabrá, así se le ha llamado a la masacre de ESTUDIANTES, disculpe que le escriba en mayúsculas, pero es que ya antes lo habían informado mal sus asesores y pues cometió la “Foxada”, de afirmar –desconociendo– que los 16 jóvenes asesinados cobardemente habían sido perpetrado en un pleito entre pandillas. Muy mal.

Ojalá que le pongan enfrente a Perla De la Rosa, ella es una mujer destacada en la promoción cultural y ya en días pasados tuvo las faldas de decirle sus verdades al abogado Gómez Mont, el jefe de su gabinete, que en otras ocasiones había acusado a la sociedad juarense de tener la culpa por ser “permisivos”, ¡vaya tipo! ¡vaya doble moral de los de su calaña! Y no le voy a decir no se vale, ni siquiera le voy a mencionar la justicia, que tanta falta hace para nuestra querida ciudad, no, le voy a pedir un poco de cordura, de razón, ya si es posible que tengan sentido común.

Su mismo correligionario panista Cruz Pérez Cuéllar ya lo dijo y los juarenses ahí si lo apoyamos, señor Presidente: acepte que perdió la guerra contra el narco. Ese mensaje es la voz de los chihuahuenses.

Antes teníamos un sistema político autoritario con gobernabilidad, lo aceptamos porque ahora vemos la diferencia: hoy en día sufrimos un sistema débil sin gobernabilidad.

Pero no quiero entrar en debates ideológicos, simplemente hay que aceptar que estamos en la peor crisis y esto es obra en gran parte del mal manejo de las políticas públicas a nivel federal y desde ahí en un efecto dominó hasta los gobiernos locales. Su gobierno, con todo respeto, ha fracasado y seguirá fracasando mientras no acepte la realidad. Yo no le pido la renuncia, al contrario le exijo que termine lo que comenzó.

La tendencia de su gobierno es una regresión en términos de la anhelada democracia. Mire, desde que sacó al Ejército a las calles teníamos la sensación de que esto terminaría mal y mal está acabando, pero no lo voy a regañar como Gómez Mont intentó regañarnos, simplemente el problema ya está, ahora vamos a resolverlo.

Échele ganas, piense como dice la famosa frase de Bismark: “en las siguientes generaciones; como los estadistas, no en las siguientes elecciones; como los políticos”. Juárez es muy noble, ha recibido a gente de todo el país y les brinda la oportunidad de progreso, de un mejor nivel de vida. Aporta con los impuestos lo que otros estados completos no aportan, es un lugar extraordinario con personas hospitalarias, ¡pero no abusen!, ¡póngase a trabajar en su parte!, lo demás lo hacemos nosotros, porque sepa usted que nunca hemos necesitado que nos den, ¡pero por favor que no nos quiten!

Se lo dejo a su conciencia. Y a sabiendas que no leerá está carta, lo invito a que visite más seguido Juárez para que vea el infierno en que usted lo ha convertido.

Seis semanas después de la masacre en Ciudad Juárez, apareció el siguiente editorial en el conocido rotativo The New York Times:

In Mexico, Promises Do Little to Ease a City's Pain
(Critica The New York Times las promesas fallidas de Calderón)
Elisabeth Malkin y Ginger Thompson
THE NEW YORK TIMES
16 de marzo del 2010

En las seis semanas que han transcurrido desde que un comando armado asesinara a 15 personas en una colonia popular de esta ciudad, las autoridades, el gobernador, psicólogos e incluso la esposa del presidente han visitado la región.

La primera dama Margarita Zavala prometió construir un campo para jugar futbol americano en un terreno cercano atestado de basura. Los psicólogos se dedicaron a jugar con los niños del vecindario en un intento de ayudarlos a sobrellevar su situación.

Pero luego se fueron todos. El terreno sigue baldío y los niños siguen teniendo problemas para dormir.

“Quisiera regresar el tiempo”, comentó una madre de tres que aquella noche perdió a su esposo cuando éste salió al rescate de su hijo de 16 años, cuyas piernas quedaron tan lastimadas que es posible que no vuelva a caminar. La mujer se negó a proporcionar su nombre por miedo a que quien haya estado detrás de los asesinatos regrese para eliminar a los testigos. “Quisiera que todo fuera un sueño y que todos volvieran”, expresó. Luego se encogió un poco de hombros.

Los asesinatos de aquella noche en Villas de Salvárcar, una colonia de modestas casas de concreto ubicada a las afueras de esta urbe fronteriza, desataron una serie de medidas políticas que continuaron el pasado martes cuando el presidente Felipe Calderón visitó la ciudad por tercera vez desde la tragedia.

Ansioso por demostrar que el Gobierno federal está comprometido con poner fin a la violencia relacionada con las drogas que ha cobrado un saldo de 500 muertos en Juárez desde el 1 de enero de este año –incluyendo a tres personas relacionadas con el Consulado de Estados Unidos, muertas a tiros el sábado–, el mandatario llegó a la localidad con una lista de programas sociales de los que espera que tranquilicen a los habitantes cada vez más molestos de la misma.

En las semanas transcurridas desde los asesinatos en Villas de Salvárcar, el presidente ha cambiado de táctica, reconociendo que su énfasis en una solución militar para poner fin a la violencia de los cárteles de drogas no será suficiente. Hay 10 mil soldados y agentes de Policía patrullando las calles de la ciudad, pero cada semana la violencia parece crecer con mayor descaro.

Un editorial de primera plana publicado en El Diario de Juárez pregunta: “¿Cómo pueden sentarse los ciudadanos con sus autoridades para definir en dónde se construirá un parque o se remozará un espacio público, sin que exista primero una mínima garantía de que sus hijos podrán salir sin quedar expuestos a los actos criminales?”.

Lucinda Vargas, directora general del Plan Estratégico de Juárez, indicó que Calderón finalmente está abordando el enfoque adecuado, al combinar una solución policiaca con un énfasis en la reforma judicial y los programas sociales.

“En un principio pensaron que podría tratarse de algo fácil de solucionar”, dijo Vargas. “Les sorprendió que no nos mostráramos tan agradecidos.

“No soy ingenua para creer que esto se acabará de la noche a la mañana”, añadió. “Si las cosas están avanzando en la dirección correcta, el crimen organizado se sentirá amenazado. Un indicio del funcionamiento de las medidas es el aumento en la violencia”.

Acompañado en Juárez por su esposa, gran parte de su gabinete y el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, Calderón dio a conocer la extensión de un programa contra la pobreza, además de la creación de becas a fin de que los adolescentes terminen la preparatoria, durante un evento en el gimnasio de una escuela.

El mandatario pasó buena parte de la tarde en el centro de conferencias de un hotel escuchando la lista de los programas gubernamentales de su gabinete, pero recibió respuestas airadas de parte de líderes civiles.

Dos días después, el conocido editorialista Sergio Sarmiento plasmó las siguientes observaciones:

Ganar la guerra
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
18 de marzo del 2010

Lo primero que uno debe saber al entrar a una guerra es si la victoria es posible. De nada sirve comprometer recursos y efectivos en un combate que no se puede ganar. Lo segundo es saber cuál será el costo de la victoria. Es importante también definir qué victoria se persigue.

¿Cuál sería la victoria en la guerra contra el narco que ha emprendido nuestro país? Lo ideal sería terminar el tráfico de drogas ilegales a Estados Unidos, el consumo de enervantes en nuestro país y la violencia del narco.

Nadie se aventura a definir la victoria así, sin embargo, porque se volvería imposible de lograr.

Los objetivos se vuelven así más modestos: disminuir el tráfico de drogas, el consumo en México y la violencia. Pero nadie se atreve tampoco a poner cifras concretas a las reducciones que se buscan.

Desde por lo menos un punto de vista (¿el oficialista?), el gobierno del presidente Felipe Calderón ha obtenido los triunfos más importantes de la historia –no sólo de México sino de Norteamérica– en la lucha contra el narco. Las victorias en las batallas, sin embargo, no significan que estemos ganando la guerra.

No pasa una semana sin que sepamos del arresto o la muerte de algún narcotraficante o sicario de gran relevancia.
La lista es interminable, pero entre los más notables de los últimos meses están Arturo Beltrán Leyva, muerto en Cuernavaca, y El Pozolero, capturado en La Paz.

Los decomisos de droga y de dinero realizados por las autoridades mexicanas han sido los mayores de la historia: desde el cargamento de 10 toneladas de cocaína encontrado en Manzanillo el 5 de octubre de 2007 hasta los más de 205 millones de dólares en efectivo que se le encontraron a Zhenli Ye Gon el 15 de marzo de 2007.

Pero ¿significa eso que estamos ganando la guerra? No lo creo, a pesar de todos estos triunfos parciales.

La información disponible señala que el consumo de mariguana y cocaína en los Estados Unidos se ha mantenido estable en los últimos años, pero el precio ha descendido.

Esto sugiere que la oferta ha aumentado. El consumo de drogas sintéticas, mientras tanto, se está incrementando en la Unión Americana.

Incluso en México, la Encuesta Nacional de Adicciones apunta que el consumo de drogas está aumentando.

La violencia vinculada al crimen organizado parece también estar aumentando.

Si bien el secretario de Seguridad Pública del gobierno federal, Genaro García Luna, afirmó este martes que los homicidios dolosos vinculados al crimen organizado han bajado, los registros que mantienen los medios de comunicación señalan, por el contrario, un alza constante en los últimos años. (El pomposo anuncio fabricado con cifras amañadas por el gobierno calderonista coincidió con el asesinato de funcionarios consulares norteamericanos en Ciudad Juárez que indignó a la Casa Blanca y al mundo entero, y resta decir que por lo menos el gobierno y el pueblo norteamericanos dudan por decir lo menos que el gobierno panista de México esté ganando la sangrienta guerra desencadenada por la ultraderecha conservadora en el poder.)

Hasta donde yo puedo ver, México está perdiendo la guerra contra el narco en los tres frentes relevantes: el tráfico, el consumo interno y la violencia.

Las detenciones y muertes de narcotraficantes, así como los decomisos de drogas, propiedades y dinero, no han servido para detener el crecimiento del narco en ninguno de estos tres campos.

Lo peor de todo es que ni siquiera puedo entender cómo podría el Estado mexicano obtener una victoria. En el mercado de la droga, cada triunfo importante de la autoridad se traduce en aumentos de precios, los cuales crean incentivos para la producción y la distribución.

Me parece que que el gobierno nos ha comprometido en una lucha en que la victoria es imposible.

MENOS ATRACTIVOS

“México parece haber perdido el atractivo para la inversión extranjera, como lo demuestran las cifras de los últimos tres años, y no nos equivoquemos, no ha sido solamente la crisis.”

Las palabras del agregado comercial español en México, Luis Zapico Landrove, son un balde de agua fría.

La inversión extranjera directa cayó 58 por ciento, de 27 mil a 11 mil millones de dólares. La inseguridad jurídica y el riesgo político parecen ser los factores fundamentales en esta caída.

El prolífico escritor y periodista norteamericano Charles Bowden, autor de varios libros entre ellos su más reciente titulado Murder City: Ciudad Juarez and the Global Economy's New Killing Fields ha expresado lo siguiente acerca de la guerra emprendida por Calderón:

“Cuando Calderón tomó el poder y declaró la guerra contra el narcotráfico, menospreció el poder que éste tiene. Inició el ataque, perdió el control, y miles de inocentes han muerto por su arrogancia y estupidez”.

agregando a lo anterior las observaciones de que en el cuarto de siglo en que el Estado Mexicano ha combatido al narcotráfico las autoridades norteamericanas han creado una confrontación interna por el dinero que este negocio produce, el cual es tan grande que si México terminara con el negocio de las drogas, “la economía nacional se colapsaría”, ya que de acuerdo al periodista después del petróleo, las drogas son la segunda fuente más grande de ganancias para México, muy por encima del turismo y de las remesas del extranjero, aclarando que aunque es muy difícil señalar una cifra exacta sobre las ganancias del narcotráfico en México de acuerdo a varios analistas estas pueden ser fijadas entre 30 mil y 50 mil millones de dólares al año, de modo tal que “las remesas del extranjero, consideradas como la segunda fuente legítima de ingresos más grande, generan 20 mil millones”. Señalando que la guerra de Calderón contra el narco no está perdida por el hecho de que “simplemente nunca comenzó en serio”, hizo un llamado a que las autoridades consideren com posible alternativa la legalización del uso de narcóticos, afirmando “no entienden que la droga no se va a ir, y mientras existan las leyes antidrogas que tenemos en Estados Unidos, se va a seguir fomentando una industria gigantesca ilegal, que sólo ha generado drogas más baratas y de mejor calidad, y ha disparado el número de presos en el país para tener la mayor proporción de encarcelados per capita en el mundo”.

El 28 de marzo del 2010, en un tardío y extemporáneo reconocimiento público que puede tomarse como una muestra más de lo que siempre fue percibido como una actitud de hipócresía o que puede ser tomado como una aceptación de que la descalabrada guerra de legitimación emprendida en contra de los cárteles del narcotráfico en México en realidad no contemplaba ni pretendía el objetivo triunfal proclamado en sus inicios, Felipe Calderón aceptó que es imposible acabar con las drogas y eliminar su consumo.

¿Entonces en que queda la proclamación triunfalista hecha en enero del 2007 por el recién juramentado Presidente de México de que esta guerra “la vamos a ganar”? ¿Cuál es entonces ahora la definición de victoria en esta “guerra” que le ha valido muchas felicitaciones en el extranjeros de parte de países que no han tenido que pagar los costos terribles de tan imbécil decisión tomada desde la cúspide del poder federal por el Comandante en Jefe del Ejército? ¿Cómo es posible justificar ahora las decenas de miles de muertos incluídos millares de víctimas inocentes que van desde niños y niñas de dos años de edad hasta estudiantes de postgrado de excelencia académica del TEC de Monterrey e inclusive hasta funcionarios consulares norteamericanos? ¿Qué se les puede decir ahora a las millares de viudas y huérfanos que les pueda servir de consuelo?

