martes, 20 de diciembre de 2011

Orígenes ocultos del genocidio del 68 - 1a parte

El pueblo de México tiene pleno derecho a saber toda la verdad sobre lo que sucedió el 2 de octubre de 1968, y ha llegado el momento de que dicha verdad se conozca, porque lo sucedido aquél día no fue más que el preludio de otras cosas más terribles aún por venir cuando México enfrenta hoy la acechanza de una extraordinaria amenaza forjada desde las tinieblas que ha ido creciendo con el paso del tiempo en base a un plan premeditado y deliberado para el establecimiento en México de algo que nada tiene de nacionalista ni patriota aunque se presente con tal fachada. El velo del misterio será develado recurriendo a testimonios y hechos originales de aquella época. Muchos de los datos pueden ser corroborados y verificados de inmediato. Corresponderá al lector evaluar por sí mismos los hechos y datos que le serán presentados para que pueda decidir por sí mismo quién miente y quién dice la verdad.


En un trabajo pionero publicado en varias partes bajo el rubro La Ultraderecha Mexicana, los integrantes de la Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana habían adelantado la hipótesis de que las raíces de la terrible y sangrienta matanza cometida el 2 de octubre de 1968 en contra de civiles desarmados pueden buscarse y puedan encontrarse no en la ciudad de México, sino en otra ciudad, la ciudad de Guadalajara. Spectator dará seguimiento aquí a esta hipótesis y confirmará que tales sospechas efectivamente tienen fundamento.

Sin duda alguna, y esto es imposible de rebatir, un personaje que tuvo importancia central en la terrible matanza de civiles llevada a cabo por el Ejército mexicano en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco fue el General Marcelino García Barragán:





No es posible en modo alguno minimizarle su papel en la masacre de Tlatelolco por el simple hecho de que él era el Secretario de la Defensa Nacional cuando ocurrieron los hechos, y fueron soldados del Ejército nacional los que dispararon y arremetieron en contra de los civiles que se habían congregado en dicha plaza.

Hasta el día de hoy, la culpa de la matanza ha sido adjudicada en primer lugar al Presidente autócrata Gustavo Díaz Ordaz (el cual siendo hosco y huraño y no siendo un buen político posiblemente nunca habría llegado a la Presidencia de no ser porque en México se vivía en aquellos días una dictadura de partido único bajo una democracia que era una simulación de principio a fin y en donde cada sucesor a la Presidencia era escogido por un semi-monárquico sistema de dedazo en el que cada Presidente tenía el privilegio de nombrar a quien sería su seguro sucesor en el cargo), porque una matanza de ese calibre simple y sencillamente no podía llevarse a cabo en los tiempos de la democracia simulada en los que en México la voluntad del Presidente lo era todo al estilo de los Emperadores de la Roma antigüa si la matanza no tenía el sello personal de aprobación del Presidente-Tlatoani. Él mismo reconoció y dijo, ya después de haber dejado la Presidencia, que si de algo estaba orgulloso era de haber ordenado dicha matanza, de modo tal que se le tiene que asignar la parte de la culpa que le corresponde. Sus palabras textuales pronunciadas en 1977 fueron “Pero de lo que estoy más orgulloso, de esos seis años, es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país”. Al usar estas palabras, Gustavo Díaz Ordaz utilizó exactamente las mismas palabras (palabras más, palabras menos) que las que utilizan los alucinados de la extrema derecha mexicana al presentarse ante sus interlocutores como “salvadores” de México. Y sin decirlo explícitamente, se puede intuír que Gustavo Díaz Ordaz estaba convencido de que había salvado a México de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Porque si no estaba “salvando” a México de esto, ¿entonces de qué otra cosa lo podía estar “salvando”? ¿De sus propios jóvenes?

A diferencia de la cínica admisión de Gustavo Díaz Ordaz de su papel en la matanza de Tlatelolco hecha a sabiendas de que inclusive hasta el día de hoy las leyes están hechas para situar al Presidente de México por encima de la ley garantizándole una impunidad casi total en todo lo que haga sin que se le pueda aplicar castigo alguno así confiese crímenes que se hayan cometido bajo su mandato (esta es la razón por la cual a Felipe Calderón ya como Presidente de México se le hizo fácil sacar al Ejército de los cuarteles sin pedir autorización alguna al Congreso de la Unión para iniciar una guerra sangrienta en contra de los cárteles de la droga que ya para fines del 2011 le había costado al país cerca de 50 mil cadáveres), su sucesor a quien también se le atribuye parte de la culpa, Luis Echeverría Alvarez, jamás aceptó ni reconoció participación alguna en los eventos pese a que como Secretario de Gobernación ciertamente tenía sus manos metidas hasta el fondo del asunto.

Inclusive hay otros políticos y funcionarios a los cuales también se les ha embarrado su complicidad en la matanza de 1968, como Alfonso Corona del Rosal. Sin embargo, el hombre que estuvo a cargo de todo el Ejército mexicano durante esos días terribles, el militar al cual respondían todos los soldados de México de todos los grados militares habidos y por haber y el cual a su vez únicamente obedecía a su jefe superior inmediato el Presidente de México, precisamente el Secretario de la Defensa Nacional Marcelino García Barragán, no sólo se le mantuvo por todos los medios posibles en una posición intocable, sino que tras su deceso se le nombraría “ciudadano distinguido de Jalisco” moviendo sus restos mortales a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, levantándosele monumentos en su honor y nombrando calles y escuelas en su memoria pese a que ese hombre tenía sus manos completamente manchadas con la sangre de civiles que las tropas bajo su mando derramaron el 2 de octubre de 1968.





En la siguiente fotografía tenemos al Gobernador de Jalisco Emilio González Márquez (el cual aparece a la izquierda), al lado del nieto del General Marcelino García Barragán, Javier García Morales (el cual aparece a la derecha), en un aniversario luctuoso que se llevó a cabo el sábado 3 de septiembre del 2011 en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres:





Spectator ya ha escrito previamente acerca de Emilio González Márquez y su asociación con gente extraordinariamente peligrosa y violenta que cohesionada en el secreto bajo una poderosa organización clandestina de alcance nacional puso detrás de Emilio González Márquez todos sus recursos y sus estratagemas para que González Márquez pudiera llegar a ocupar la gubernatura de Jalisco. Sin la ayuda de esos individuos, González Márquez por sí solo jamás habría llegado a la gubernatura de Jalisco, es así de simple. Se ha documentado ya la manera sucia en la cual pudo llegar a la gubernatura, y se ha documentado ya cómo él mismo con sus obras y sus hechos ha ido demostrándole al pueblo de Jalisco y al pueblo de México que su mentalidad y su filosofía representan la esencia misma de la extrema derecha que se ha estado denunciando en los trabajos de Spectator. A estas alturas, esto último ya no está a discusión.

La presencia del ultraderechista Gobernador de Jalisco Emilio González Márquez, el cual con el apoyo de la misma gente obscura y siniestra que lo había ayudado a llegar a la gubernatura de Jalisco estaba ya en plena campaña para intentar llegar a la Presidencia de México, fue una gran sorpresa para los asistentes al aniversario luctuoso llevado a cabo en memoria del General Marcelino García Barragán, ya que habían pasado varias ceremonias en honor del General García Barragán a las cuales el Gobernador Emilio González Márquez no asistía, pero de una manera sorpresiva lo hizo en esa ocasión, buscando al nieto de García Barragán para dialogar con él antes de que se iniciara la ceremonia, en la parte lateral en donde se encontraba el sillerío. Javier García Morales se mostraba contento, sin dejar de sonreír y saludar a cada uno de los asistentes que se le acercaban, sin saber lo que estaba por ocurrir.