Hay una razón por la cual Felipe Calderón ha hecho el reconocimiento público de que no es posible acabar con las drogas y eliminar su consumo: ya se dió cuenta de que le quedan menos de 3 años en el poder, y tomando en cuenta que en el año 2012 todos los ojos de México estarán puestos en las elecciones presidenciales y en el hombre que pueda ser su sucesor sin que a nadie le importe ya lo que diga no lo que haga, convirtiéndose en lo que en la política se conoce como un “pato cojo” o lame duck, el año venidero del 2011 se convertirá efectivamente en su último año de gobierno, llegando a su fin cualquier capacidad de negociación y convocatoria que pudiera haber tenido desde su fracturada presidencia. Y ya se dió cuenta de que una vez que deje el poder le habrá heredado a cualquiera que sea su sucesor un México ensangrentado por serios conflictos internos que seguirán costando millares de muertos a menos de que el cada vez más ultraderechizado PAN sea expulsado del poder y entre en su lugar otra opción que sea capaz de dar un “golpe de timón” repudiando el pasado calderonista que llevó a una nación entera al borde del abismo.

Veamos ahora el siguiente editorial elaborado con motivo de la masacre de dos estudiantes de postgrado del Instituto Tecnológico de Monterrey, precisamente los representantes de la clase media alta y super-alta que le dió todo su apoyo a Felipe Calderón para impedir que Andrés Manuel López Obrador pudiera llegar a la Presidencia de México en el 2006:

La república está ensangrentada
Columna En la línea
Félix Fuentes
Revista Siempre! 2966
18 de abril del 2010

Las protestas masivas en Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Reynosa contra el narcotráfico han sido ignoradas por el gobierno de Felipe Calderón, pero debiera poner atención a la del Tec de Monterrey, porque la encabezan los hijos de potentados regiomontanos y si éstos rompen con el panismo, el primer mandatario se verá en situación de apremio.

Son otros tiempos, pero vale recordar que cuando Luis Echeverría la emprendió contra los acaudalados regiomontanos, ellos sacaron su dinero del país y sucedió la devaluación de agosto de 1976.

El momento actual es de terror insoportable. México es visto en el extranjero, principalmente en Estados Unidos y Europa, como nación de gobierno fallido y un peligro para la inversión extranjera.

Los estados del norte, incluidos Sinaloa y Durango, están convertidos por la delincuencia en zona de sangre y desastre. Numerosas carreteras y vías rápidas constituyen peligros mortales debido a asaltos y despojos de vehículos.

De Ciudad Juárez, Reynosa, Nuevo Laredo y Piedras Negras, por citar algunas metrópolis intensamente afectadas, huyen miles de familias “a donde sea”. La situación cambió para pueblos enteros, obligados a cerrar negocios para salvar la vida y evitar extorsiones.

La violencia resurgió en Morelos y Guerrero, tras la ejecución de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, cuyo lugar se disputan un hermano de éste, Héctor, y Edgard Valdés La Barbie. A la vez surgió el Cártel del Pacífico Sur, lo cual ocasiona nuevos choques entre mafias.

Para sicarios, las decapitaciones dejan de ser motivo de terror o diversión. Después de rodar cabezas en pistas de antros, elevarlas en picas o penderlas de los puentes, ahora les da por colgar cadáveres, como sucedió en Durango.

Es espeluznante cuanto sucede. El sábado 10 de este mes fueron colgados dos cuerpos de un puente vehicular, a la altura del kilómetro 87 de la autopista México-Acapulco y cerca de los mismos había 28 casquillos percutidos, lo cual indica que los matones jugaron al blanco con los cadáveres.

En la entidad morelense fueron cometidas 14 ejecuciones del 28 de marzo al 1 de abril. Cuatro fueron decapitados, a otros cuatro se les degolló y una pareja fue acribillada dentro de un vehículo.

Durante la Semana Santa se registraron otros 14 homicidios y según el presidente del Colegio de Abogados, Enrique Paredes, este período “de guardar” ha sido el más violento en la historia de Morelos. El martes 13, seis cadáveres aparecieron en Temixco. Van 50 en el año.

Las matanzas se suceden, indistintamente, en el norte, sur, occidente y oriente. La república, toda, está ensangrentada y es claro que algunos medios de comunicación reciben órdenes de callar el número de ejecuciones diarias, pese a que la administración calderonista cuenta 22 mil 700 muertos relacionados con el narcotráfico. Es una cifra de récord mundial.

Reportes de inteligencia de Estados Unidos revelan magros resultados de la “guerra” emprendida por Felipe Calderón y advierten que ni con la intervención de Washington sería posible erradicar el narcotráfico en México durante diez años, porque todas las dependencias del gobierno federal están contaminadas por la corrupción.

En esto, los colaboradores del presidente Barack Obama hacen doble juego. Dirigen encendidos elogios a Felipe Calderón por su lucha “valiente” contra el hampa, pero en informes que envían al Congreso de su país revelan la realidad mexicana.

El propio Obama recibió cálidamente a Calderón el martes pasado, pero un día antes cerró el consulado estadounidense en Nuevo Laredo. ¿Ok?

En lo que sin lugar a dudas debe constituír una bofetada para quienes honestamente esperaban (entre ellos muchos que votaron por Felipe Calderón en el 2006) un cambio de estrategia en humilde reconocimiento a los fracasos acumulados, el Presidente Calderón ha refrendado una y otra vez que mantendrá su guerra de legitimación hasta el final de su sexenio tal y como la ha llevado hasta ahora. Como ejemplo de esta obstinada terquedad tenemos las siguientes palabras que pronunció ante el periodista Pablo Ordaz del diario español El País a mediados de mayo del 2010 cuando estaba de gira (se estaba paseando) para participar en la Cumbre América Latina-Unión Europea, en respuesta a la pregunta “¿Y hay una fecha para terminar esta guerra?”:

“Para mí (¿?) va a ser una batalla muy larga y muy cruenta. Va a implicar mucho tiempo, mucho dinero y, por desgracia, va a implicar, muchas vidas humanas. Pero es una batalla que hay que librar y que unidos vamos a ganar”.

Interesantemente, al igual que como siempre lo ha hecho, no entró en detalle alguno sobre a qué exactamente se refería cuando dijo “vamos a ganar” ni dió definición alguna de lo que significaría una “victoria”, aferrándose a su fantasía y a la presunción de su propia infalibilidad.

No habiendo pues duda alguna de que el soberbio Felipe Calderón no dará marcha atrás en su guerra de legitimación en el tiempo que le queda de su desgobierno, la duda no sólo en México sino en Washington es si una vez que haya salido del poder Calderón su sucesor querrá empezar con su propia estela de miles de cadáveres producto de una lucha estéril, y esto fue expresado por nadie menos que Anthony Placido, el sub-director de inteligencia de la DEA, manifestando su preocupación al respecto. El analista Sergio Sarmiento nos dá la siguiente opinión sobre los verdaderos motivos de las preocupaciones de Anthony Placido:

DEA y dinero
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
7 de mayo del 2010

Después de presentarse ante la Comisión para el Control del Narcotráfico Internacional, Anthony Placido, subdirector de inteligencia de la DEA, la Drug Enforcement Agency de los Estados Unidos, afirmó que se debe hacer todo el esfuerzo para capturar a los grandes capos del narcotráfico en el gobierno de Felipe Calderón “porque nadie sabe quién va a ser el próximo y si va tener las mismas ganas de perseguir a los delincuentes”.

No sorprende que la DEA haga esfuerzos porque se mantenga la actual estrategia. Esta agencia del Gobierno estadounidense es una de las principales interesadas en que continúe la situación actual. Después de todo, mientras la gente siga consumiendo drogas y la prohibición genere precios altos y un mercado negro la agencia seguirá recibiendo dinero del erario federal estadounidense.

La DEA, que en 1972 tenía un presupuesto anual de 65.2 millones de dólares y 2 mil 775 empleados, en el 2009 alcanzaba ya un presupuesto de 2 mil 602 millones de dólares y 10 mil 784 empleados (http://www.justice.gov/dea/agency/staffing.htm). Lógicamente hay un interés por parte de esta agencia, y de otras igualmente dedicadas al combate al narcotráfico, para tratar de mantener el statu quo, independientemente de los costos que éste pueda tener en términos de violencia en México o del poco éxito que el esfuerzo pueda registrar en la meta de reducir el consumo de drogas.

El presupuesto de la DEA es bastante superior al de la Procuraduría General de la República de México, cuyo propósito no es sólo combatir el tráfico de drogas sino también el resto de los delitos del fuero federal. El presupuesto programable que está ejerciendo la PGR en este 2010 es de 11 mil 781.5 millones de pesos, menos de mil millones de dólares. La PGR tiene más de 18 mil empleados.

Los gastos de este tipo de agencias generan un interés perverso para mantener la situación que les da origen. Los departamentos gubernamentales que ayudan a los pobres, por ejemplo, necesitan que los pobres sigan existiendo para seguir gozando de sus empleos e ingresos. Las instituciones dedicadas al combate al narcotráfico necesitan que este tráfico ilegal subsista para que no terminen sus ingresos.

Yo no sé, como no lo sabe tampoco Anthony Placido de la DEA, cuál será la actitud del próximo Presidente de México ante la lucha contra el narcotráfico. Quizá sea cierto que el presidente Calderón ha sido el mandatario mexicano más decidido a combatir a los capos, el que mayor número de capos ha encarcelado o matado y el que mayores confiscaciones de dinero y de drogas ha realizado. Este esfuerzo, sin embargo, ha hecho que se disparen las ejecuciones en el País sin que se haya registrado, al parecer, una disminución en el consumo de drogas en Estados Unidos o en México.

No todos los posibles candidatos a la Presidencia de la República parecen convencidos de que la estrategia del presidente Calderón es la correcta. Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard han señalado que cambiarían la estrategia sin explicar exactamente qué harían. También el priista Enrique Peña Nieto ha manifestado su insatisfacción con la actual política antidrogas. En Estados Unidos, por otra parte, han empezado a surgir voces que cuestionan toda la guerra contra el narco.

Esto es algo que, por supuesto, puede afectar los intereses de la DEA tanto o más que los del propio narco. De legalizarse las drogas, los narcos encontrarían otras actividades criminales en qué ocuparse. La DEA simplemente desaparecería. Con razón están preocupados.

Antes de su lamentable deceso ocurrido el 19 de junio del 2010, el Maestro Carlos Monsiváis, activista de las causas justas y ciertamente ningún amigo de los alucinados militantes y líderes de la Organización Nacional del Yunque o de los neo-fascistas clandestinos y conspiradores Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, dejó para la posteridad las siguientes observaciones:

Plan A y Plan B
Carlos Monsiváis
EL UNIVERSAL
11 de enero del 2010

Lucha contra el narcotráfico

Plan A. El primero de diciembre de 2006, Felipe Calderón, nuevo Presidente de México, divulga la prioridad fundamental de su gobierno: el combate a la inseguridad y la delincuencia organizada, el alivio a la pobreza, y la generación de empleos. Al principio el discurso prolonga la operación “México Seguro” del presidente Fox, del que nadie se acuerda en especial los delincuentes, pero Calderón convoca a las fuerzas militares y policías a destruir al narcotráfico de frente. Surge como en épocas muy históricas el ofrecimiento bélico. “El Estado mexicano tiene la capacidad, el despliegue, las atribuciones para ganar esta guerra[;] es una guerra muy compleja, pero es una guerra ganable”, dijo el titular de la PGR, Eduardo Medina Mora, en 2006. Calderón añade: será una guerra difícil, sufriremos pérdidas pero la ganaremos (¿?).

Por más que se desplieguen los cantos de hazañas y victorias, y por más que la sociedad está convencida de la necesidad de erradicar al narco, los resultados son, si se quiere el traslado a la psicología individual, muy deprimentes: algunas consecuencias de la escalada: en 2008 se reconoce a Ciudad Juárez como “la ciudad más violenta del mundo”, con 130 homicidios dolosos por cada cien mil habitantes, por encima de ciudades como Nueva Orleans, Caracas, Bogotá, y Bagdad. En esta misma lista de las fatalidades urbanas, Tijuana ocupa el cuarto lugar, con 73 homicidios por cada cien mil habitantes. Calderón resume en noviembre de 2009: “Jamás he pretendido engañar a los mexicanos. Dije el primer día de mi mandato que ésta iba a ser una lucha larga que tomaría tiempo, recursos y costaría muchas vidas humanas pero que valía la pena”.

* * *

Mas datos ofrecidos por las publicaciones: entre el 31 de diciembre y el primero de enero de 2010 el crimen organizado agrega a su cuenta 55 asesinatos, veinte de ellos en Chihuahua, incluidos doce en Ciudad Juárez, que concluye su récord anual con dos mil 658 homicidios, incluidos cuatro militares, 32 estadunidenses, 60 policías, 125 menores y 164 mujeres, además de 23 decapitados y 168 enviados a la fosa común. En dos años, son cuatro mil 314 los ultimados en Juárez, que se añaden a los mil 656 ejecutados en 2008, 45 de ellos descubiertos en dos narcofosas. En 2009, por tercer año consecutivo, el gobierno federal sostiene en quince estados los operativos conjuntos contra el crimen organizado, a pesar de lo cual se acrecienta veinte por ciento el número de personas ejecutadas, en relación a 2008.

En el capítulo de secuestros, de enero a julio de 2009 la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal interviene en 101 casos; en 75 de ellos, pese a la investigación oficial, los familiares de las víctimas pagan rescate. Según fuentes oficiales en 2009 la capacidad armamentística del narcotráfico les permite adquirir no sólo los tradicionales fusiles de asalto AK-47 y AR-15, sino lanzagranadas, granadas de todo tipo y fusiles Barret, utilizados para defensa antiaérea en países en guerra. Los operativos se efectúan en Aguascalientes, Quintana Roo, Chiapas, Campeche, Tabasco, Chihuahua, Sinaloa, Guerrero, Coahuila, Michoacán, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas, Baja California y Veracruz.

Fuentes de la PGR y de la Secretaría de la Defensa Nacional contabilizan 17 mil 42 ejecuciones en el periodo que va del último mes de 2006 al 29 de diciembre de 2009. Siete mil 42 en 2009; cinco mil 903 en 2008; tres mil 537 en 2007 y 560 en diciembre de 2006. Y la guerra va. Según informes de funcionarios del gabinete de seguridad nacional, en un año se duplica el número de mujeres ejecutadas por el crimen organizado, al pasar de 195 en 2008 a 425 en 2009. La feminización del crimen. En el mismo periodo disminuyen los policías asesinados, de 535 a 470. En cuanto a militares, el número de bajas decrece comparativamente entre 2008 y 2009, al pasar de 52 a 35.

* * *

Las cifras son vertiginosas y defraudan las promesas del blietzkrieg gubernamental. Las sociedades se van acostumbrando a “la otra normalidad”, la del miedo a ráfagas, el descenso de las salidas nocturnas de los jóvenes y las jóvenes, el pago de “contribuciones forzadas”, los levantones como entierros instantáneos, los sobresaltos en la calle al oír la llegada de un auto a toda velocidad, la zozobra en los restaurantes y los bares, la insolencia de los narcos en cuanto sienten negociada su tranquilidad, los fallecimientos aparatosos de los capos, las balaceras de tres o cuatro horas, la emergencia de vastos contingentes de las fuerzas del orden luego de los enfrentamientos, las quejas de los vecinos por el allanamiento de sus casas o departamentos, los reclamos inútiles de las Comisiones de Derechos Humanos, los enojos de clérigos y Pilares de la Sociedad que acusan a las Comisiones de Derechos Humanos de proteger a los delincuentes, los partes oficiales muy categóricos: “Con esta acción (la muerte del capo, la detención de un colectivo de sicarios, el confiscamiento de toneladas de mariguana o cocaína) el narcotráfico ha sufrido un golpe del que no se repondrá fácilmente”… Y además, las denuncias contra miembros del Ejército por violaciones a los derechos humanos.

Y en todo momento el recelo, la incredulidad social. “Esto no fue así/ Todos son cómplices/ Todos son socios/ ¿A quién quieren engañar?”. Así, a propósito de los arreglos funerarios de Beltrán Leyva en Cuernavaca se vigoriza el humor negro. Manda una carta un lector: “Lo único que faltó, fue una cartulina junto al cuerpo que dijera ‘tómela varvon, aquí se respeta la lei y si no lla saven k les pasa. Atte. Para que vivas mejor’” (La ortografía corre a cargo de la burla). Las versiones más fantasiosas disponen de su rango de credibilidad, las declaraciones oficiales son el paisaje lejano de las versiones que se aceptan, las campañas de la mercadotecnia oficial hacen las veces del murmullo incomprensible…

Y las sospechas: este hotel o este edificio de departamentos de lujo o esta residencia o este restaurante esplendoroso o esta agencia automotriz o este mall o este automóvil incandescente son fruto del lavado de dinero. Para tristeza de la historia triunfal del capitalismo, ahora se asocia con frecuencia el derroche con el lavado de dinero. ¿Quién volverá a creer como antes? El esplendor de los zares no ocultaba el lavado de dinero.

Plan B

Si todo esto acontece y, de modo previsible, seguirá aconteciendo, siempre queda una alternativa: el gobierno puede declarar: “Se está ganando la guerra, iremos hasta donde sea preciso llegar, hasta más allá de las últimas consecuencias. No nos dejaremos amedrentar”. Además, ya Calderón profetizó: “2010 será un buen año para México porque es el año de la Patria”.


Un veredicto final sobre la inútil guerra idiota ha sido dado por el principal periódico de la que hoy es considerada la ciudad más peligrosa del mundo por encima de Iraq y Afganistán gracias a la guerra de legitimación emprendida por Felipe Calderón en el siguiente editorial:

El país se le va de las manos a Calderón
Editorial
EL DIARIO
18 de mayo del 2010

La desaparición del ex candidato presidencial Diego Fernández de Cevallos, figura emblemática del Partido Acción Nacional, ha venido a ser la puntilla dirigida a lastimar el punto más neurálgico del Gobierno de Felipe Calderón, y es signo indicativo de que este país se le está yendo de las manos al primer mandatario.

Paradójicamente, mientras la nación que gobierna se le desbarata en la peor crisis de inseguridad de su historia moderna, resultado de una absurda guerra contra el crimen organizado que comenzó sin estrategia, sin conocer al enemigo al que se enfrentaba y sin consultar a los mexicanos con tal de mantener contento al vecino del norte junto con la intención de legitimar su cuestionado arribo al poder, Calderón se halla en Europa recibiendo premios y hablando de un país con violencia controlada que no es en el que vivimos.

Porque si bien el presidente le declaró la guerra a los grupos del narcotráfico, somos los ciudadanos los que la padecemos al pasar, de facto, de un Estado de Derecho a una situación de pérdida de nuestras garantías constitucionales.

Vivimos en un país sin ley en el que cualquier policía federal puede violar la intimidad de nuestros hogares sin una orden de cateo, si así se le pega la gana.

La población sufre lo indecible, los delitos se multiplican, los medios resistimos intimidaciones constantes, y México ha pasado a ser el país de América con el mayor número de periodistas asesinados, uno de los cuales fue nuestro compañero Armando Rodríguez Carreón, “El Choco”.

En Europa, el presidente de la República se dice incomprendido. La realidad es que ha tratado, pero no ha podido porque sus estrategias no han sido las adecuadas.

Inmerso en este estado fallido, Calderón recibe golpe tras golpe, algunos directos a la médula de su partido, demostrativos de su desgobierno.

En esa tesitura se enmarcan hechos como el secuestro de Fernández de Cevallos, la ejecución de candidatos blanquiazules, o el plagio del hijo de Pablo Cuarón Galindo aquí.

La pérdida de Mérida en los comicios del domingo, después de que el PAN la gobernara por 18 años, es una reacción más a la decepción ocasionada por la incapacidad de responder a un país destrozado.

Porque lo cierto es que Felipe ni tiene control sobre el Ejército ni le tiene confianza, por ello se ha valido de la Marina para ejecutar golpes contra los capos más fuertes, como el dirigido contra Arturo Beltrán Leyva.

Ahora el presidente Calderón se prepara para hablar mañana miércoles ante el Congreso de Estados Unidos, en donde el New York Times ya lo recibe con el cuestionamiento de que pedirá más recursos para apoyar su lucha, a legisladores que, en parte, consideran que el mandatario mexicano ya ha perdido el control sobre su país.

Habrá otros que, con toda seguridad, le darán su palmadita para que prosiga con esta fracasada guerra, para que continúe ofreciendo miles de víctimas de este lado, cientos de ellas inocentes, con el propósito de que millones de adictos en la nación vecina puedan seguir disfrutando de su esparcimiento de primer mundo sin ser molestados.

Ciudad Juárez, desafortunadamente, con la devastación que vive desde hace dos años, es la atalaya sobre la cual se divisa con mayor nitidez esta descomposición, al parecer irreversible, en la que nos ha colocado el actual régimen.

Por lo pronto y mientras tanto, el narcoterrorismo que vive México y el caos en el que se ha estado hundiendo el país continuarán, porque aún con el reconocimiento de que es imposible acabar con las drogas y eliminar su consumo Felipe Calderón ya dejó en claro que piensa continuar con su sangrienta guerrita hasta el último día de su administración tal y como la ha estado llevando hasta ahora sin cambio alguno de estrategia o procedimientos porque su orgullo y su soberbia no le permitirán hacer otra cosa más que seguirle dando al pueblo de México más de lo mismo. Es la misma soberbia y orgullo que le impidió al sátrapa ultraderechista de Alemania Adolfo Hitler aceptar que tras la derrota de Stalingrado la guerra de dominación mundial emprendida por el imperio nazi estaba perdida, condenando de este modo con su obstinación y ofuscación a cientos de miles de alemanes más a morir en los campos de batalla en aras de una guerra que ya estaba perdida en obediencia ciega a un dictador enajenado que jamás tuvo consideración alguna para la vida de ningún ser humano, incluso la suya propia como bien lo demostró cobardemente hasta el final escapando por la puerta falsa del suicidio.

De cualquier modo, a menos de 24 horas de la artera muerte del candidato priista a la gubernatura del Estado de Tamaulipas, Doctor Rodolfo Torre Cantú, Felipe Calderón convocó el lunes 28 de junio del 2010 a su gabinete de seguridad:





en donde hizo un “llamado a la unidad”, pidiendo a todos expresar sus inquietudes para la creación de una estrategia nacional, agregando que era indispensable que las fuerzas políticas se reunieran de “manera urgente” para generar un ambiente de colaboración donde prevalezca el interés nacional.

Con respecto a este llamado a la unidad hecho por Felipe Calderón, un forista de Internet expresó lo siguiente que definitivamente viene al caso:

Ahora resulta que el presidente Calderón hace un llamado a todas las fuerzas vivas y muertas del país para que nos sumemos a su gobierno a fin de recuperar la paz y la tranquilidad de la República existentes justo antes de que él declarara unilateralmente su guerra contra casi todo el narco e involucrara a las fuerzas armadas en esa aventura que ahora está perdiendo.

Cuando se le ocurrió declarar la guerra jamás consultó a esas fuerzas vivas para hacerla no obstante que una acción de tal magnitud es competencia sólo del Congreso de la Unión en los términos del articulo 73 de nuestra Carta Magna que dice “El Congreso tiene facultades: Fracción XII.- Para declarar la guerra en vista de los datos que le presente el Ejecutivo.” Y muchos pueden preguntarse ¿Cuándo el Congreso hizo la declaratoria de guerra contra el narco? ¿No fue esto un estado de hecho que se adjudicó extraconstitucionalmente el propio presidente? ¿Por qué ahora sí quiere convidarnos de su derrota? ¿Se le hizo bolas el engrudo? ¿Nos quiere hacer corresponsales del desastre?

Pienso que si él solito declaró la guerra el solito debe declarar la paz de la manera que sea, rindiéndose, capitulando o, incluso, abdicando. En todo este embrollo provocado por vanidad y abuso de poder, nuestras fuerzas armadas han sacado mala parte porque ahora, que todo se encuentra pa’arriba, son ellas quienes deberán mantener la integridad de la nación. Por eso fue que se retiraron prudentemente al ver la catástrofe en que, por una mal entendida lealtad institucional, los embarcó el primer mandatario.

Que esta experiencia tan sangrienta y devastadora sirva para confirmar en la mente castrense que su lealtad es con la patria y que, ningún hombre encarna esa imagen.

Cuando el Presidente nos invita urgentemente a solidarizarnos con él en su luctuosa y fracasada guerra se dirige insistentemente a la clase política y empresarial con desdén del bajo pueblo y quiere que lo acompañen en su debacle. Y ¿qué sucede? que muchos se niegan a seguirlo y con justo juicio porque nunca escuchó razones de nadie. El PRI respondió en voz de sus principales dirigentes. “El dialogo será después del 4 de julio y deberá ser serio, autocrítico, y que corrija la ruta que se emprendió hace cuatro años” (Revista Proceso # 1757). De hecho no se niegan a conversar, pero advierten que no será bajo el esquema servilista a que aspira nuestro presidente guerrero. De entrada debe darse marcha atrás en la aventura bélica como requisito previo.

El sector empresarial no ha respondido y el Ejército está lamiéndose las heridas en preparación para los tiempos que se avecinan. Ya lo vemos, es muy fácil destruir y muy difícil construir. Muy tarde se ha dado cuenta el presidente Calderón que “La victoria no tiene sustituto” y también que “La derrota no tiene madre, ni padre ni perro que le ladre”. A ninguno de los que ahora llama en su auxilio quiso escuchar, él y sólo él se sintió la tula-virula. Ahora, nadie lo atiende; aún tiene quien lo aplauda pero no quien lo siga.

En esta difícil guerra contra casi todo el narco muchos consideran que las cosas van a ser muy difíciles de componer, incluso con una virtual legalización de la venta y consumo de drogas, porque las estructuras financieras del crimen organizado han crecido tanto y se han diversificado aún más y, aunque el tráfico de drogas deje de ser negocio, continuarán dedicándose a una infinidad de giros legítimos e ilegítimos que dicha guerra les permitió incursionar y conocer como lo son el secuestro, el robo y las extorsiones. Reconstruir México va a estar en chino. Ahora podemos ver la soledad del hombre de Los inos y también la de los familiares de esos 30 mil muertos.

Los anteriores comentarios recibieron el siguiente seguimiento del mismo forista:

¡Detened la guerra pírrica!

Han transcurrido más de tres años desde que el Presidente Felipe Calderón unilateralmente y sin que nadie se lo pidiera (incluso los norteamericanos) declarara su guerra contra casi todos los narcos utilizando para ello la fuerza militar. En diversos momentos la prensa nacional consignó el hecho de que dicha guerra no fue planeada y, en el mejor de los casos, fue instrumentada con un afán político innecesario de legitimarse en el poder después de un proceso electoral muy cuestionado donde muchos le adjudicaron la victoria a Andrés Manuel López Obrador.