Apenas 72 horas después de haber asistido al aniversario luctuoso en memoria de su abuelo, evento en el que inusitadamente y de una manera que no estaba incluída en la agenda el nieto del General García Barragán fue visitado personalmente por el Gobernador Emilio González Márquez, Javier García Morales caía abatido en una emboscada perfectamente planificada y llevada a cabo fríamente con toda precisión. Hasta la fecha, el crimen permanece impune y las autoridades del Estado gobernado por Emilio González Márquez no reportan avance alguno en las investigaciones del crimen, si es que realmente se está llevando a cabo algún tipo de investigación. La siguiente fotografía nos muestra el cadáver de Javier García Morales tal y como quedó tendido en una banqueta de la ciudad de Guadalajara:





Cuando el nieto de Marcelino García Barragán fue emboscado y asesinado a sangre fría en la ciudad de Guadalajara, habían transcurrido ya cinco años de que gracias a los trabajos de Spectator y otros articulistas los secretos y la ideología de la sociedad secreta Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara así como la igualmente clandestina Organización Nacional del Yunque se estaban dando a conocer en todo México, sin censura alguna de por medio, y faltaban escasos diez meses para la celebración de las elecciones presidenciales a ser llevadas a cabo en julio del 2012. Cualquier cosa que el General Marcelino García Barragán le pudiera haber confiado a su propio nieto en la más alta confidencialidad acerca de la participación indirecta que tuvo la extrema derecha, sobre todo la extrema derecha radicada en Jalisco, en la masacre consumada el 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México, puso a su nieto en un elevado nivel de riesgo para estas poderosas sociedades secretas aliadas con terribles poderes fácticos en donde hay muchos intereses políticos y económicos en juego. Esta posibilidad, aunque el nieto de Marcelino García Barragán les jurase una y mil veces mantener su boca cerrada, era demasiado elevada como para que la gente desalmada que encabeza estas sociedades secretas decidiera tomar el riesgo de confiar en la discrecionalidad del nieto de García Barragán. Y estas sociedades secretas cuyos líderes solo ven por sí mismos y por sus propios intereses trabajan sobre una premisa muy sencilla: los muertos no hablan. Con su muerte inesperada, Javier García Morales se llevó consigo a la tumba muchos secretos terribles que le habría confiado su abuelo en conversaciones familiares, porque ciertamente los muertos no hablan. Pero no se llevó tanta información a la tumba como para que a tales secretos no se les pueda descorrer el velo de misterio con otras cosas que ya se saben.

Ninguno de los altos funcionarios de la Universidad Autónoma de Guadalajara ha sido investigado e interrogado en torno al crimen del nieto cometido en contra del General Marcelino García Barragán, y mucho menos ninguno de los líderes de la neofascista sociedad Tecos que opera dentro de la U.A.G., esto ciertamente nunca ocurrirá mientras Emilio González Márquez sea el Gobernador de Jalisco por el simple hecho de que Emilio González Márquez representa los intereses de la ultraderecha en el poder en el Estado de Jalisco. Ellos fueron los que lo pusieron allí, y a ellos les debe todo lo que hoy es.

Mucho antes de que la ultraderecha llegara a la gubernatura de Jalisco en el 2006 con la entronización de Emilio González Márquez en el palacio estatal, ya había habido otros gobernadores anteriores que sin estar a las órdenes incondicionales del núcleo más radical de la extrema derecha bajo las cadenas que implican el tomar terribles juramentos de lealtad, simpatizaban con el modo de pensar de los radicales al haber sido convertidos hacia la forma de pensar de estos sujetos torvos, convencidos con la ayuda de propaganda extraordinariamente bien elaborada de corte neo-Nazi antisemita que mezclando medias verdades con medias mentiras logra el efecto del auténtico lavado de cerebro. Y uno de tales gobernadores del Estado de Jalisco que simpatizaban con el modo de pensar de la extrema derecha fue precisamente el General Marcelino García Barragán.

La historia del General Marcelino García Barragán como Gobernador del Estado de Jalisco es una historia interesante. Tiempo atrás, y como militar, había sido un actor importante en la Guerra Cristera que tan malos recuerdos le dejó al país, esa guerra de cuyos rescoldos nació en los años treinta lo que con el paso del tiempo se convertiría en una enorme y peligrosa conspiración de alcance nacional que en la actualidad y aliada a poderes fácticos y añejos intereses ancestrales representa no sólo la más grave amenaza para México como país independiente sino inclusive para el resto del continente.