En la semana pasada algunos de los asesores presidenciales reaccionaron ante el enorme desgaste que ha sufrido la figura presidencial como uno de los efectos colaterales de esta guerra y recientemente los corifeos del panismo y del Presidente han iniciado una campaña para hacernos creer que esa es la causa de la nación mexicana, que es de todos y que todos debemos apoyarla. Incluso el propio primer mandatario hizo un urgente llamado a la unidad nacional entorno a su persona en el trasiego de esta conflagración. Las principales fuerzas políticas lo mandaron a la porra, las organizaciones empresariales guardaron silencio y muy pocos lo apoyaron. ¡Claro! Como la guerra se está perdiendo ahora quiere convidarnos a todos; ¿Sería igual si se fuera ganando?

En este contexto cabe preguntarnos ¿La guerra contra ciertos narcos es personal del presidente Calderón?, ¿O es del pueblo de México? Veamos:

De acuerdo a la Constitución (art. 73 Fracc. XII y otros) una declaración de guerra es facultad exclusiva del Congreso de la Unión y éste es el genuino representante del pueblo. Que yo sepa, este órgano colegiado y representativo jamás ha declarado guerra alguna, luego entonces no puede decirse que esa beligerancia sea cosa del pueblo. La guerra es de quien la declaró y si suya sería la victoria, pues también suya debe ser la derrota o el empate según sea el caso.

Ahora bien, en el mundo existen aproximadamente 212 países, muchos con ejércitos más poderosos que el nuestro y en ninguno de ellos el combate al narcotráfico se ha implementado en forma de guerra militar sino más bien por medios policiacos más o menos sofisticados y efectivos. En el pasado sólo Colombia adoptó un formato militar como el nuestro y así le fue; y así nos esta yendo a nosotros. Luego entonces ¿Los otros restantes 211 países son unos papanatas y México es el único gobierno que descubrió las bondades de la guerra? ¿Todos los 211 países, incluyendo a los Estados Unidos, son narcoestados? ¿Tienen arreglos con los malos? ¿Somos la nación que casi transpira santidad? No lo creo, se me hace muy gorda Antonia.

Es sabido que Norteamérica consume el 90 por ciento de las drogas que se producen en el mundo y por México le llega escasamente un 20 por ciento aunque en algunas zonas de esa nación ya se ha legalizado el consumo y la producción de mariguana. La tendencia permisivista recorre toda esa tierra y muchos opinan que, más pronto que tarde, el vecino país del norte será uno de los mayores productores de mariguana con el consiguiente ahorro de divisas. Así las cosas; ¿Estamos sirviendo a un pueblo que no quiere nuestros servicios?

La Iniciativa Mérida es el plan que los Estados Unidos concibieron para combatir el narcotráfico en la región y ese plan no contiene ninguna estrategia guerrera, aunque muy poco se sabe de sus operaciones y resultados. Con 25 mil asesinatos, la economía destrozada por la inseguridad, nuestra vida ciudadana colapsada por el estado de guerra y nuestras instituciones públicas totalmente desgarradas y desprestigiadas por este holocausto; ¿Vale la pena continuar una guerra a favor de alguien que no nos pidió ese favorcito y que, desde luego, no lo agradecerá? ¿Quién es el beneficiario de esta conflagración?

Pensamos que por su propio beneficio, por el de México y por la buena causa de su administración, el presidente Calderón debe encontrar a la de ya, una salida a esta gran consternación guerrera y recobrar la paz de nuestra nación aun a costa de declarar unilateralmente el armisticio. En el fondo, todos se lo agradecerán. Tanto los buenos como los malos pues ya basta de tanto desastre pírrico.

La guerra idiota es una guerra fallida, y esto no solo lo dice Spectator. Lo dicen muchos otros analistas, como el siguiente:

La guerra fallida
Rubén Moreira Valdéz
24 de julio, 2010

El gobierno federal se empeña en justificar su política de seguridad pública. Miles de spots tratan de convencer a los mexicanos sobre las bondades de una guerra. En las pantallas, un actor nos dice que siempre hubo delincuencia, pero que hasta ahora se le combate. Una voz en off agrega el sentimiento de culpa: “La razón eres tú”. El publicista, tal vez extranjero, sabe de la fuerte carga de esa frase, que se traduce en “no eres digno de criticarme; lo que hago es por ti, que estás en peligro”.

En la propaganda nada se dice sobre los más de 25 mil muertos de la política de guerra de Calderón. Tampoco se aclara que el consumo de droga no ha disminuido en México ni en Estados Unidos. Se oculta a la gente que nunca se dedicó tanto presupuesto a la seguridad como ahora; mucho menos se difunde que el próximo año 1500 personas van a morir por consumo de cocaína en el país del norte y en nuestra nación, al ritmo que vamos, unas 20 mil por tratar de detener el narcotráfico.

En la prensa belicista se habla poco de la violación a los derechos humanos. Se omite decir que en el mundo hay una fuerte corriente de opinión en contra de lo que hoy se hace en México. Poco se dice de la posibilidad próxima de que el estado de California legalice la producción de mariguana –por lo pronto, en Oakland ya se autorizó su aprovechamiento a escala industrial.

Al elector se le oculta que un kilo de cocaína se vende en Colombia en unos 1500 dólares y a 92 mil en Nueva York. Que un rifle de asalto en un supermercado de Texas se puede comprar por 13 mil pesos. Menos se le informa que el precio de la coca está a la baja porque en Sudamérica aumentó el número de hectáreas de este cultivo. En los discursos oficiales nada se comenta sobre un hecho irrefutable: el negocio de las armas es más jugoso que el de las drogas.

La guerra contra el narco se va perdiendo, no hay una prueba objetiva que nos haga presumir lo contrario. La tendencia no es privativa de México; el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso señaló: “La guerra contra las drogas ha fallado. En vez de aferrarnos a políticas fracasadas con consecuencias desastrosas, debemos dirigir nuestros esfuerzos hacia la reducción del consumo y a la reducción del daño causado por las drogas en las personas y en la sociedad”.

Cardoso agregó: “En América Latina el único resultado de la prohibición ha sido el cambio de las áreas de cultivo y cárteles de un país al otro, sin reducir la violencia ni la corrupción que genera el narcotráfico”.

Ante la crítica, los corifeos de la guerra reclaman alternativas y alzan la voz para señalar que no hay una propuesta distinta. Más aún, alientan un clima de linchamiento en contra de los opositores e incluso impulsan desde el poder una estrategia fascista: el que critica es acusado de colaborar con el narco. Hace unos días, el ex secretario de Gobernación llamó a los defensores de derechos humanos “tontos útiles”, por señalar excesos de las fuerzas de Estado.

Las cosas van mal y los signos del recrudecimiento no son percibidos por el gobierno. En las semanas pasadas se asesinó a un candidato a gobernador, estalló un coche bomba y Torreón se ensangrentó por una masacre.

El Presidente y su partido siguen empeñados en el mismo discurso bélico. César Nava, con sus “llamados enérgicos”, busca confundir a la población haciendo pensar que los gobiernos locales tienen responsabilidad en el fracaso de la política de su jefe. El centro pide una colaboración que más parece sumisión.

Los promotores de la guerra omiten reconocer que emprendieron la cruzada sin preparación.

Esconden que, según las leyes mexicanas, la atención del narcotráfico y las armas de fuego son competencia federal. Son omisos en reconocer que el combate a este tipo de fenómenos delictivos corresponde, por su naturaleza, a una autoridad nacional. En el mundo así es.

El sexenio de Felipe Calderón será recordado por su violencia y los miles de muertos que ha dejado; por una delincuencia que creció exponencialmente, delincuencia que incrementó su poder de fuego por el ingreso al país de armas sofisticadas. Será recordado por la violación sistemática de los derechos humanos.

Felipe Calderón pasará a la historia por usar con fines políticos la lucha contra el narco. Su sexenio quedará en la memoria de los miles de huérfanos. Lo vamos a recordar por su necedad de no rectificar en su política de seguridad pública.

Las drogas “ilícitas” son un problema de salud pública, igual que el consumo del tabaco y el alcohol.

Por lo cual, la inseguridad se debe enfrentar como un problema social y no como una batalla. Mientras tanto, en la táctica policial debe prevalecer el uso de la inteligencia y no la violencia irracional.

Tal vez una de las expresiones más grotescas de la guerra de legitimación emprendida por Felipe Calderón a instancias suyas desde que tomó el poder “haiga sido como haiga sido” sea la cifra de más de 11 mil cadáveres acumulados tan sólo en el año 2010, sin incluír los miles de cadáveres acumulados en los tres años previos, de acuerdo a un informe titulado “Guerra de las drogas en México” elaborado por Stratfor en los Estados Unidos y comentado en una nota elaborada por el reportero José Luis Ruiz del periódico El Universal a fines de diciembre del 2010. Esto faltándole dos años a Felipe Calderón para entregar la Presidencia y dejarle a los mexicanos un problema mayúsculo que posiblemente sea cargado en el futuro por varias generaciones de mexicanos.

Aunque parezca un chiste de muy mal gusto, como resultado de la guerra de legitimación desencadenada en contra del narco mexicano por Felipe Calderón con las ilusas expectativas de que el tan esperado “triunfo” lo cubriría de gloria y legitimación en el poder, gracias a Felipe Calderón y al Yunque ya hay un neologismo en el vocablo castellano. Es Méxodo:

Méxodo
Jorge Ramos, periodista (Univisión)
18 de enero del 2011

Miami– Los mexicanos se han malacostumbrado a la violencia. En México se vive una masacre tras otra. Pero son tantas y tan seguidas que a veces ni siquiera se reportan en la prensa.

Y cuando se reportan ya no causan sorpresa en la población. Los políticos, incluyendo al presidente, ni las mencionan en sus discursos.

Qué diferencia, en cambio, con lo ocurrido en Tucson, Arizona. Ahí asesinaron el pasado fin de semana a seis personas e hirieron de gravedad a una congresista, Gabrielle Giffords. El hecho conmocionó al país entero, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, asistió a un emotivo acto para recordar a las víctimas y se ha iniciado un intenso debate nacional sobre las causas que lo provocaron.

Ese mismo fin de semana en Acapulco, México, se encontraron 15 cuerpos decapitados.

Y no pasó nada. Nada. No hubo una ceremonia pública para recordar a los muertos. El presidente Felipe Calderón no fue a Acapulco a dar un discurso. Y no cambió para nada el debate en México sobre cómo enfrentar la violencia por el narcotráfico.

“Dime como mueres y te diré quién eres”, escribió Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad. México se ha definido en los últimos cuatro años por sus muertes violentas. Y así, violenta, es también la vida de los mexicanos. Basta ver las cifras.

Desde que Felipe Calderón tomó posesión como presidente han sido asesinadas 34 mil 612 personas en crímenes vinculados al narco, según cifras oficiales. El 2010 ha sido el año más violento desde la revolución mexicana. Fueron asesinadas 15 mil 273 personas.

Más de tres mil de esas muertes ocurrieron en Ciudad Juárez. Los niveles de violencia en México son equivalentes o superan las de una zona de guerra. Hay muchos días en que se reportan más muertes violentas en México que en Irak o Afganistán.

El presidente Felipe Calderón, sin embargo, lo ve con otros ojos. Él dijo en una entrevista de radio que “la buena noticia” era que se ha “avanzado en el combate a las organizaciones criminales de México.”

Pero eso suena a autoengaño. Lo que para el presidente es una “buena noticia” para muchos mexicanos es un reverendo fracaso. Y la reacción es una: se están yendo del país.

“Méxodo” es el nuevo término que se está utilizando para describir la salida de mexicanos de su país, particularmente hacia Estados Unidos, debido a la violencia. Es un fenómeno relativamente nuevo y difícil de cuantificar, pero es real.

El doctor Alejandro Alvarado, de la Universidad Internacional de la Florida, ha sido uno de los primeros en utilizar el término “Méxodo” y está iniciando una investigación al respecto. “Hasta ahora, la política de seguridad nacional del gobierno de Calderón ha fracasado”, me dijo. “La militarización del problema del narcotráfico ha creado un clima de guerra y muchos mexicanos de las zonas más afectadas están buscando seguridad en el país vecino. Para ellos, el mexicano, es un Estado fallido, como lo es para todos aquellos que salen de sus países por razones de seguridad.”

Hay poblaciones de México que están quedando vacías, particularmente cerca de la frontera con Estados Unidos, debido a la lucha entre cárteles de las drogas. El problema central, desde luego, está en el gigantesco consumo de drogas en Estados Unidos y en el fácil acceso de armas norteamericanas que tienen los narcotraficantes mexicanos.

Pero la estrategia del gobierno de México frente a esa realidad no ha funcionado y como prueba están los miles de muertos. Cada muerto es una muestra más de que urge un cambio radical. Ese cambio ya no se prevé con Calderón en la presidencia. Habrá que esperar al nuevo residente de Los Pinos en el 2012. Y mientras tanto, los muertos y las masacres se acumulan.

Durante un discurso en Panamá en 1995, el premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez dijo que “mi impresión es que el tráfico de drogas es un problema que se le salió de las manos a la humanidad”. Una década y media después el problema sólo se ha acrecentado.

La legalización de la droga es, por ahora, un simple debate académico. Y la estrategia de mano dura de Calderón contra los narcos sólo ha resultado en más muertes y violencia. Así que, ante la falta de una solución real que pacifique al país, lo único que le queda a muchos mexicanos es irse para salvar la vida.

La nulidad de la estrategia adoptada por Felipe Calderón en su torpe guerra de legitimación contra el narcotráfico quedó más que evidenciada cuando el 27 de enero del 2011 se confirmó con cifras oficiales que en los últimos 6 años de gobiernos panistas el consumo de cocaína en México se duplicó. Y esto no lo dijo algún detractor o enemigo del PAN-Gobierno, de los cuales ya hay muchos. Lo dijo el propio Secretario de Salud de México, José Ángel Córdova Villalobos, en un encuentro con corresponsales extranjeros en la Ciudad de México, agregando que “las personas que la consumieron representan 2.5 por ciento de la población total de México (107 millones)”.

La siguiente fotografía cortesía de TMZ.com nos muestra el por qué la “guerra” de Calderón es una guerra perdida de antemano, una guerra que no se puede ganar porque no hay condiciones para ello:





Se trata del actor Charlie Sheen, famoso por sus escándalos y sus orgías repletas de excesos eróticos y sensuales en donde lo que abunda es la droga. La fotografía no solo nos muestra a un Charlie Sheen completamente drogado con el cerebro a punto de estallar y pudrírsele a causa de tanto opiáceo consumido en sus modalidades de crack, “crystal”, y otras basuras similares. Nos muestra también la dentadura de Charlie Sheen marcada con la huella indeleble que deja el consumo excesivo de todo tipo de drogas, una dentadura completamente “picada”. A Charlie Sheen lo que le sobra es el dinero a manos llenas, cientos de miles de dólares, para poder comprar a la hora que quiera toda la cocaína colombiana que quiera al precio que se la vendan. Y así como Charlie Sheen en Estados Unidos hay no cientos, ni miles, sino centenares de miles hasta completar millones con dinero de sobra en los bolsillos -¡dólares!- para comprar toda la droga que quieran. Se trata de un mercado colosal con multitudes enteras de compradores ávidos del producto infernal listos para pagar el precio que sea para poder saciar sus apetitos. Se trata de un mercado de miles de millones de dólares. Aunque México y Colombia pudieran matar en un solo día a todos sus narcotraficantes -algo que nunca va a ocurrir- hasta no dejar uno solo vivo, esos consumidores siguen allí con millones de dólares en sus bolsillos listos para seguir comprando la mercancía que tanto necesitan. Muertos todos los narcotraficantes,en México y Colombia, en cuestión de unos cuantos meses si no unas cuantas semanas nacerían nuevos cárteles con nuevos capos más que dispuestos a tomar las riendas del lucrativo negocio suministrando el producto a cambio de los millones de dólares que les empezarían a llegar a manos llenas. Para que se acabara el consumo en la Unión Americana en un solo día se necesitaría que todos los drogadictos norteamericanos murieran ese mismo día, y esto es algo que tampoco va a ocurrir. Será por todo esto que vista ya la futilidad de la “guerra” que inició Calderón, vista ya su inutilidad excepto para el control del aumento demográfico poblacional, la presión pública y el desprestigio creciente lo llevaron a declarar al poco tiempo de haber empezado el 2011 que... ¡nunca hubo “guerra” alguna! (y seguramente se mordió la lengua cuando lo dijo):




Título: Amnesia
Cartonista: Naranjo
Fuente: EL UNIVERSAL


Quizá la respuesta más dura que le pudo haber llegado a Felipe Calderón como un verdadero escupitajo en su cara en respuesta a su fracasada “guerra” le vino no de México sino de fuera, internacionalmente, según dá fé la siguiente nota:

Líderes mundiales piden viraje en guerra antinarco y despenalizar la mariguana
Georgina Olson
Excélsior
2 de junio del 2011

La lucha contra las drogas “ha fracasado” a escala global y se requieren reformas “urgentes” para cambiar la situación, entre ellas, poner fin a la criminalización de los consumidores y despenalizar la mariguana, establece un informe de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas.

El grupo, integrado por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan y varios ex presidentes latinoamericanos e intelectuales, argumenta que “la guerra contra las drogas no ha reducido su consumo y, en su lugar, ha llenado las cárceles, cuesta millones de dólares, dispara la delincuencia organizada y ha causado miles de muertes.

“Es tiempo de discutir todas las opciones de políticas antidrogas, incluyendo la experimentación con modelos de regulación legal de enervantes (especialmente con la mariguana) para socavar el poder del crimen organizado y salvaguardar la salud y seguridad de sus ciudadanos”, indica la comisión en el documento War on Drugs, que fue presentado ayer en Nueva York.

Las iniciativas para despenalizar los enervantes no tienen como resultado un aumento significativo del uso de drogas, asegura el informe, que cita los ejemplos de Portugal, Holanda y una provincia de Australia.

“El hecho de que el mercado mundial de drogas haya crecido de forma permanente es lo que hace que México esté viviendo estos problemas de violencia”, dijo el ex presidente colombiano César Gaviria, integrante de esa comisión internacional.

Exigen reorientar lucha antinarco

La estrategia global de combate a las drogas lanzada por el ex presidente estadunidense Richard Nixon hace 40 años fracasó, el consumo de estupefacientes y muertes violentas se incrementó, aunado al fallo de dirigir la “guerra” antinarco contra los vendedores al menudeo y las mulas; de acuerdo con un reporte de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, hace falta debilitar a los líderes de los cárteles y reducir su capacidad de corrupción.

“Sacar de la jugada a los vendedores al menudeo sólo crea una oportunidad de mercado para otros vendedores, que los reemplazan”, plantea el documento War on Drugs.

También plantea la importancia de abrir el debate público sobre la legalización de las drogas, por ejemplo la mariguana, pues ello contribuiría a reducir los niveles de violencia asociados a los enfrentamientos entre cárteles para controlar el mercado.

El reporte expone que las naciones se olvidaron del objetivo original del combate contra el narcotráfico: garantizar la salud y la seguridad de los ciudadanos del mundo, ya que las cifras espectaculares de incautación de drogas y detención de capos no se han reflejado en esos dos rubros.

“Hay el riesgo de que las agencias de Estado y los cárteles queden atrapados en una especie de ‘carrera armamentista’, donde los esfuerzos del gobierno llevan a un aumento en la fuerza y violencia empleada por los traficantes… desafortunadamente, eso parece ser lo que estamos presenciando en México y en muchas otras partes del mundo”, señala el reporte.

La comisión que elaboró el documento, encabezada por Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), expuso que las estrategias mal diseñadas de combate al narcotráfico aumentan los niveles de violencia, corrupción e intimidación, asociadas al comercio de las droga.

La estrategia global contra el tráfico de drogas, impuesta desde Washington hace cuatro décadas y apoyada por la ONU, ha fallado y ahora es necesario replantearla, aseveran los autores del informe.

Proponen revisar las penas

En el grupo que integra esta comisión hay personalidades como el ex presidente de Colombia, César Gaviria; el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa; el escritor mexicano Carlos Fuentes; el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, y George P. Shultz, ex secretario de Estado de Estados Unidos; en total, son 19 los líderes que forman parte de él.

Ellos exponen que las naciones se niegan a reformar su estrategia contra el narcotráfico, pues ésta se basan en una serie de percepciones de la opinión pública tiene sobre las personas adictas y sobre el mercado de las drogas, percepciones que no siempre coinciden con la realidad.

El análisis recuerda que en el planeta hay 250 millones de consumidores de drogas ilícitas; es decir, 3.6 por ciento de los seres humanos —de acuerdo a cifras de la ONU— y otros varios millones de personas que se dedican a la producción y distribución de las mismas y “simplemente no podemos tratarlos a todos como criminales”, señala el análisis.

Sobre los consumidores, el documento muestra que a pesar de los temores de la sociedad sobre el comportamiento violento de los adictos “menos de diez por ciento de los consumidores puede ser clasificado como dependiente de las drogas o usuario problemático”.

Asimismo, enfatiza la necesidad de ofrecerles opciones de rehabilitación y respetar sus derechos humanos en todo momento, en lugar de marginarlos y criminalizarlos.

En tanto, sobre los agricultores, el informe recuerda que “la mayoría de las personas que se dedican al cultivo de cocaína, opio o mariguana son pequeños productores que están luchando por sacar adelante a sus familias y no les queda otra opción”, por lo que darles sentencias de cárcel como si fueran los líderes de un cártel de la droga no soluciona el problema.

Así, en lugar de dirigir la maquinaria de la “guerra” antinarcotráfico” contra esta amplia población de productores —que previamente estaban en la miseria, de mulas y vendedores menudistas— y de personas con adicción a las drogas, la estrategia debe dirigirse quirúrgicamente contra quienes realmente dirigen los cárteles y quienes desde el poder los cobijan, destacan.

La estrategia, señalan, debe dirigirse a ubicar qué ámbitos del sector público están siendo corrompidos por los cárteles, qué sectores de la sociedad están siendo intimidados o amenazados para colaborar con el narcotráfico, y qué sectores presentan las tasas más altas de adicción.

Una vez teniendo identificados esos sectores, se debe trabajar con ellos para contrarrestar la capacidad de intimidación del narcotráfico: “en la mayoría de los países esto significaría aumentar la inversión en los programas sociales y de salud, y una dedicación de las agencias de seguridad a atacar la capacidad de corrupción y de generación de violencia por parte de los cárteles”, señala el reporte.

Otra acción medular que propone el reporte de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas es reducir las penas de cárcel que se imponen actualmente a los vendedores al menudeo: “muchos jóvenes son explotados para hacer el trabajo más arriesgado de vender droga en las calles, muchos son adictos a las drogas, o personas coercionadas u obligadas a transportarlas”.

Lo grave del asunto, afirman, es que muchos de ellos son juzgados bajo los mismos criterios legales que a los capos que controlan el mercado de las drogas y se les aplican penas severísimas.

“Así, los gobiernos llenan las cárceles con criminales menores cumpliendo sentencias largísimas, con un gran costo social y sin resultados que vulneren el mercado de las drogas.” De esa forma, la justicia de las naciones debe empezar a hacer una distinción real entre los diferentes niveles de criminales.

Trabajo internacional

La Comisión Global de Políticas sobre Drogas (IDPC, por sus siglas en inglés) es una red mundial de ONG y redes profesionales especializadas en el tema de las drogas.

La IDPC se estableció en 2007, tras una reunión organizada en Londres, en la que varias ONG que trabajaban en el ámbito de las políticas de drogas se dieron cita para revisar la situación mundial de éstas.

La Comisión busca fomentar debates sobre las políticas de drogas en el ámbito internacional, y apoya políticas fundamentadas en evidencias científicas para reducir el daño relacionado con las drogas.

Tiene dos tipos de integrantes. Los asociados trabajan conjuntamente para poner en práctica el plan de trabajo anual; y los miembros de red contribuyen a la difusión de las ideas y materiales.

Sobre la nota anterior, un decepcionado analista que tal vez malgastó su voto en Felipe Calderón en el 2006 comentó lo siguiente:

Fallida guerra
Sergio Sarmiento
3 de junio del 2011

Las cifras no mienten. El enorme gasto y esfuerzo gubernamental realizado en el mundo para la represión y el castigo de productores, comerciantes y consumidores de drogas no ha reducido ni la oferta ni el consumo de estas sustancias. Por el contrario, ha producido un aumento de la violencia y del crimen, y ha generado mayores problemas sociales y de salud de los que pretendía resolver.

El informe “Guerra a las drogas” de la Comisión Global de Políticas de Drogas, formada por un grupo internacional de respetados políticos, académicos e intelectuales entre quienes se incluyen Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, George Schultz, Paul Volcker y Ernesto Zedillo, es contundente. Según las Naciones Unidas, entre 1998 y 2008 el consumo mundial de opiáceos aumentó 34.5 por ciento, el de cocaína 27 por ciento y el de Cannabis 8.5 por ciento. Si el propósito de la guerra era disminuir el consumo, el fracaso es evidente.

Las consecuencias negativas de la guerra incluyen el surgimiento de un enorme mercado negro, el desperdicio de recursos que deberían utilizarse para combatir actividades criminales, el desplazamiento geográfico de la producción cuando se impide que ésta se desarrolle en las ubicaciones tradicionales, el desplazamiento de sustancias que hace que los consumidores utilicen nuevas drogas cuando las que empleaban antes no están disponibles, y la estigmatización, marginalización y exclusión social de los usuarios.

Quizá lo peor de todo es que la prohibición genera violencia.

Los miembros de la comisión sugieren a los gobiernos “terminar con la criminalización, marginalización y estigmatización de la gente que usa drogas pero que no daña a terceros”. Proponen “experimentar con modelos de regulación legal que socaven el poder del crimen organizado y salvaguarden la salud y la seguridad de sus ciudadanos”. La recomendación se aplica fundamentalmente a la mariguana o Cannabis, dicen, pero también a otras drogas.

El informe cita una serie de experiencias de descriminalización en distintos países: Suiza, el Reino Unido, Países Bajos (Holanda), Portugal y Australia Occidental. Concluye que la eliminación de las sanciones criminales no ha provocado aumentos en el consumo de estas sustancias.

Señala también que la clasificación de riesgos de las drogas de las autoridades antinarcóticos no corresponde con los verdaderos peligros de estas sustancias.

La Cannabis, por ejemplo, es combatida en el mundo como una sustancia de gran peligro; sin embargo, estudios independientes de expertos, como el publicado por la revista médica The Lancet en 2007, muestran que el alcohol y el tabaco generan mayores daños a los usuarios, a pesar de lo cual no están prohibidos.

El informe señala que hay signos de inercia en la discusión sobre las políticas públicas en materia de drogas. Los gobernantes saben que el esfuerzo ha fracasado, pero no se atreven a cambiar de rumbo. Los miembros de la Comisión Global urgen a los gobiernos del mundo a tomar medidas de fondo, a adoptar las estrategias de combate a las drogas que han sido exitosas en algunos países y a abandonar el enfoque punitivo que tan malos resultados ha tenido. “Corregir las políticas sobre las drogas –concluyen– no es un tema de debate intelectual o teórico, sino uno de los retos de políticas públicas más importantes de nuestro tiempo.”