Cuando el General Marcelino García Barragán entró en funciones como el Gobernador del Estado de Jalisco el 1 de marzo de 1943, al otro lado del mundo el imperio Nazi entraba en sus estertores de agonía en el curso de una gran guerra que le dejaría a la humanidad millones y millones de seres humanos muertos, mutilados, y desfigurados de por vida, un imperio de locura impulsado por las ambiciones megalómanas de un dictador brutal que se creía a sí mismo superior y cuyos admiradores también lo consideraban y lo alababan como un ser superior pese a ser el autócrata absolutista de un imperio basado en una ideología antijudía construída sobre premisas falsas rastreables a un fraude literario ruso y a los escritos de un industrial norteamericano ultraconservador que adoptó el fraude literario ruso como cierto para construír sobre el mismo sus propias fantasías.

Aunque el nefando imperio Nazi sucumbió víctima de sus propios excesos y sus propios yerros, su ideología no cayó consigo. De hecho, su fanatismo es lo único que pudo ser rescatado, arreglándoselas para migrar hacia el continente americano a lugares en donde los materiales de propaganda Nazi pese al racismo xenofóbico de la ideología serían bien acogidos, lugares tales como España, Argentina, y sobre todo, México, en donde se pondría en marcha un experimento de alcances casi inimaginables de conspiración encubierta para lograr por medio del engaño, la infiltración, la perfidia y la simulación lo que Hitler no pudo lograr mediante una lucha armada abierta. Lo que se llevaría a cabo en México sería un nuevo tipo de lucha adoptando casi la misma ideología que la impulsada por la propaganda Nazi (removiéndose o modificándose, desde luego, las alusiones a razas superiores e inferiores); lo único que cambiaría serían las armas a ser utilizadas. Y el terreno fértil en México para llevar a cabo un renacimiento de la locura nacional-socialista de Alemania sería precisamente lo que ya había sido abonado por la Guerra Cristera, con gente amoral preparada para sumar las creencias Nazis a los rescoldos de las luchas cristeras formando una nueva pseudo-religión de carácter político tan letal y tan mortífera como la que había enloquecido a los alemanes en los años treinta.

El General Marcelino García Barragán no pudo terminar su gestión como Gobernador de Jalisco, al ser removido por cuestiones de carácter político el 16 de febrero de 1947 faltándole tan sólo dos semanas para cumplir su período constitucional como Gobernador. Tras esto, entró en una especie de retiro en el cual se dedicó a la lectura y a cultivar nuevos amigos, entre los cuales hicieron su aparición unos individuos de una universidad privada de Guadalajara que lo pusieron al tanto de materiales de literatura que hablaban como si se tratase de una gran revelación acerca de los supuestos peligros de una “gran conspiración judía masónica comunista”. Los materiales, distribuídos casi en la clandestinidad, hablaban sobre lo justo que supuestamente había sido la guerra emprendida por Adolfo Hitler, presentándolo no como el villano megalomaniaco que era sino como un verdadero héroe que sólo veía por el bien de la humanidad. No tardaría en hacer su aparición un libro titulado Derrota Mundial en el cual un autor entonces por completo desconocido de nombre Salvador Borrego Escalante glorificaba la ideología antijudía del Nazismo y glorificaba al mismo Hitler afirmando que la derrota de la Alemania Nazi había sido ni más ni menos una “derrota mundial”. Eventualmente, en la ciudad de Guadalajara en donde vivía Marcelino García Barragán, esta literatura se multiplicó en proporciones descomunales trayendo consigo la aparición de nuevos libros y nuevos materiales tales como Traición a Occidente, Infiltración Mundial, El Judío Internacional, Israel Manda y América Peligra, todos ellos inspirados en la misma ideología de corte extremista y repitiendo el mismo tema de mil maneras diferentes. Es precisamente en esta época posterior a la derrota de la Alemania Nazi, en la cercanía de los años cincuenta, cuando Marcelino García Barragán empezó a experimentar una transformación en sus convicciones previas y en sus creencias personales, al ser seducido por la extraordinaria potencia de la propaganda con la cual sin darse cuenta estaba siendo indoctrinado en la mayor de las secrecías.