Por su parte, otro analista que muchas veces ha tratado de apoyar a Calderón en todo ha manifestado ya algunas reservas sobre la cordura de la “guerra” de Calderón que a estas alturas se antoja más bien como cosa personal sostenida contra viento y marea a causa de la egolatría y soberbia de un político de la derecha incapaz de admitir que se equivocó y mucho menos de dar un cambio de rumbo:

Calderón contra el mundo
Raymundo Riva Palacio
3 de junio del 2011

El presidente Felipe Calderón regresó al Centro de Mando de la Policía Federal en Iztapalapa para instaurar oficialmente el 2 de junio como el Día del Policía. Merecido el reconocimiento, aunque el contexto general en el cual se decreta la celebración anual tiene que ver con otro tipo de consentimiento, que es para con el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, arquitecto de la estrategia contra los cárteles de la droga. Pero fue un día de claroscuros. Diecinueve líderes políticos y financieros en el mundo difundieron un reporte donde establecen que su guerra contra los cárteles de la droga está mal, es un error, y crea una carrera armamentista y muerte.

El presidente Calderón y su gobierno están en las antípodas de donde camina el mundo. Su gran amigo, el presidente colombiano Juan Manuel Santos, inició en Europa una negociación secreta con las FARC para lograr la paz en su país tras más de medio siglo de violencia, donde las consideraciones éticas de negociar con una narcoguerrilla definida como “terrorista” son puestas de lado. Igualmente, el presidente Barack Obama modificó la doctrina del presidente Richard Nixon de combatir criminalmente al narcotráfico por un enfoque de salud y prevención.

Este miércoles, una Comisión de Líderes del Mundo urgió el fin de la fallida guerra contra las drogas y reformas fundamentales al régimen de prohibición al uso de drogas. La Comisión tiene un peso específico, al figurar el primer ministro de Grecia, los ex presidentes de Brasil, Colombia, México, Suiza, el secretario general de la ONU, ex ministros europeos, funcionarios de la Unión Europea y un ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, bajo la presidencia honoraria de George Shultz, el canciller de Ronald Reagan.

Su reporte argumenta que los grandes gastos en medidas de represivas y de criminalización dirigidas contra productores, traficantes y consumidores, han fracasado en la reducción del suministro y el consumo (Estados Unidos, Colombia y México mismo, serían estudios de caso), y que las victorias aparentes al eliminar una fuente de abastecimiento o a una organización de narcotraficantes, son neutralizadas ante la emergencia de otras fuentes y cárteles (que es la lógica de realineamiento, cada vez con más violencia, de las bandas criminales en México desde 2007).

En el caso específico de México, los líderes afirman: “Prácticas policiales mal diseñadas contra las drogas, pueden incrementar el nivel de violencia, la intimidación y la corrupción asociada con los mercados de la droga. Las fuerzas de seguridad y las organizaciones de narcotraficantes se han visto involucradas en una especie de carrera armamentista en la cual los mayores esfuerzos policiales tienden a un incremento similar de los traficantes en la fuerza y la violencia. De esta forma, se crean las condiciones para una mayor brutalidad y violencia de las organizaciones de narcotráfico”.

La descripción del grupo de líderes responde indirectamente a la racional de la estrategia, planteada por el Presidente y el gabinete de seguridad de combatir a todos los grupos para desmantelar los cárteles, provocar una diáspora y forzar el achicamiento de las nuevas organizaciones, para que sean más fáciles de controlar. Esa estrategia sí rompió cárteles y en algunos casos su casi desaparición, como La Familia Michoacana, que se encuentra descabezada y desdoblándose en pequeñas bandas criminales, Tijuana que se tuvo que reinventar en una nueva organización con base en San Diego, o Los Zetas, que para sobrevivir tuvieron que expandirse a Centroamérica.

El argumento central del reporte es que ante el fracaso del enfoque policial en la guerra contra las drogas, debe modificarse por uno que aborde el tema de salud, con modelos de regulación de las drogas, especialmente la mariguana, que mine el poder del crimen organizado y salvaguarde la salud e integridad de los ciudadanos. En México, como referencia, la exportación de mariguana a Estados Unidos es lo que sostiene la operación diaria de los cárteles de la droga, no la cocaína, de donde salen las grandes utilidades.

Esta regulación modificaría la criminalización de, por ejemplo, los campesinos que producen drogas porque no tienen cultivos alternos para subsistir, los consumidores, e inclusive narcomenudistas, cuya lucha por territorios generan buena parte de la violencia en México, que perderían los incentivos de ganancia ante un mercado regulado de drogas.

Las reformas que plantea el reporte afectaría también la asignación de presupuestos, reorientando el énfasis de la seguridad a políticas públicas que ataquen, en el análisis de los expertos, los factores que contribuyen al desarrollo de la problemática y patrones de dependencia, como traumas y negligencias durante la niñez, las difíciles condiciones de vida de sus entornos, la marginación social y los problemas emocionales (en el núcleo familiar).

Todas estas propuestas chocan con la estrategia del gobierno mexicano contra los cárteles de la droga, que consta de cinco componentes: 1) Operativos conjuntos en apoyo a las autoridades locales y a los ciudadanos y que tiene el propósito de debilitar y contener a las organizaciones criminales; 2) Escalar las capacidades operativas y tecnológicas de las Fuerzas del Estado; 3) Reforma al marco legal e institucional; 4) Política activa de prevención del delito; y 5) Fortalecer la cooperación internacional.

Es cierto, como se afirma en el reporte, que la política policial es parte de la solución, pero no es la solución ni la forma como debe enfocarse el fenómeno. “No podemos ignorar más que la extensión de la violencia relacionado con el narcotráfico, el crimen y la corrupción, son resultado del fracaso de las políticas de la guerra contra las drogas”, dijo uno de los líderes miembros, César Gaviria, que como presidente de Colombia naufragó en su guerra contra narco. “Es tiempo de romper el tabú sobre la discusión de todas las opciones de políticas contra las drogas, incluidas las alternativas a la prohibición de drogas”.

Este es un gran documento para, como ha propuesto el presidente Calderón, discutir opciones estratégicas al combate contra las drogas. Pero hay que hacerlo, a partir de estudios, evidencias y planteamientos, no cimentadas en actos de fe ni en descalificaciones a priori, o ante la cerrazón de los interlocutores. Ya es tiempo, parafraseando a Gaviria, que debatamos en serio.

El obstáculo principal enfrentado por Felipe Calderón para dar un cambio de rumbo es, desde luego, ¿cómo admitir que se equivocó?, ¿cómo justifica los más de 40 mil cadáveres más las miles de viudas y huérfanos que su guerra le ha costado a México?, ¿cómo justifica los miles de millones de pesos tirados al caño con los cuales México podría haberse convertido ya en una potencia del primer mundo?, ¿cómo justifica una década perdida bajo los desgobiernos de la dupla derecha-ultraderecha en el poder? Y como nunca tuvo el valor y el coraje de admitir haber cometido error alguno en su fracasada administración, pues lo único que puede esperar México en el año y medio que le queda es más de lo mismo, o sea, unos 10 mil cadáveres adicionales para empatar la misma cifra de jóvenes norteamericanos masacrados en la inútil guerra de Vietnam, con la mira puesta a otro sexenio bajo el PAN que le dé continuidad a la “guerra” de Calderón acumulando otros 50 mil cadáveres para así romper récord con unos 100 mexicanos muertos que ni siquiera tuvieron la oportunudad de caer en una lucha armada para expulsar al PAN y al Yunque de Los Pinos.

Veamos la siguiente opinión de un editorialista norteño que escribiendo y viviendo en la ciudad más violenta del mundo (Ciudad Juárez) observa lo siguiente:

Ustedes disculpen
Luis Javier Valero Flores
EL DIARIO
10 de abril del 2011

De veras que no tienen vergüenza. Por un lado, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, cual vulgar pitoniso, nos vino a decir que al término del próximo sexenio “disminuiría la violencia”, y por otro, el subsecretario de Estado adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Procuración de Justicia y Narcotráfico de Estados Unidos, William R. Brownfield, candorosamente vino a reconocer que “nos equivocamos (Los Estados Unidos)” al considerar que podría ser resuelto rápidamente con “una campaña agresiva y que no requería un enfoque gubernamental pleno”, al dirigirse a los participantes de XXVIII Conferencia Internacional Contra las Drogas, celebrada en Cancún en el curso de la semana.

No tiene desperdicio la intervención del funcionario norteamericano, el escribiente no había escuchado o leído una explicación tan puntual de los gravísimos errores de concepción de la estrategia a aplicar en el combate al narcotráfico, ni mucho menos había escuchado la descripción de las actividades diseñadas por los norteamericanos, para que las aplicaran los gobiernos y fuerzas armadas y policiacas de los países americanos.

Brownfield dijo que se equivocaron al pensar que se podría combatir país por país, o cuando creyeron que era “una cuestión que únicamente tenía que ver con el cumplimiento de la ley, con enjuiciamiento, y pensábamos que no requería un enfoque gubernamental pleno”. Quien expresaba tales cosas era, quizá, el funcionario norteamericano con más experiencia en el combate al narcotráfico, pues su trayectoria es de 32 años en tal empeño.

Muchos años más tarde, “miles de millones de dólares gastados y muchas estrategias después y podría decirles que no tuvimos razón, no le atinamos… y eso lo aprendimos en las décadas de los 70, 80 y 90, conforme las organizaciones de narcotráfico se hicieron más globales, y tendieron sus tentáculos más allá los países y las fronteras de los países individuales. En 1979 creíamos que el problema de las drogas podía ser enfrentado como una cuestión que tenía que ver con el cumplimiento de la ley, con enjuiciamiento, y pensábamos que no requería un enfoque gubernamental pleno, nos equivocamos, tiene que ver con cuestiones económicas, políticas, de seguridad, diplomáticas, sociales, de salud, educación y aspectos culturales, y si no integramos todos estos elementos en nuestra solución estamos condenados al fracaso”.

En un larguísimo mea culpa, Brownfield enumeró una a una las etapas de esa estrategia fallida, en 1979 evaluaron que el narcotráfico era como una cadena que empezaba con el cultivo y concluía con su distribución y venta final y si quitaban un eslabón, toda la cadena se rompería. Nos equivocamos, dijo.

El relato, a medida que se desarrollaba, mostraba con toda nitidez, no solamente la candidez (por llamarla de alguna manera) del norteamericano, sino la sumisión de los gobiernos mexicanos –los de entonces y los de ahora– al acatar dócilmente la elaboración y aplicación de una estrategia que claramente estaba condenada al fracaso, no solamente por su concepción sino porque áreas enteras de las agencias de seguridad norteamericana se dedicaban a patrocinar a las bandas del narcotráfico, en aras de combatir al “peligro comunista”, en la aventura de combatir a los sandinistas mediante la creación y patrocinio de los “contras” en Centroamérica en la década de los 80’s.

Hoy mismo, Vicente Zambada Niebla, hijo de Ismael El Mayo Zambada, al presentar una apelación ante una corte federal en Chicago, arguyó en su defensa que las actividades ilícitas de las cuales se le acusa fueron realizadas con autorización de funcionarios federales de los EU, en particular de la DEA, el ICE y el FBI y por lo menos durante 5 años, con lo que puso a juicio al gobierno norteamericano por patrocinar actividades ilegales.

Asombran las declaraciones de García Luna y Brownfield pues ahora resulta que el baño de sangre y el gravísimo deterioro del Estado de Derecho, y las enormes sumas empleadas por ambos países, en particular el nuestro, ante los resultados, han sido completamente inútiles y como si fuera cualquier otra cosa, banal y fútil, simplemente nos dicen nos equivocamos o ¿Qué creen? Esto va a durar siete años más.

¿Cuánto aguantará el país a este ritmo? ¿A dónde arrojaremos a ciudades como Juárez, Tijuana, Culiacán, Durango, Chihuahua, Nuevo Laredo, Torreón y otras, sometidas a una intensísima ola criminal de todo tipo?

Demos una ojeada al costo de la “guerra” de Calderón.

Según el subcomandante Marcos (en una carta al escritor Juan Villoro) las dependencias encargadas de la seguridad, es decir, la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Seguridad Pública han recibido, de enero de 2007 a diciembre de 2010, una cantidad superior a los 366 mil millones de pesos, más los 121 mil millones que recibirán este año, es decir, casi 500 mil millones de pesos. El crecimiento es enorme pues en 2007 recibieron 71 mil millones de pesos, es decir, un 70% de incremento para sostener la guerra de Calderón.

No es aceptable, bajo ningún punto de vista, aceptar tal hecho; casi duplican su presupuesto y la ola criminal, en lugar de disminuir, contra toda lógica, se ha incrementado en niveles no conocidos por casi todas las actuales generaciones de mexicanos ¿A dónde se ha ido tanto dinero?

¿No sería mejor haberle dado un salario a todos los ni-nis y emplearlos en las mil y una tareas pendientes en la sociedad, y dejar que los norteamericanos empleen todos los recursos que dispongan en impedir el ingreso de drogas a su territorio?

Porque de acuerdo con el presupuesto de egresos de la federación, en el año del 2010, un soldado federal raso ganaba 3,865 pesos mensuales y un general divisionario recibía 133,590 pesos mensuales. Con el presupuesto bélico total del 2009 (113 mil millones de pesos para las 4 dependencias) “se hubieran podido pagar los salarios anuales de 2 millones y medio de soldados rasos; o de 70 mil 500 generales de división; o de 60 mil 700 titulares de la Secretaría de la Defensa Nacional”.

Y le agregamos nosotros, con un salario mensual de 7 mil 600 pesos se pagarían los salarios de 1 millón 250 mil jóvenes, es decir, los que ingresan cada año a la vida productiva.

A pesar de todo, Calderón insiste en mantener tal estrategia pues sueña con alcanzar la “gloria del triunfo” y anunció que las fuerzas armadas permanecerán en las calles hasta que existan “32 policías estatales confiables”, pues las existentes (en los estados) no lo son, como si la federal sí lo fuera, algo que para muchísimos juarenses ha quedado comprobado hasta el hartazgo de su ineficiencia y corrupción.