Marcelino García Barragán era un militar de carrera, la clase de hombre que está acostumbrado a pelear de frente con un enemigo que le dá la cara en el campo de batalla. No era un historiador con altos grados académicos que le hubieran permitido cuestionar la legitimidad y credibilidad de los materiales con los cuales se le estaba deformando su mente. Carecía por completo de defensas ante este tipo de asalto. El ataque corporal directo puede ser terrible al inhabilitar físicamente a un ser humano dejándolo indefenso ante sus enemigos a los cuales tiene identificados. Pero el asalto a la mente, pérfido y mucho más sutil, es más terrible aún, al irse comiendo paulatinamente el alma y el espíritu doblegando lo que no pudo ser doblegado corporalmente, apoderándose del individuo por completo en su misma esencia vital.

En los tiempos en los que el General Marcelino García Barragán gobernó al Estado de Jalisco, no existía aún lo que hoy se conoce como la Organización Nacional del Yunque, una poderosa organización clandestina de extrema derecha cuyos tentáculos ocultos se extienden por todo México, aunque las planificaciones para la creación de tal organización encubierta ya estaban en marcha. Ni siquiera se había consolidado la formación de organizaciones de ultraderecha tales como el M.U.R.O. en la Universidad Autónoma de México, aunque las asesorías para la formación de tal organización secreta ya estaban en marcha a manos de agentes enviados desde la ciudad de Guadalajara para tales efectos. Nada de esto existía aún con el grado de operatividad que ahora utilizan. Pero ciertamente existía ya precisamente en la ciudad de Guadalajara una creciente organización secreta de corte antisemítico neo-Nazi llamada Tecos, cuyo principal centro de operaciones era y sigue siendo una universidad privada, la Universidad Autónoma de Guadalajara, organización clandestina puesta en marcha desde los tiempos en los que el Nazismo en Alemania estaba cobrando auge bajo Adolfo Hitler bajo la vigilancia y supervisión directa de dos tipos que seguramente serán recordados como algo de lo más siniestro e intrigante que se haya dado en la República Mexicana: Antonio Leaño Alvarez del Castillo y Carlos Cuesta Gallardo. Resta decir que, si Hitler hubiera ganado la guerra y se hubiera apoderado del mundo, a estos dos individuos les esperaba como recompensa algo grande. Pero Hitler perdió la guerra, y ambos se quedaron huérfanos y colgados de la brocha. Lo cual únicamente sirvió para excacerbar sus bizarras creencias extremistas y atizar el odio que guardaban en sus corazones en contra de prácticamente todo y todos.

Cuando el General Marcelino García Barragán gobernó el Estado de Jalisco, él ciertamente ya tenía algún conocimiento acerca de la existencia de una cada vez más poderosa organización secreta de extrema derecha radicada en la capital del Estado que gobernaba. Era imposible que no lo supiera, con todos los servicios investigativos de la Policía Judicial del Estado de Jalisco bajo sus órdenes directas y todos sus informantes en las oficinas de gobierno, por no decir los crímenes cada vez más violentos en los que estaban incurriendo los criminales de la extrema derecha de Jalisco que se hacían pasar como “salvadores” ofreciendo “salvar a México” y con ello al Estado de Jalisco “del comunismo internacional”. Pero lejos de ordenar una investigación exhaustiva de dichos crímenes llegando hasta las últimas consecuencias, que hubieran sido el cierre definitivo de la Universidad Autónoma de Guadalajara y el encarcelamiento de sus dueños por delitos tales como traición a la Patria, sedición, conspiración y homicidios cometidos con todas las agravantes de la Ley, el General Marcelino García Barragán volteó sus ojos hacia otro lado sin mover un solo dedo en contra de la terrible conspiración que ya se estaba fraguando en contra de México desde las paredes interiores de esa universidad. Y tenía una muy buena razón para no “tomar el toro por los cuernos” e irse con todo en contra de esa universidad y su terrible y violenta secta secreta de ultraderecha cerrándola en definitiva y arrojando a los conspiradores a la cárcel: el General Marcelino García Barragán ya estaba siendo convertido a la causa de la extrema derecha al empezar a convencerle sobre la supuesta realidad de la gran conspiración judía masónica comunista para el dominio planetario. Esta es la única razón por la cual, siendo un General del Ejército mexicano y estando obligado por honor a responder con firmeza en contra de cualquier amenaza en contra de México, se quedó cruzado de brazos. Su transformación total y final sería consumada poco tiempo después de su remoción como Gobernador del Estado de Jalisco en 1947.