Pero no debemos preocuparnos, Calderón anunció que seguirán siendo “contundentes en un combate que no admite titubeos ni ambigüedad”, pero que ha mostrado cabalmente cuál bando está triunfando pues a decir de la administradora de la Agencia para el Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA) Michele Leonhart, los cárteles mexicanos han tomado el control total del trasiego y distribución de drogas, no solamente en México, sino también ¡en los Estados Unidos

“Los cárteles se relacionan con pandillas y otros grupos, pero el comando central está en los cárteles mexicanos, no hay cárteles específicos en Estados Unidos”, afirmó enfáticamente.

Po’s ora sí que no entendimos ¿Cómo está eso de que en plena guerra en México, los cárteles mexicanos no solamente no pierden fuerzas sino que se convierten en los controladores de la distribución y venta de drogas en el mayor mercado mundial de ellas?

Y encima, la presidencia de la conferencia recaerá en Genaro García Luna, el “mayor combatiente contra el narcotráfico en México”, como fue calificado por la funcionaria norteamericana.

Con razón el líder nacional del PAN, nuestro paisano, Gustavo Madero, lanza declaraciones tan correctas. Dijo que “la violencia no la inventó Calderón” pues existieron más ejecuciones durante los gobiernos del PRI ya que, sostuvo, en los 9 años de gobiernos panistas se suman 102 mil 99 ejecutados, pero que en los últimos 9 años del PRI fueron 128 mil.

Y como para que no quedara duda de la veracidad de tales frases, dijo que “antes de que llegara (Calderón) había cabezas humanas en las pistas de baile en los centros nocturnos de Morelia”.

Nomás hay que hacerle algunas pequeñas precisiones: Cuando aparecieron las primeras cabezas humanas, el presidente era su compañero de partido, Vicente Fox, y ocurrió en Uruapan, que está en Michoacán, no en Morelia.

Para fines de agosto del 2011, con cerca de 50 mil cadáveres a cuestas, Felipe Calderón seguía sacando a relucir su contrargumento favorito para justificar los cadáveres acumulados a causa de su “guerra” en contra del narco:
“la gran mayoría de los muertos que ha habido se deben a una lucha que sostienen entre sí mismos los cárteles de las drogas”
Desde esta perspectiva y siguiendo esta lógica, pues entonces todo estaría muy bien, porque si los miembros de los cárteles de las drogas son los que se han estado matando entre sí, y si son gente mala, pues que bueno que se estén matando entre sí. ¡Adelante! ¿Acaso no es esto algo muy bueno e inclusive deseable?

Sin embargo, este argumento se le ha estado viniendo abajo a Felipe Calderón debido a que una cantidad creciente de analistas y periodistas investigadores analizando fríamente las estadísticas y los reportes publicados en los medios de comunicación están descubrieron poco a poco un hecho que fue mantenido bien oculto por quizás demasiado tiempo por los medios audiovisuales oficialistas como TELEVISA: como resultado de la guerra de Calderón, en México han muerto millares de personas desarmadas que no contaban con medio alguno para poder defenderse, esto es, una parte importante de la elevada cifra de cadáveres no es atribuíble a enfrentamientos armados directos entre las bandas de los cárteles de la droga en México, y de hecho es una rareza cuando en México se llegan a enfrentar en igualdad de condiciones (armados hasta los dientes) sicarios al servicio de bandas contrarias del crimen organizado. Han muerto estudiantes de postgrado del Tecnológico de Monterrey, han muerto hijos de poetas y activistas sociales famosos, han muerto inmigrantes centroamericanos en su paso por México hacia los Estados Unidos, han muerto infantes cuyas edades no llegan ni siquiera a los 5 años, han muerto amas de casa, han muerto periodistas, en fin, la lista es amplia, se trata de gente que posiblemente si hubiera tenido al menos una pistola en sus manos habría vendido caro el pellejo al luchar por su supervivencia haciendo uso de su derecho a su legítima defensa, pero esto es algo casi imposible de que ocurra en México al hacerle el gobierno federal calderonista extraordinariamente difícil a los ciudadanos respetuosos de la ley el poder adquirir armas de fuego para poder defenderse.

Aunque Felipe Calderón le ha estado pidiendo al pueblo de México que se solidarice con su gobierno en la lucha contra el narco, cuando Calderón empezó su guerra no solo no le dió a los mexicanos ni siquiera una resortera con la cual al menos pudieran defenderse al no estar el gobierno calderonista en condiciones de poder proteger a los mismos ciudadanos a los que expuso a la peor crisis de violencia en la historia contemporánea, ni siquiera les permitió proveerse legalmente por cuenta propia de su propio armamento. Hasta la fecha, ni se ha permitido la apertura de armerías en el país para que los ciudadanos sin antecedentes penales puedan comprar una pistola legalmente, como tampoco se le ha permitido al ciudadano común y corriente la adquisición legal en México de armas de fuego. Esto es el equiparable en todo sentido a enviar a una manada de borregos a una guarida de lobos hambrientos. O peor aún, es un acto de genocidio que pesa directamente sobre los hombros del hombrecillo que en la elección presidencial del 2006 con la finalidad de ganar “haiga sido como haiga sido” estuvo acusando a su principal opositor de ser todo “un peligro para México”.

Viniéndose abajo el argumento de que este genocidio del pueblo de México atrapado entre los enfrentamientos armados de la delincuencia organizada y las tropas federales es simplemente una lucha armada entre los mismos cárteles, al mismo tiempo crecían los clamores y reclamos de que Felipe Calderón pusiera punto final a su estúpida guerra de legitimación, pero estos reclamos no sólo se generaban en México sino inclusive en el extranjero, de boca de personajes de primer nivel como el Juez español Baltasar Garzón, o medios internacionales de comunicación de elevado prestigio, como lo relata la siguiente nota:

Una tregua a la guerra contra el narco pide Forbe a Calderón
Agencia APRO
24 de agosto del 2011

La publicación financiera Forbes se sumó a las voces que dentro y fuera del país piden al gobierno de Felipe Calderón declarar una tregua a su guerra contra el crimen organizado, para frenar la creciente violencia que azota al país.

“El gobierno mexicano está dejando pasar una oportunidad, aunque sea vaga, de encontrar algún tipo de solución pacífica con los cárteles”, señaló Forbes en un articulo publicado este miércoles.

La revista, que ha colocado al líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, en la lista de los mexicanos millonarios, hizo referencia a las palabras enmendadas del procurador general de Justicia de Guerrero, Alberto López Rosas, quien expresó:

“Esperaría una tregua, porque nadie tiene derecho a poner en riesgo la tranquilidad de una sociedad. Nadie tiene derecho a hacer prevalecer sus negocios, más cuando son ilícitos, a costa de una sociedad que tiene el afán de trabajar y de esforzarse por sacar adelante a su familia”.

De acuerdo con la publicación, es una “tontería imposible y poco realista” tratar de llevar ante la justicia a toda la delincuencia organizada, aunque “sería bueno acabar con la violencia”.

Y considera que la manera de poner fin a la violencia “es acabar con el mercado negro por completo, es ponerle fin a la prohibición”.

Luego añade:

“Hacer la paz con los cárteles no puede ocurrir en el vacío. Ese es el truco. Si se permite que continúen el mercado negro, el contrabando y la violencia nada más, eso no es mejor que el combate a la delincuencia patrocinado por el Estado. Ese fue el status quo en los gobiernos anteriores y la razón por la cual el presidente Felipe Calderón es un apasionado de la guerra contra las drogas.

“La política simultánea tendría que ser un fin de la prohibición, algo que México no puede realmente hacer con un pie de Estados Unidos encima del hombro”, concluye.

¿Y la respuesta de Felipe Calderón ante todo esto? Pues... la misma, incapaz de reconocer errores, instaurándose una aureola de superioridad para coronarse a sí mismo como el campeón de la vanidad y la soberbia; apoyado incondicionalmente desde luego por sus congéneres del PAN-Gobierno en el sostenimiento de la locura que terminó convirtiendo a una nación pacífica en una zona de guerra comparable con Iraq y Afganistán.

El enorme costo humano, trágico, para México, de la militarización del combate en contra de la delincuencia organizada, algo que ningún otro mandatario (con la excepción de Colombia) ha osado emprender en los tiempos modernos, faltándole a Felipe Calderón menos de 11 meses para concluír su sangriento e infeliz sexenio, podría quedar simbolizado en trabajos como el siguiente:

Una víctima más
Sergio Sarmiento
Periodista y analista político
9 de enero del 2012

El sábado en la mañana me dijeron que al parecer había alguna esperanza de encontrar ese día a Mario Vélez Rodríguez, de 55 años de edad, el médico anestesiólogo del IMSS desaparecido el pasado 30 de diciembre. Me darían más información un poco más tarde. El mensaje que recibí al medio día me heló la sangre: “Lo encontraron muerto.”

El 4 de enero reporté en esta columna, con información obtenida de un miembro de la familia, la desaparición del médico en un aparente retén militar en Xalapa. Mi fuente señalaba que 14 personas habían sido retenidas. La desaparición del doctor Vélez Rodríguez fue confirmada. No obtuve confirmación de ninguna otra. La Secretaría de la Defensa ha negado haber desplegado un retén en Xalapa en esa fecha o haber detenido al doctor Vélez Rodríguez. La única certeza es que el médico desapareció en algún momento después de haber comido con miembros de su familia en el pueblo de Cardel, a medio camino entre Xalapa y Veracruz. Había quedado de reunirse con su familia esa noche en Xalapa. Nunca llegó.

La Sociedad Médica del Centro de Especialidades Médicas del Estado de Veracruz así como el Colegio de Anestesiólogos del Estado de Veracruz hicieron un llamamiento público al gobernador Javier Duarte el 4 de enero “para que indique a las autoridades de seguridad pública agilicen su búsqueda, pues no es posible que un servidor de la salud, cuya única labor es dedicarse a salvar vidas humanas, desaparezca sin dejar huella, por lo que como entenderá perfectamente existe una gran indignación y consternación por este hecho”.

El hallazgo del cuerpo sin vida del médico anestesiólogo en El Palmar, municipio de Emiliano Zapata, ha confirmado los peores temores. Una vez más pierde la vida una persona que no tiene nada que ver con el crimen organizado.

El gobierno ha mantenido una política de culpar a las víctimas de los delitos que sufren. Recuerdo el caso de la señora Patricia Terroba de Pintado, ejecutada por marinos en un retén en el fraccionamiento Los Limoneros a las afueras de Cuernavaca en diciembre de 2009 con el que se pretendía detener a Arturo Beltrán Leyva. Primero se acusó a la mujer de haber estado en una narcofiesta y de tener relaciones con el crimen organizado. Después de que se demostró que eso era falso, la Secretaría de Marina filtró información que mostraba que había bebido... como si la muerte fuera un castigo justo por tomarse una copa.

Hasta este momento son mayores las dudas que las certezas por la muerte del doctor Vélez Rodríguez. No hay absolutamente ninguna indicación de que haya tenido relación con el crimen organizado. Se trataba de un médico del IMSS aparentemente muy serio y muy dedicado a su trabajo. Las versiones de los familiares sobre su secuestro, en un retén militar justo frente a la Comercial Mexicana que se encuentra a la entrada de Xalapa por la carretera que viene de Veracruz, no han sido confirmadas. La Procuraduría de Justicia del Estado de Veracruz ha dado muy poca información sobre el caso.

De lo que no hay duda es que el nombre de Vélez Rodríguez se suma a la larga lista de muertos en una era de enorme violencia en nuestro país. Esta violencia no está limitada, pese a lo que han señalado con insistencia los políticos, a quienes están involucrados con el crimen organizado. El “daño colateral”, como algunos lo han llamado, se vuelve cada vez mayor. La siguiente víctima puede ser usted o yo. O alguno de nuestros hijos. Nadie está a salvo.

Y OTRA MÁS

Otro muerto, otra historia. Se trata de Delfino Garibay Ochoa de 66 años de edad. Fue delegado del IMSS en Michoacán, el Estado de México y Guerrero. Desapareció en diciembre pasado en Morelia, Michoacán. Al parecer fue secuestrado. No hay mucha más información sobre el caso.

Quizá lo más increíble de todo es que, al mismo tiempo que el pais se mantenía sumergido en este gigantesco baño de sangre nunca antes visto desde los tiempos de la Revolución Mexicana, la principal preocupación de Felipe Calderón, su mayor obsesión, era asegurar la continuidad del PAN-Gobierno en el poder por un tercer sexenio como el preludio a muchos otros sexenios adicionales, consumando en México la implantación virtual de un estado fascista bajo una hábil simulación de democracia y usurpando para tales efectos todos los recursos oficiales bajo el control del PAN-Gobierno, llegando incluso hasta el extremo de usar su investidura presidencial para haber invitado al mismo Papa Benedicto XVI a visitar México precisamente antes de las elecciones presidenciales (visita programada para llevarse a cabo en el ultraderechizado Estado de Guanajuato en la ciudad de León, cuna de puritanos en grado mayúsculo y conspiradores de tiempo completo al servicio de la Organización Nacional del Yunque, los mismos que aprovechando oportunísticamente en el año 2000 el “hartazgo del PRI” consumaron su golpe más espectacular al instalar en la silla presidencial a un incondicional de la extrema derecha construyéndole tras esto también en la ciudad de León el Centro Fox en muestra de gratitud por haberle permitido a la ultraderecha mexicana el haber podido instalarse en la cima del poder federal). En realidad, Felipe Calderón siempre fue un títere de los poderes fácticos que se han apoderado de México, siempre lo fue. En lugar de haber despilfarrado miles y miles de millones de pesos del erario público en su guerra idiota, muy bien podría haber usado una parte de dichos recursos para darle un castigo a la misma corrupción del pasado que tan ferozmente denunciaba el PAN, lo cual no hizo porque eso nunca fue prioridad alguna para el ahora PAN-Gobierno. Sobre esto y el nefasto legado que tanto Vicente Fox como Felipe Calderón dejaron en su paso por el PAN, el polémico autor colombiano naturalizado mexicano Fernando Vallejo, con motivo de su premiación con el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en noviembre del 2011, afirmó en alusión directa a Felipe Calderón al asegurar que se trataba de un hombre indigno del puesto que ocupa. “Y él como Vicente Fox se apoderaron de un partido limpio que era el PAN y dejaron impune todo el saqueo del PRI a México durante los 70 años que ya he hablado”. Seguramente tenía aún en mente las imágenes de la ultracorrupta y mafiosa lideresa sindical charra Elba Esther Gordillo (calificada como la lideresa más corrupta de América Latina) festejando junto con Felipe Calderón su dudoso triunfo en las elecciones presidenciales del 2006, sepultando con ello definitivamente cualquier esperanza que aún hubiera quedado en la mente de algún mexicano de que los Presidentes emanados del PAN dieran algún castigo así fuese meramente simbólico a la misma corrupción del pasado que tanto denunciaron.