El General García Barragán tenía algunas características que lo hacían idóneo para los personajes siniestros que lo estaban indoctrinando y reclutando dentro de la mayor de las confidencialidades. En otro tiempo y en otra época, habría sido justo la persona a la cual habrían recurrido para repetir en México el golpe de estado que dió en Chile el General ultraderechista Augusto Pinochet, o el golpe de estado que dieron los miembros de la Junta Militar Argentina (algunos de los cuales hoy se encuentran purgando prisión vitalicia al habérseles comprobado la comisión de crímenes de lesa humanidad). De acuerdo a documentos desclasificados en el 2007, los servicios de espionaje de la Dirección Federal de Seguridad descubrieron que Marcelino García Barragán junto con otros henriquistas habían preparado ya un golpe de estado que debería de producirse en diciembre de 1953 en contra del Presidente Adolfo Ruiz Cortines. Sin embargo, la idea del golpe de estado fue desechada a última hora, muy posiblemente porque ya para entonces Marcelino García Barragán había sido convencido por la gente extraña de Guadalajara que lo estaba asesorando de que el asalto al poder se podía llevar a cabo por otros medios más sutiles, más astutos, recurriendo no a las armas sino a la astucia de la serpiente.

Aún y pese a sus antecedentes como aspirante a golpista militar, Marcelino García Barragán fue reincorporado por el Presidente Adolfo López Mateos como miembro activo del Ejército mexicano, siendo nombrado comandante de la Decimoséptima Zona Militar con sede en la ciudad de Toluca, capital del Estado de México, y más tarde Comandante de la Vigésimosegunda Zona Militar con sede en la ciudad de Santiago de Querétaro, Querétaro. ¿Cómo es posible que con sus antecedentes se le hubieran confiado nuevamente cargos con tan alta capacidad de mando dentro del Ejército mexicano? ¿Fue ayudado por la conspiración silenciosa que ya para entonces se empezaba a incrustar y posicionar en las altas esferas del gobierno federal de México? ¿Es esto un testimonio mudo a un poderío oculto que con hechos como éste empezaba a asomar sus tentáculos, usurpando en provecho propio las debilidades inherentes al modelo de régimen de partido único que gobernaba a México?

Como ya se mencionó arriba, el General Marcelino García Barragán no hizo absolutamente nada en relación a la terrible conspiración que estaba siendo forjada pacientemente por gente extremista y ambiciosa desde el seno de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Pero no sólo hizo esto por omisión. También hizo algo mil veces peor por comisión. Se llevó consigo sus ideas y su formación doctrinaria de ultraderecha desde Jalisco a la Ciudad de México cuando fue nombrado por Gustavo Díaz Ordaz como Secretario de la Defensa Nacional el primero de diciembre de 1964. Desde tan alta posición, como miembro del gabinete presidencial, él estaba en una posición privilegiada para poder influír en el gabinete presidencial, jalando a los demás incluyendo al mismo Presidente de México Gustavo Díaz Ordaz hacia la creencia de que había una gran conspiración que estaba siendo alentada desde la Embajada de la Unión Soviética para la instauración en México de un gobierno cien por ciento comunista como el que había en la Unión Soviética. Si ha de encontrarse al personaje clave al cual inclusive se le pueda atribuír una responsabilidad intelectual directa por predisponer a Gustavo Díaz Ordaz y a los demás miembros de su gabinete a llevar a cabo una matanza tal y como la que se cometería en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, ese hombre sin lugar a dudas era precisamente el General Marcelino García Barragán, ex Gobernador del Estado de Jalisco y protector de la sociedad secreta de extrema derecha Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Cuando Marcelino García Barragán fue ascendido a Secretario de la Defensa Nacional, ya para entonces la literatura de corte extremista neo-fascista estaba en amplia circulación no sólo en la ciudad de Guadalajara y en el Estado de Jalisco sino en casi todas las librerías de México en donde dicha literatura se vendía por millares. Y la cantidad de gente que terminaba convencida sobre la existencia de una supuesta “gran conspiración judía masónica comunista” crecía a raudales. De entre los lectores de esta propaganda extremista, se fueron reclutando poco a poco los miembros que irían conformando lo que hoy son las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana.