Quizá la mejor prueba de todas de que la guerra de legitimación iniciada por Felipe Calderón sacando al Ejército de sus cuarteles a las calles de México para combatir a la violencia de la delincuencia organizada con la violencia militar es que, al irse acercando el final de su desastroso y macabro sexenio con el país inmerso en una ola de violencia y brutalidad sin fin, el mismo Felipe Calderón ya estaba preparando sus maletas para largarse del país dejándole a los mexicanos el enorme problema que él mismo creó, no sin antes de haberles dejado a los grandes narcotraficantes de México la gran lección de que ellos tenían mucho más poder que el que creían tener y que por lo tanto ellos también podrán vivir mejor:

La huída de Calderón
José Gil Olmos
Agencia APRO
21 de marzo del 2012

Una vez que entregue la banda presidencial, en diciembre próximo, posiblemente el presidente Felipe Calderón dejará el país.

De ser cierta esa versión, que ha comenzado ya a difundirse en Estados Unidos, la decisión del panista sería tomada como una señal del fracaso en cuanto a su declaración de guerra contra el crimen organizado, pero también como una medida vergonzante, pues estaría huyendo de una situación que él mismo provocó.

De acuerdo con información proporcionada por Dolia Estevez, corresponsal de MVS Radio en Washington, en una de sus últimas visitas a Estados Unidos, Calderón expuso su temor de recibir atentados del crimen organizado una vez que deje la presidencia de México.

No obstante, la medida también estaría pensada para protegerse desde el extranjero de cualquier demanda que pudieran estar planeando las familias de las víctimas de la violencia –50 mil y 10 mil desaparecidos– afectadas por la guerra contra el crimen organizado, que declaró desde el arranque de su gobierno.

A la memoria (con lo que se puede caer en la imprecisión), desde Porfirio Díaz no se tiene registrado que un Presidente mexicano salga del territorio nacional por decisión propia. Al triunfar la Revolución, el dictador oaxaqueño huyó a Francia y dejó detrás de sí un país desecho por la violencia, generada a raíz del enfrentamiento con distintas fuerzas que querían un cambio en el país.

La razón de los presidentes que posteriormente salieron de México, luego de concluir su gestión fue porque el mandatario entrante lo decidía así, a fin de evitar problemas de ajustes políticos, como fue el caso de Plutarco Elías Calles, a quien el general Lázaro Cárdenas sacó del país.

No es así en el caso de Felipe Calderón. Su decisión estaría fundada por el miedo, el temor a represalias por parte de algún grupo criminal en su contra, por las decisiones que tomó como jefe de las fuerzas armadas para combatirlos. Aunque hay razones para entender esta voluntad, también habría que preguntarse si realmente afectó los intereses de alguno de estos grupos, si minó su fuerza real o perjudicó sus negocios millonarios.

A simple vista, esto no ocurrió. Hasta el momento no sólo siguen operando los grandes capos, también ha crecido su poder y su presencia en todo México y otros países, sin que su estructura de organización y sus ganancias hayan sido afectadas.

Despojado de su investidura, Calderón será a partir de diciembre próximo otro ciudadano más, sujeto a la violencia que él mismo exacerbó con decisiones temperamentales, como querer acabar la violencia con más violencia.

Sin la seguridad con la que hoy cuenta el panista habrá de enfrentar lo que miles de mexicanos sufren todos los días: el miedo a ser atacados por estas bandas delincuencias que le han perdido el temor a toda autoridad y, además, tienen un poder desmesurado.

Pero lo que dejará atrás, luego de seis años de gobierno, será un país en crisis, con más desempleo y menos educación, más corrupción y menos transparencia, más inseguridad y menor tranquilidad, más impunidad y menos justicia; es decir, un país con un tejido social roto, de víctimas que le reclamarán su responsabilidad donde quiera que esté.


Título: A disfrutar sus logros
Cartonista: Hernández
Fuente: LA JORNADA



Título: Vivir mejor
Cartonista: Mono Sapiens
Fuente: PROCESO


Veamos otro análisis editorial publicado en la que terminó siendo convertida en la ciudad más violenta del mundo por culpa de la militarizada guerra calderonista en contra del narcotráfico, un editorial que se fue duro en contra del muy publicitado (oficialmente) “éxito” de la fracasada guerra:

Gasto inútil y estrategia fallida
De los Reporteros
EL DIARIO
17 de junio del 2012

Otra vez se evidenció la inutilidad de la guerra calderonista contra las drogas: ni el despliegue de fuerzas federales y militares que en Juárez coincidió con una cruenta disputa entre cárteles y llegó a convertir a la ciudad en la más violenta de México, impactó al mercado y frenó el trasiego hacia Estados Unidos.

Por el contrario, de acuerdo con el último reporte de inteligencia del Departamento de Justicia de aquel país, a partir de 2011 se incrementó el cruce de cocaína, heroína negra y metanfetaminas y hay una mayor disponibilidad de drogas en el oeste texano.

El documento elaborado por el Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas (NDIC, por sus siglas en inglés) establece que el repunte en el flujo coincide con el desplazamiento que el cártel que lidera Joaquín “El Chapo” Guzmán realizó sobre la organización que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, aunque ésta mantiene el control de una parte del corredor que cruza por Ciudad Juárez.

El saldo de la disputa que en esta frontera lleva 4 años y medio ronda los 11 mil homicidios dolosos. Pese a la incidencia a la baja registrada a partir de 2011, la cifra no tiene parangón en ningún otro territorio.

A los juarenses les tocó padecer un escenario de guerra que no solamente enlutó y desintegró a miles de familias, sino que devastó las estructuras económicas y sociales que soportaban el desarrollo de la ciudad.

Después de esa ya muy larga coyuntura crítica en que Juárez se volvió emblemática de la lucha binacional contra el tráfico de drogas y la ciudad quedó bajo el fuego de los cárteles que diversificaron su actividad criminal quebrantando vidas y patrimonios, duele a los ciudadanos que resistieron el embate saber que el tributo sirvió de nada.

Y repugnante resulta confirmar una y otra vez que la estrategia impulsada por los Estados Unidos y adoptada ciegamente por México para atacar al narcotráfico es una farsa porque las estructuras financieras permanecen intocadas como intacta está la demanda de los consumidores.

Poco o nada se hace para inhibir el consumo, lo mismo que para frenar la inversión del dinero proveniente de las drogas.

Pareciera que el único interés de las autoridades del vecino país es garantizar que las cosas sigan igual para que las drogas no falten a los consumidores estadounidenses, sin importar la estela de sangre que el traslado haya dejado en México.

Otra faceta de la farsa en la cruzada contra las drogas está en que sólo se busca estigmatizar al mexicano como mafioso sin que en Estados Unidos se les ponga rostro a los líderes de los cárteles que son ciudadanos de aquel país.

El caso del proceso por lavado de dinero que enfrentan en Texas José Treviño –hermano de Miguel Ángel Treviño, segundo al mando del Cártel de los Zetas– y su hermana Zulema, ambos ciudadanos estadounidenses, muestra una de las múltiples actividades que pueden ser utilizadas por el narco para el lavado de dinero.

Los detenidos son acusados de blanqueo por medio de la compra de caballos y yeguas “cuarto de milla” y de establos en hipódromos como el de Ruidoso Downs, Nuevo México.

En el ambiente de las carreras de caballos desde hace tiempo que despertaban suspicacias los movimientos y las adquisiciones de los Treviño pero hasta ahora actuaron las autoridades estadounidenses, en una operación que de acuerdo con la titular de la Procuraduría General de la República, Marisela Morales, se originó a partir de la detención de una célula de Los Zetas por parte del Ejército Mexicano.

Y aunque los procesados son ciudadanos estadounidenses la operación está dirigida hacia empresarios mexicanos vinculados con el Cártel de los Zetas. Pancho Colorado, un contratista veracruzano de Petróleos Mexicanos también es acusado de ser prestanombres de Miguel y Óscar Treviño, por lo que el jueves decidió entregarse en Houston, Texas para afrontar los cargos que le imputa el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Pero los nombres y los apellidos anglosajones generalmente no aparecen en las operaciones de gran calado.

Un emblemático caso de la permisiva manera de actuar del Gobierno estadounidense en cuanto al lavado de dinero nos lleva al banco Wachovia, cuyos ejecutivos, sin correr mayores riesgos, blanquearon millones de dólares del narcotráfico.

De acuerdo con los registros periodísticos, entre 2004 y 2007 Wachovia operó 378.4 mil millones de dólares que le enviaron casas de cambio mexicanas sin que se preocuparan sus dueños y ejecutivos sobre el origen de los recursos.

Cuando las autoridades norteamericanas detectaron las irregularidades únicamente impusieron al banco una multa por 160 millones de dólares, es decir, menos del 2 por ciento de las ganancias que tuvo en 2009.

En los hechos, el castigo se convirtió en incentivo para continuar el blanqueo criminal para los banqueros y todo tipo de empresarios.

En tanto no se impidan y castiguen en Estados Unidos prácticas como las de los bancos lavadores de dinero seguirá siendo ofensiva la presión para que de este lado de la frontera se extiendan las operaciones contra el trasiego que han contribuido a escalar el nivel de violencia en lugar de contenerla.

La estrategia de guerra no puede constreñirse a causar bajas a los narcotraficantes, lo que ocasiona generalmente mayor fragmentación de los cárteles y mayor violencia; urge la lucha legal en serio contra los grandes negocios (bancos, casas de cambio, casinos, inmobiliarias, constructoras, comercios) que se dedican a inyectar el dinero sucio al mercado.

Esa es una parte de la ecuación, la otra tiene que ver con el rescate de las economías devastadas por la guerra y ahí Juárez de nuevo es muestra de lo que puede pasar cuando en la apuesta contra la criminalidad se priorizan los puros afanes policiacos y se descuidan otras inversiones básicas.

Naves industriales vacías (el 22 por ciento del espacio desocupado), plazas comerciales cerradas, viviendas deshabitadas y destruidas, fraccionamientos completos abandonados, lotes baldíos llenos de basura o escombro, calles y banquetas destrozadas y en general un equipamiento urbano menguado y deficiente reflejan una ciudad arruinada por la recesión económica que aquí se traslapó con la criminalidad y violencia.

La crisis en ambos sentidos no hizo sino magnificar el rezago en la infraestructura urbana y social. Los requerimientos están a la vista, con todo y las señales de recuperación que apenas se atisban luego de cuatro años de dificultades.

Con ese escenario de devastación indigna todavía más que una guerra inútil contra las drogas haya acaparado los mayores presupuestos del Gobierno federal.

Mientras aquí se extendía el déficit (de acuerdo con sectores sociales y empresariales de Juárez las más básicas obras para restaurar la ciudad requieren de al menos 5 mil millones de dólares) los dineros públicos se destinaron a mantener una fuerte nómina del gabinete de seguridad y una operación territorial de las fuerzas federales y militares por todo el país cuyo resultado en el combate al narcotráfico fue nulo.

Ni las cifras de la violencia –hoy con picos más altos en estados como Tamaulipas, Nuevo León, Jalisco o Veracruz– ni las del consumo de las drogas prohibidas o sus precios en el mercado han mostrado indicios de que la estrategia haya dado frutos.

Crece el consumo interno, las drogas siguen llegando a Estados Unidos, el mercado aumenta y la oferta ni siquiera se ha encarecido. El narcotráfico no se detiene y al final del día el saldo no se traduce en disminución de la presencia de los cárteles, sino en mero reacomodo en los corredores de la droga, reconfiguraciones internas, escisiones y nuevas alianzas.

De fondo nada cambia y la red de distribución y lavado de dinero está garantizada. La carnicería de la guerra contra las drogas sólo ha justificado los millonarios presupuestos de las agencias públicas en ambos lados de la frontera, pero a nadie parece importar que en el medio de toda la inservible parafernalia una ciudad entera haya sido desangrada.

Destaca el hecho de que, al final de cuentas, y en los últimos meses de agonía de la derecha ultraconservadora panista en el poder tras el descomunal descalabro que le fue propinado por el pueblo de México en las urnas el primero de julio del 2012, desde el mismo Senado norteamericano se empezó a marcar distancia entre Washington y Felipe Calderón cuestionando el supuesto “éxito” de una guerra que al final de cuentas resultó ser una guerra inútil e idiota. Y se trata de los mismos políticos norteamericanos quienes en el pasado eran los que más le aplaudían a Felipe Calderón el que hubiera desatado dentro de territorio mexicano una guerra costosa y sangrienta que los norteamericanos ni estando borrachos (o drogados) se atreverían a desatar en contra de su propio territorio enviando a los Marines a las calles para capturar a los capos norteamericanos que se supone que son mucho más poderosos que los capos mexicanos.