En lo que toca al Ejército mexicano, los planificadores de la conspiración jamás perdieron ni han perdido su tiempo tratando de reclutar soldados o sargentos, ya que ellos no son los que dan las órdenes. Basados en la premisa de que vale más indoctrinar y reclutar a un General que a mil soldados, su objetivo era y siguen siendo los mandos superiores del Ejército mexicano. Mandos como el General Marcelino García Barragán. Estos son precisamente los contactos de alto nivel de los cuales no se pone al tanto a ninguno de los militantes de base en los estratos inferiores de las sociedades secretas de la extrema derecha en México, y forman parte de los muchos secretos que los líderes y cabecillas de estas organizaciones clandestinas no les comparten nunca a sus seguidores en los escalafones inferiores, ni siquiera a su seguidores en los escalafones intermedios. El General Marcelino García Barragán, ex-Gobernador del Estado de Jalisco y Secretario de la Defensa Nacional y aspirante a golpista, representa una de las mayores penetraciones e infiltraciones de alto nivel que los conspiradores de la extrema derecha han logrado reclutar para sus planes secretos de propagación y expansión.

En 1968, Marcelino García Barragán no fue el único funcionario de primer nivel que había sido exitosamente convencido acerca de la supuesta realidad de una “gran conspiración judía masónica comunista”. Otro funcionario importante que terminó aceptando en su totalidad estas teorías bizarras lo fue el también General Alfonso Corona del Rosal, el Jefe del Departamento del Distrito Federal, el cual hablaba repetidamente en público sobre una conjura comunista internacional (esto será demostrado posteriormente en forma documental) y el cual muy posiblemente fue convertido hacia la ideología de la extrema derecha por el mismo hijo ilustre y distinguido de Jalisco General Marcelino García Barragán. Sin embargo, al hablar acerca de la susodicha “conjura comunista internacional”, Corona del Rosal se abstenía cuidadosamente de agregarle la palabra “judía” o “judío”, lo cual era parte del lenguaje “secreto” utilizado por los creyentes de estas teorías bizarras, los cuales en público se refieren simplemente a la “conjura comunista internacional” y ya en sus círculos más privados se refieren a lo mismo como la “conjura comunista internacional judía”, manejándose en privado esta información como si fuese un gran secreto de Estado que sólo podía ser revelado a personas selectas y a los iniciados en lo que no puede describirse menos que una especie de masonería de ultraderecha cohesionada mediante juramentos secretos y pactos de lealtad.

Aquí es importante hacer un paréntesis. No se debe confundir la presencia invisible que la Organización Nacional del Yunque creada por la sociedad secreta neo-Nazi Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara ejerce en México, con la presunta existencia de otra sociedad secreta a la cual se le ha dado por nombre el círculo negro. La escasa información que se tiene acerca de esta relativamente pequeña sociedad secreta está documentada en un libro del escritor mexicano Antonio Velasco Piña que fue publicado en el 2006 (justo en el año cuando la extrema derecha mexicana desplegó todos sus recursos para impedir que el PAN saliera de la silla presidencial entrando en su lugar un izquierdista moderado), titulado El círculo negro: El grupo secreto detrás del poder en México. En dicho libro, el autor relata cómo una persona en su lecho de muerte reveló a un sacerdote jesuita que un grupo de cinco personajes, a los que ningún Presidente conoció, fungió como el “poder tras del trono” . Desde su lecho de muerte y asistido por una enfermera, el anciano le reveló al sacerdote “toda una serie de secretos que poseía y que quería hacerlo con una persona que sabía era totalmente contraria al PRI”. Según el informante anónimo, las principales decisiones políticas en México no han sido tomadas por los gobernantes de turno ni por los titulares del poder legislativo sino por los miembros de esta sociedad secreta que presuntamente se rigen por la “Real Constitución Política del Estado Mexicano”, creada por ellos mismos. En una entrevista concedida a EFE, el autor del libro asentó “Él (el sacerdote) quería ofrecerme una explicación justificada de cómo funcionó el sistema político mexicano de 1929 a 2000, en donde el PRI fue sólo un elemento del poder. Me dijo que me eligió a mí para contarme su versión de los hechos porque yo era opositor a ese sistema y por ello podría ofrecer mi propio punto de vista de los sucesos que narrara...” El autor pretende demostrar el verdadero control del poder basado en “una monarquía desde cuyo trono sexenal podía ejercerse poder absoluto y todo era posible, salvo la pretensión de conservar el poder para siempre.” En virtud de que el ultraderechista encubierto Alfonso Coronal del Rosal presuntemente perteneció a la tal sociedad secreta denominada el Círculo negro, y en virtud de que la gran madre de todas las sociedades secretas de extrema derecha de México lo fue desde un principio la sociedad Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, es muy posible que dicha sociedad haya sido un centro de diseminación clandestina de ideología ultraderechista en los círculos de alto poder, con el intercambio constante de libros como Derrota Mundial y El Judío Internacional. Sea como fuere, inclusive el mismo escritor que dá a conocer la existencia del Círculo negro admite que a partir del año 2000 el poder del Círculo Negro llegó a su fin. Y si había un grupo tal como el Círculo negro, quizá como una etapa intermedia de experimentación al igual que el M.U.R.O. en camino hacia algo más fuerte y más extenso, tenía que caducar el poder de tal grupo no tanto porque el PRI fuera expulsado de la silla presidencial en el año 2000 perdiendo toda su influencia en los círculos gubernamentales, sino a causa de una extraordinariamente poderosa y bien organizada quintacolumna que entró junto con Vicente Fox al poder federal en el 2000. De lo que se estaría hablando, en todo caso, sería la transferencia involuntaria del poder de un pequeño puñado de avorazados y anquilosados políticos del pasado agrupados en torno a una minúscula sociedad secreta creada por ellos mismos, a otro grupo de conspiradores e infiltradores mil veces peores que todo lo que anteriormente había estado gobernando a México. Es precisamente en el año 2000 cuando se consolida la entrada de la extrema derecha encubierta a las redes del poder federal en México sin tener que recurrir ya a la infiltración que había estado llevando a cabo en contra del Partido Revolucionario Institucional. Y es en el año 2006 cuando mediante la movilización de todos sus recursos mediáticos y todas sus alianzas secretas con los poderes fácticos los que hoy realmente están gobernando a México le propinan un duro golpe a la democracia refrendando la presencia de la ultraderecha encubierta en las redes del poder federal.

Lo que sigue son fotografías recientes de un monumento levantado en México al General Marcelino García Barragán, el militar genocida de Tlatelolco sobre cuyas manos recae no sólo la culpa de las órdenes giradas directamente a sus subalternos para la comisión de la matanza, sino el peso de la culpa de haber traicionado a su propio país al no haber hecho absolutamente nada para contener la conspiración nacional que estaba siendo fraguada por la extrema derecha en el mismo Estado de Jalisco que estuvo siendo gobernador por él:







¡Si tan sólo Marcelino García Barragán no hubiera equivocado el camino y no se hubiera aliado con la peor clase de gente que se ha producido en México, posiblemente su propio nieto estaría aún con vida en estos momentos!